¿no que era fea?

Capítulo 1

Me miro en el espejo y arreglo la chaqueta de mi atuendo, soy del tipo de mujer que yo llamo práctica, nada de maquillaje, uso pequeños accesorios, esta mañana llevo un juego de pantalón tipo sastre de corte masculino, una talla un poco mas grande de la que realmente uso, para el tipo de trabajo que realizo la comodidad es primordial, aunque según Tania y Marisa me paso.  


Tomo mi larga cabellera negra y la envuelvo en una especie de chongo que ato, a la altura de mi nuca, coloco algo de fijador para evitar dejar algunos cabellos sueltos, me rocío algo de perfume, luego me calzo las botas planas tipo militar que acostumbro a usar, repito la comodidad es lo mío. Me coloco mis lentes rayban tipo aviador y estoy lista, para ir a el trabajo.  


Bajo al estacionamiento y busco a mi bebé, mi orgullo, mi muñeca, una kawasaky, ninja H2, color negro con plateado, les juro que tuve que ahorrar varios meses, para poder tenerla, pero por fin ya es mía y valió la pena, cada sacrificio. 


Debo ir a Sugasti enterprises, Franco y Marisa me citaron para una reunión, ignoro de que se trate, afortunadamente mi conciencia esta tranquila, me he portado muy bien, bueno más o menos bien, a decir verdad solo digamos que bien.  


Me subo a mi muñeca y tomo la ruta que me indica el Waze, el tráfico en  New York suele ser un asco, lo único es que con mi bebé, puedo tomar atajos y circular con mayor rapidez.  


Llego al edificio donde están las oficinas de mis amigos y donde ya  hace un tiempo laboro. Soy la encargada de la seguridad de la familia Dometti, tengo personal a mi cargo y después de los jefes, pues yo soy la jefa.  


–Hola niña Guada, me saluda Don Pedro, el seguridad del edificio, es un señor ya mayor y muy cariñoso conmigo.  Tenga aquí esta su desayuno, digo dándole una bolsa de papel, con un café y un pastelito que le compre en el camino, no soy millonaria pero siempre alcanza para compartir con otros, mi vida no ha sido fácil,  pero en el camino me he encontrado con gente como la jefa, que me han bendecido mucho. Trabajando aquí, tengo un buen salario y muchas prebendas y beneficios, que jamás creí podría llegar a tener, solo espero que la reunión de hoy no sea para botarme, por Dios, eso si sería una catástrofe de proporciones épicas.  


–Buen día doña Ana, ¿Están los señores?— Le pregunto amablemente a la secretaria de presidencia. Doña Ana también es un amor conmigo, en este lugar me siento muy querida, cosa que he aprendido a valorar. 


—Si niña Guada, ya la anuncio.  


—Gracias, respondo. 


—Pase, niña. Ya la están esperando. 


Camino en dirección a la oficina de Marisa y como siempre, los encuentro entre arrumacos y besos.  


—¿En serio, ustedes no se cansan?—Ya hasta tienen un hijo, digo exagerando mis gestos y ademanes. 


—Cállate, envidiosa. Contesta Marisa.  


–Envidiosa de ver a dos seres humanos, intercambiando saliva, no lo creo. 


—Se llama beso, Guada. Responde Franco. 


—“Beso”, algún tonto cursi, debió haber inventado ese nombre. Hasta ridículo suena, dime si no “be-so”, asco fue que debió ponerle él o la tonta que lo bautizó.  


—Ya te veré cuando encuentres al hombre de tu vida, dice Marisa. Entonces hablaremos, amiga mía.  


—La verdad jefa, como que no lo ando buscando, así que por mi, mejor sigo sin encontrarlo. Pero viéndolo bien, dificulto que me hayan citado aquí, para hablarme de intercambios salivales o algo parecido. A ver díganme, para que soy buena. 


—Esa es la Guada que admiro, se anda sin rodeos, tengo un amigo, que necesita tu ayuda. Dice Franco. 


—Mi ayuda ¿Cómo para qué?—Digo intrigada. 


—Necesita que su equipo de seguridad, sea entrenado y debidamente capacitado, es su seguridad personal, Marroni es un hombre muy importante y si las cosas salen bien, pronto lo será aún mas. 


—Marroni, suena extraño ese apellido ¿Es Italiano?.  


—No Guada, mi amigo es de Luxemburgo, no puedo darte mas información, pero si aceptas, ellos te dirán todo lo que necesites.  


—Siento que me estás echando Franco, hieres mis sentimientos. Digo haciendo un puchero. 


—Para nada, contesta Marisa, fuimos claros con el amigo de Franco y le dijimos que si tú aceptabas,  solo sería por un tiempo, a lo sumo dos meses, la entrevista te la harán aquí en New York y si dices que sí, viajarás a Luxemburgo.  


—¿Por qué yo? — Pregunto intrigada. 


—Porque mi amigo, supo todo el rollo de mi secuestro frustrado y el plan para atraparlos y me pidió ayuda, me dijo que le enviara  a mi mejor unidad y esa eres tú, Guada. 


—Debo sentirme halagada, entonces— Digo con sarcasmo.  


—Digamos que sí, Guada. Responde Franco.


—¿Puedo pensarlo? — Digo seria.  


—Claro, dice Marisa. Tienes diez minutos, luego de eso,  debo confirmar si irás o no a la cita de esta tarde.  


—Eres una… 


—Una excelente amiga, que quiere que te vayas un par de meses, con gastos pagos al otro lado del mundo, le enseñes a esos idiotas de lo que es capaz una mujer berraca y además de eso, los obligues a llamarte jefa y a obedecerte. Estoy segura que lo disfrutarás, Guadalupe. 


—Acepto, donde firmo. Digo entusiasmada, imaginando el escenario que acaba de describirme Marisa.  


Luxemburgo, allá voy, no sé ni donde rayos queda ese lugar, pero que más da, preguntando se llega a Roma, supongo que eso también aplica para Luxemburgo.  







 



#94 en Detective
#1008 en Novela romántica

En el texto hay: humor, celos, amor

Editado: 19.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.