No Puedo Dormir

CAPITULO 01: PRIORIDADES

Existen diferentes opiniones sobre los bebés. Hay quienes los llaman demonios de bolsillo, y otros que los llaman las ternuritas de ojos cristalinos. Sin embargo, mis padres no pertenecían a ninguno de esos grupos, pues ni opinión tenían al respecto; les era algo indiferente. 

Sé perfectamente que mis padres no me quieren ni como accesorio; me lo han dejado claro a mi actual y corta edad: 4 años. Pero siento que no puedo culparles, porque después de todo, reconozco que soy bastante fastidiosa, aunque no a propósito. Por poner un ejemplo, puedo decir que lo que más les hace enojar es la persecución que les hago por toda la casa cuando se alejan de mí; la idea de quedarme sola me parece horrorosa. 

Tengo claro que a esta edad no puedo ir sola a ningún lado. Mis padres en lugar de llevarme, siempre me abandonan dentro de la casa cada que salen. No diré que son malos, porque en realidad hacen bien en dejarme bien bañada, bien vestida, bien alimentada y bien dormida, antes de cada una de sus salidas. Lo que aún no me queda claro es a dónde va cada uno, aunque según lo que les he escuchado hablar, sé que los lugares que frecuentan son su trabajo y el patio trasero de nuestro hogar, exactamente donde está el jardín.

El nombre de mi padre es Yaser, y el de mi madre es Hortencia. Diría que son una muy buena pareja, pero la verdad es que hace muchos años, incluso antes de mi nacimiento, dejaron de serlo... o eso rumoran nuestros vecinos, quienes suelen visitarnos de vez en cuando, puesto que se llevan demasiado bien con mis padres, excepto por la sutil y pequeña rivalidad que conservan, la cual consiste únicamente en ver quién tiene el más bonito y mejor cuidado jardín. Dicha rivalidad me ha hecho aun más insignificante para mis padres, ya que su mayor atención está enfocada en sus oficios o en ese bendito jardín; y a mí apenas giran a verme cuando grito o lloro. Mi padre trabaja como albañil y carpintero, y mi madre como pastelera y diseñadora de modas, aunque el amplio conocimiento en la plantación de flores, plantas, y cultivos que tienen es evidentemente gracias a todo el tiempo y esfuerzo que le han invertido a ese jardín.

Como yo siempre estoy dentro de casa, tengo la oportunidad de observar aquél jardín desde el mejor lugar: el segundo piso. A través de la ventana que da hacia el patio trasero, puedo ver lo bien protegido que está el jardín, pues fue mi padre quien cerró todo ese espacio con la mejor madera que tenía, y con el mismo material hizo la puerta de acceso, además de las bellas flores que plantó junto a mi madre como símbolo del amor eterno que algún día se prometieron.

En ese jardín, cada cultivo estaba separado por su terreno, y aun así llegaba hasta mi habitación el rico aroma mezclado de las flores, ya que estaban demasiado cerca a la puerta y ventana de mi habitación.

Lo malo era que por más sencillo que fuese el ingresar, yo no podía, pues todavía no sabía caminar, y si gateaba hasta la puerta, no podría levantarme para siquiera tocar la cerradura.

─Aluvi, no te muevas mucho, puedes caerte desde tan alto! ─dijo mi padre, quien estaba viéndome desde la planta baja; en pleno jardín. Él temía que resbalara desde el segundo piso.

Me habría encantado contestarle igual de bien como le escuché, pero lastimosamente me era imposible, porque todavía no aprendía ni a decir "Pío". Sin duda era difícil permanecer callada y con tantas cosas que decir, pero creo que me quedaré así por un largo tiempo, ya que mis padres no podrán enseñarme por estar ocupados con sus... prioridades.

 




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