(no) Puede Ser Amor

Capítulo 41

Todo el sigilo y discreción que empleó esa mañana para irrumpir en el apartamento como si se tratara de una ladronzuela, resultaron totalmente en vano. Después de topárselo de frente no podía creer que tuviera tan mala suerte y que además el momento se hiciera más vergonzoso al encontrarlo casi medio desnudo saliendo del baño desprendiendo un olor recién duchado.

—¡Dios! —ahogó ella una exclamación, cubriéndose los ojos con las manos, colorada de vergüenza al verlo llevando solo una toalla alrededor de su cintura.

¿No se suponía que él debía estar corriendo o haciendo ejercicio esa mañana como lo hacía siempre? ¿Qué había cambiado precisamente ese sábado?, se preguntaba Amy.

—¿Tú qué haces aquí? —inquirió Brad sorprendido.

Habían pasado casi dos semanas desde aquel día que ella había pisado su apartamento para brindarle ayuda. Después de eso solo se había dedicado a ignorarlo en la universidad.

—Solo vine por esto. —Amy alzó una mano para mostrarle una tarjeta que llevaba, no apartando en ningún momento la otra mano de sus ojos—. Y ya me voy. —Dándose la vuelta se propuso a salir corriendo de allí.

—Hey, espera. —La voz de Brad sonó muy cerca como si estuviera pegado a su espalda, y, efectivamente, cuando Amy se giró ahí estaba. Ella retrocedió rápidamente intimidada por su cercanía —. Necesito hablar contigo antes.

—¿Podrías vestirte, por favor? —pidió ella, rehusándose a mirarlo.

Brad bajó la mirada observando su cuerpo improvisto de ropa.

—Ah, sí. Pero no te vayas a ir. —Brad iba camino directo a su habitación pero se detuvo a mitad de la sala—. ¿Y para dónde vas tan elegante?  —preguntó con curiosidad, frunciendo el ceño; eso después de verla en una vestido azul cielo corte princesa, largo con cuentas de lentejuela y apertura frontal, que le había prestado Chloe.

—Voy a un compromiso.

—¿A la boda de Lucas?

Sorprendida, sacudió la cabeza.

—¿Cómo sabes tú eso?

—Vi la invitación que dejaste en la habitación.

—¿Entraste a mi habitación para husmear en mis cosas? —preguntó indignada.

—No estuve husmeando. Además eso que tú llamas tu habitación es mi habitación porque este es mi apartamento.

—Pero lo que está dentro de esa habitación son mis cosas.

—Ay, ya deja la intensidad. Ni que me hubiera puesto a revisar tus braguitas en la cómoda. Sólo vi la invitación que dejaste en la mesita de noche y la leí. Y si de husmear se trata, ¿quién te dio el derecho de entrar aquí sin mi permiso?

—Ah…yo…¡Uff! —gruñó—. Vine por mi invitación. La necesitaba.

—No tienes moral entonces para estar juzgándome.

—Como sea. ¿De qué querías hablarme? Es que llevo prisa.

—Dame un minuto, me visto y regreso.

Un minuto más allí implicaba retrasarse para la boda pues llevaba el tiempo justo, así que puso los ojos en blanco y resopló por tener que esperar.

Pocos minutos después Brad apareció en la sala vestido en un traje negro y camisa blanca debajo.

—¿Cuál me queda mejor? ¿Esta? —Con una mano elevó una corbata negra—. ¿O esta? —Ahora elevaba con la otra una corbata gris acero.

—Y…¿a qué se debe la ocasión?

—Voy contigo a la boda de Lucas.

Los labios de Amy formaron una “O”.

—¡Oh, no! No, no. Tú no vas a ir conmigo a ninguna parte.

—La invitación está abierta para dos personas. Y estoy seguro de que Lucas lo quiso así porque pensó que, obviamente, yo te acompañaría.

—Iré sola —determinó ella.

Decidida a marcharse, abrió la puerta encontrándose cara a cara con Charlotte.

«Esto no es posible» se lamentó Amy por dentro.

—Amy.

—Charlotte —la saludó al tiempo que le daba un beso en la mejilla.

—¿Y ustedes dos…—comenzó a decir Charlotte con una sonrisa traviesa en la cara—…se contentaron?

Brad apretujó a Amy por la espalda manteniéndola tan rígida como un poste, quedándose con la barbilla en su hombro.

—¿Tú que crees? —dijo él.

¿A qué jugaba Brad ahora? ¿No se suponía que iba a dar por terminado todo el teatro?

—¡Qué maravilla! —expresó su prima alegremente chocando las palmas para aplaudir—. ¿Y para dónde van tan elegantes?

Amy abrió los labios para responder, pero Brad se le adelantó.

—Vamos a la boda del mejor amigo de Amy. El mismo con el que la vieron saliendo de la universidad el otro día.

—Ah, qué bien. Pero… ayer quedamos en que iríamos esta noche al club.

El rostro de Brad se contrajo en una mueca.

—Creo que no se va poder. Olvidé que tenía este compromiso con Amy.

Después de escuchar tamaña ridiculez Amy resopló una risa discreta.

—¿Con quién se supone que bailaré toda la noche? Daniel no querrá separarse de Megan, y Austin es pésimo bailando —se quejó Charlotte haciendo un puchero. Después se cruzó de brazos—. Ya no me agrada mucho que estés casado. Ahora tengo que compartirte.

—Encuéntrate un novio que baile bien y problema resuelto —sugirió Brad divertido.

—¡Uff, no!

—Pero por mí no se preocupen. Yo no tendría ningún problema en ir sola a la boda —intervino Amy.

—No te librarás de mi tan fácil, brujita. Yo voy contigo a esa boda —susurró él en su oído, mientras la mantenía atrapada entre sus brazos, con la espalda apoyada contra su pecho.

—Ya veremos —murmuró ella.

—Prima. ¿Cuál me queda mejor? —preguntó Brad, haciendo referencia a las corbatas.

—La negra.

—Genial. Esa usaré. Gracias.

Después Charlotte se marchó desilusionada. Cuando Amy la perdió de vista por las escaleras, no esperó un segundo más para apartar a Brad dándole un codazo en las costillas.

—Alguno de estos días voy a terminar denunciándote por violencia doméstica —le anunció Brad, frotándose el área donde recibió el golpe.

—En verdad creí que querías hablarme de algo importante —dijo Amy al tiempo que salía del apartamento para tomar el ascensor que quedaba enfrente—. Gracias por haberme hecho perder el tiempo.




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