—No me quiero bajar. —me quejo todavía en mi asiento en el auto.
Mateo me lanza una mirada desconcertada a mi lado, con la puerta abierta e inclinado ligeramente hacia adentro.
—¿Por qué?
—Quiero estar contigo. —digo con mi toño aniñado.
¿Esta mal si de pronto nace en mí un deseo de pasar toda la tarde con Mateo Jefferson a mi lado? No, claro que no, esta bien, muy bien.
—Vamos, Tina te lleva esperando toda la mañana —me recuerda dirigiendo su mano al cinturón para liberarme de él— y luego nos veremos. Nos divide una calle, ¿lo recuerdas?
No me da tiempo de responder, en cuestión de segundos se inclina hacia dentro del auto, me toma por la cintura sacándome del transporte y de pronto mi cuerpo cae sobre su hombro. Trato de elevar mi rostro, pero mi cabello cae como una cascada impidiendo que pueda observar a las personas que transitan en la concurrida avenida, aunque es mejor así porque el solo pensar de sus miradas recelosas en nuestra dirección hace que mis mejillas se sonrojen solo un poco. La puerta del auto se cierra y con ella se escucha la alarma activarse, mi rostro se encuentra a escasos centímetros del trasero de Mateo incrementando el calor en mis mejillas.
—¡Bajame ahora mismo Jefferson! —demando evitando a toda costa enterrar por error mi rostro en su trasero.
—¿Qué dijiste? —canturrea girandose sobre sus talones—. Ahora mirando de cerca tu trasero, creo que podría desplazar mi agarre un poco más abajo.
—¡Ni lo pienses! —chillo molesta. Lo escucho soltar una carcajada antes de que mi cuerpo se deslice sobre el suyo hasta quedar de pie al frente de él—. Nos vemos. —me despido caminando con el corazón latiendo con fuerza contra mi pecho.
—¿A dónde vas? —indaga tomando mi mano y tirando de mí—. La tienda esta al otro lado linda. —responde tomando mi mentón y girando mi rostro a la dichosa tienda.
Un suave ah se escapa de mis labios robandole otra profunda carcajada mientras siento sus manos toman mi cintura y me abraza. Cierro mis ojos sintiendo el calor que desprende su cuerpo rodeandome desde la espalda hasta cubrirme por completo, cuando una pequeña sonrisa comienza a abrirse paso en mis labios me libera de su agarre y se reemplaza por una mueca.
—Nos vemos en un rato. —se despide, agito mi mano mirándolo ingresar a la tienda y puedo jurar que desde acá escucho la reprimenda de Logan alegando sobre su irresponsabilidad.
Observo la puerta de la tienda por donde ingresó girando sobre mis talones para cruzar la calle y llegar a la tienda que Tina mencionó en el mensaje. Los vestidos de novia decoran el vitral, doy una ojeada en el gran ventanal observando el interior de la tienda, el color blanco en combinación al beige reinan en gran parte de la decoración, puedo detallar unos sofás blancos frente a los vestidores y unos pasos a la derecha lo que parece una pequeña habitación cubierta por grandes cortinas beige. En los grandes sofás veo a Tina con su grupo de amigas, entre ellas Lisa que carga en sus brazos a Sebas y saliendo de los vestidores Blue con un hermoso vestido risa pálido con un corte en V largo en el área de su pecho.
Me acerco a la puerta y la empujo escuchando la campanilla sobre mi cabeza, el grupo de chicas me presta atención antes de agitar sus manos en mi dirección y Sebastián retorcerse entre los brazos de Lisa para que lo baje y correr a mis brazos con sus pasos torpes, pero seguros, me pongo de cuclillas recibiendo su pequeño cuerpo con gusto.
—Gracias por venir. —escucho el suspiro de Tina y un par de manos obligándome a levantarme—. No hay tiempo que perder, ven a probarte el vestido. —me apremia quitando de mis brazos a Sebas y metiéndome en uno de los vestidores, me giro para preguntarle por el vestido, pero la puerta se cierra en mi cara—El vestido está dentro.
Supongo que es lo mínimo que puedo merecer al tardar tanto en llegar a medirme el dichoso vestido y comprendo a Tina, quiere que todo salga bien en su boda cuidando de cada uno de los detalles que tenga a su alcance, desde el más grande como la ropa y decoración como los más pequeños de haber tardado horas eligiendo las flores para el centro de mesa. Ese último dato comunicado por Tyler una tarde en medio de una clase de Química quejándose de cuanto puede tardar una mujer eligiendo flores, no supe responder a sus palabras, pero si reírme de su miseria.
Me giro encontrando mi reflejo en el gran espejo en el pequeño cubículo de cuatro paredes blancas, un pequeño taburete de cuero café a los pies del espejo delante y colgando en la pared derecha se encuentra el vestido de dama de honor. Alquilado obviamente para esa ocasión. No me gustaría gastar tanto dinero por un vestido que no volveré a usar por un largo tiempo o se va a quedar abandonado en mi clóset. Una a una las prendas que traigo conmigo van cayendo a mis pies, me saco los zapatos y en ropa interior me inclino tomando mi ropa para dejarla sobre el taburete bajo.
Tomo entre mis manos el vestido y con el mayor cuidado que me puedo permitir, comienzo a ponerme la prenda lentamente. Aparto mi largo cabello de mis ojos cuando finalizo por completo y observo mi reflejo en el espejo. Lo primero que mis ojos observan es el corte en V largo, nunca en mi vida he usado uno y es extraño sentir esa zona tan expuesta, pero de algún modo me siento bien, no tengo miedo de que alguno de mis pechos se escape de la copa y eso esta bien, es largo y de tirantes, ajustando a la perfección por sobre mi cintura y bajo de esta, es flojo, cómodo. Giro dándome una mirada al acabado en la espalda, queda la mitad de esta al descubierto y la otra cubierta, una risilla divertida se escapa de mis labios mirando el cierre sin terminar de subirse.