Hace ya un mes que llegué a New York, me tome unos días para disfrutar y relajarme, pero ya las dos últimas semanas he trabajado duro, para tener todo listo. ¿No se supone que soy un príncipe?. Porque siento que trabajo como esclavo, entonces.
Hace unos días converse con mi amigo Franco Dometti, se estableció aquí en New York, luego de casarse con una bella e inteligente mujer, le pedí ayuda sobre un tema de seguridad. Mi hermano ascenderá al trono, que mi padre dejará libre y yo deberé ocupar un alto puesto del gobierno, por lo que necesito a alguien que capacite a nuestros hombres de seguridad y por lo que supe, quien se encarga de la seguridad de Dometti, es de lo mejor.
Esta mañana es la cita, con la persona, que me recomendó Franco. Hasta donde entendí es una mujer, a decir verdad no tengo problemas con eso, las mujeres suelen ser muy capaces, eso he aprendido con mi madre, si bien es cierto el Rey que es mi padre, es la cabeza del reino, mi madre es el cuello que mueve la cabeza, por tanto a lo interno del palacio, todos sabemos que la reina, trae cortito al Rey.
Le pedí a mi asistente que atendiera a la mujer, no quiero ser descortés, pero estoy full en papeles y necesito dejar todo resuelto, antes de regresar a Luxemburgo, estamos a escasos tres meses de la coronación de Caleb, por lo que es apremiante perfeccionar el tema de la seguridad, igual Franco y su mujer, solo permitieron que la chica, solo esté con nosotros por dos meses, cosa que realmente les agradezco, porque era una persona de confianza, lo que estábamos buscando.
—Señor, buen día, la cita con la señorita Neyva, es en media hora. ¿Tiene alguna recomendación? — Dice Camila, mi asistente al entrar al lugar, contoneando su cuerpo de manera sensual, sino fuera porque no me involucro con mi personal, ya hace rato que hubiese dejado de ignorar sus contínuas insinuaciones y flirteos, es una mujer bella, pero no quiero enredos con la gente que trabaja para mí, hay suficientes mujeres lindas allá afuera, queriendo conmigo, como para caer en el cliché del jefe y la empleada.
—No ninguna, solo que cuando ya todo esté cuadrado con ella, la haga pasar a mi oficina para conocerla.
—Como ordene, señor— contesta Camila de forma coqueta.
Mujeres, mujeres porque andan provocando a un hombre santo y puro como yo. Mi mamá me dijo que me porte bien, pero a decir verdad creo que eso jamás va a suceder, lo bueno es que aun así, mi madre me ama, con todos mis defectos, soy su hijo preferido y eso me ha valido grande beneficios. Si fuera por mi padre, ya sería hombre casado, con media docena de hijos, una casa con jardín, un perro y un gato. Ahhh de solo pensarlo me da urticaria, ¿Si las mujeres son lo más bonito que Dios creó, porque toca entonces conformarse solo con una?, debí haber sido un príncipe de esos del medio oriente, para así poder tener muchas mujeres y que no fuera censurable, si fuese así no me disgustaría casarme.
Sigo firmando los papeles, que necesito dejar listos antes de viajar de vuelta a mi país. He empezando a tener mis propios negocios, para dejar de ser el principito que vive a costa del reino, mi empresa en New York, es de tecnología de primera calidad, estoy empezando pero a decir verdad, todo va marchando bien.
Ya son pasadas la una de la tarde, escucho el intercomunicador sonar y es Camila, para informarme que la señorita Neyva, viene para mi oficina.
—Buenas tardes, saluda la mujer al entrar, mi mirada esta perdida en busca de unos papeles, sumamente importantes, que necesito firmar y que para colmo de males, no encuentro.
—Buenas tardes, contesto aún sin levantar la mirada. Bienvenida, señorita Neyva, mis hombres están a su disposición a partir de este momento, digo todavía sin mirarla.
Realmente necesito encontrar esos papeles, digo para mi.
—¿Es todo, Señor?— la escucho decir algo molesta.
Su tono de voz, me hace darme cuenta que estoy siendo sumamente grosero, por lo que dejo de revolver mi escritorio y decido levantar la mirada, para encontrarme con unos ojos verdes, enigmáticos y amenazantes, que me miran furiosos.
—Sí es todo, contesto hipnotizado por la mirada verdosa de la mujer que para estos momentos, va saliendo de mi oficina.
Media hora después y aún en mi despacho, no entiendo porque, pero no he podido sacarme esos ojos verdes de mi cabeza, es que cuando ella me miró, un frío recorrió mi cuerpo, jamás había experimentado algo así, estando frente a ninguna otra mujer.
Seguramente necesito un trago, puede ser el exceso de trabajo o la falta de sueño lo que me esté afectando, sí eso debe ser.
La mujer, que estuvo hace un rato aquí y salió evidentemente molesta por mi falta de cortesía, tiene una mirada hermosa y su presencia es algo intimidante.
—¿Qué le hiciste a esa mujer? — Pregunta mi amigo Nicolás, entrando a mi oficina, si es mujer ¿Cierto?, se nota que iba algo molesta.
—Supongo que fui muy descortés, estaba complicado buscando unos documentos y nisiquiera la mire al hablarle, respondo algo contrariado.
—Pues tampoco había mucho que mirar, Marco. Esa señorita es algo, este… bueno, a decir verdad como fea, desaliñada y extraña, por un momento pensé que era un hombre por su manera de vestir, pero luego repare en sus facciones y lo dude.
—Como te dije, Nico no repare en ella. Lo cierto es que es la nueva encargada de mi seguridad y la de Caleb, al menos por un par de meses.
—Hijole, no te parece algo peligroso, hacer enojar a tu nueva jefa de seguridad, que tal si se hace la loca y deja que te maten, responde mi amigo en tono burlón.
—Pues esperemos que eso no pase Nico, porque la verdad creo que ella y yo empezamos con el pie izquierdo, digo serio.