¿no que era fea?

Capítulo 6

De donde rayos, saco esta mujer esa arma, no creo que debajo de ese vestido, haya muchos lugares, donde camuflar esa arma. 


—¿A dónde vamos, señorita Neyva? — Pregunto con mi mirada sobre ella.  


—Llámeme Guadalupe por favor, señor. Respondo seria.


—Entonces usted llámeme Marco, respondo sonriendo. 


—Ni lo sueñe, yo para usted seré Guadalupe, pero usted para mi será Señor y eso no es negociable, “Señor”. 


—No me parece justo, yo puedo tutearla, pero usted a mi no, digo algo molesto. 


—Así es, señor— Respondo seria, usted firma mi cheque, en cambio yo le cuido las espaldas, palabras más o palabras menos, usted es mi jefe y yo su empleada. Termino diciendo. 


—Como usted diga, Guadalupe— ¿A donde la llevamos?. 


—Vamos a mi apartamento y luego a su hotel, señor Respondo. 


—Listo, vamos entonces. Digo algo molesto. 


Minutos después, arribamos a mi apartamento, tomo la maleta que ya estaba lista, en un pequeño bolso llevo mis artículos personales.  


—¿Qué pasa con Guadalupe, Marco? —Me pregunta Nicolás, una vez ella baja del auto. 


—No pasa nada— ¿porque la pregunta, Nicolás?. 


—No haz dejado de mirarla, en toda la noche. ¿Te gusta la fea, que no es fea?. Dice mi amigo sonriendo. 


—Por supuesto que no, además ya sabes que no me involucro con gente que trabaje para mí, respondo con incomodidad. 


—Ok, como usted diga príncipe, tal vez solo me pareció. Responde Nicolás.  


Unos minutos después, vemos ingresar a  Guadalupe al auto y nos encaminamos hacía el hotel. 


Guadalupe se baja primero, habla con los guardaespaldas, luego ingresa al lobby del hotel, para salir un par de minutos después y acercarse al auto. 


Uno de los guardaespaldas, abre la puerta y nos permite bajar a Nicolás y a mí.  


Guadalupe, camina enfrente de nosotros y detrás el resto de los guardaespaldas, puedo observar como con el vaivén de su caminar, el vestido se adhiere a su trasero, mi mirada no es la única, que está sobre ella, todos los hombres que están en el lugar la están mirando, avanzar por el medio del lobby y es que la muy condenada es un deleite a la vista. 


Subimos al elevador Nicolás, marca su piso y luego el mío. Llegamos a la suite presidencial, ubico la tarjeta y abro la puerta para entrar. Hasta este momento es que pienso en donde va a dormir ella, aquí solo hay una cama. 


—Guadalupe, llamo enseguida a la recepción, para pedir una habitación para usted. Digo mientras me adentro a la habitación. 


—Que sea una habitación contigua a la suya por favor, respondo mientras miro el lugar, buscando alguna anomalía. 


—Buenas noches, señorita soy el señor marroni, sería tan amable de darme unade las habitaciones, contiguas a mi suite, para mi jefa de seguridad por favor, digo al escuchar a la persona, contestar al otro lado de la línea. 


—Permítame revisar señor, contesta la chica. 


Unos segundos después la chica, responde. 


—Disculpe señor Marroni, pero las habitaciones contiguas a su suite, no están disponibles, dice la mujer. 


—No hay habitaciones, contiguas disponibles, Guadalupe. Digo, mirando en su dirección. 


—Ok, responde ella. 


Cierro la llamada para definir, el tema de donde dormir ella. 


La veo mirar la habitación y voltearse luego hacía mi. 


—Si  a usted no le molesta señor, puedo dormir en el sofá, la idea es estar cerca para garantizar su seguridad. Digo mirándolo. 


—No, no me molesta, pero prefiero dormir yo en el sofá y que usted lo haga en la cama, contesto serio. 


—Eso no está en discusión Señor, el príncipe dormirá en la cama y la plebeya en el sofá, fin de la discusión, digo tomando mi maleta y dirigiéndome, hacía una puerta en donde supongo, encontraré el baño.  


Pongo mi arma, sobre el mueble del lavamano, tomo mi maleta, saco mi piyama y mis pantuflas, me doy una corta ducha, cepillo mi cabello y luego lo recojo en su habitual chongo. Me pongo un mi piyama larga de algodón y con dibujos de dinosaurios, que me llega a los tobillos, tomo mis pantuflas de cabeza de unicornios y me las coloca, yo hasta para dormir, debo estar cómoda. Salgo del baño y no veo al príncipe, por ningún lado, pero encuentro sobre el sofá una, almohada y una sábana. Dejo mis cosas en una esquina y me dirijo a la ventana de la habitación, minutos después siento a alguien entrar a la habitación. 


Tuve que salir de la habitación, de solo imaginármela desnuda tomando una ducha tan cerca de mí, me sentí algo acalorado, esa mujer es una tentación andante y ahora se le ocurrió la genial idea de dormir aquí, rayos como se supone que voy a ignorar ese cuerpo y si se pone una piyama pequeña y sexy, no eso sería casi casi, una tortura medieval. 


Ingreso a la habitación y la veo de pie junto a la ventana. No se si burlarme o decepcionarme, yo preocupado por encontrármela con una diminuta y sexy piyama, de esas que no dejan nada a la imaginación y me la encuentro con un camisón de esos tipos matapasión, que llegan hasta el tobillo, creo que debió robárselo como a su abuelita o algo así. En serio esa mujer esconde ese cuerpo de diosa del olimpo, debajo de tanta tela. Pero bueno, digamos que esto es lo mejor para mi salud mental y física.  


—Puedo saber, ¿Que le causa tanta gracia, señor? — Digo volteándolo a ver, cuando entra a la habitación. 


—Nada, es solo que ne parece algo chistoso su atuendo para dormir, Guadalupe. 


—No entiendo, porque señor, a mi me parece de lo más cómodo y lindo. Respondo indignada. 


—Si usted lo dice, digo mientras tomo una toalla, para dirigirme hacía el baño. 

Tomo una ducha y aseo mis dientes, justo en este preciso momento, me percato de que no traje ropa al baño, para cambiarme, no creo que deba salir solo envuelto en la toalla, no sería apropiado, ¿Pero que mas puedo hacer?. Pego el oído a la puerta para ver si escucho algún ruido, tengo la esperanza que ya se haya acostado, luego de algunos minutos, me decido a salir al no escuchar ningún ruido.  



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En el texto hay: humor, celos, amor

Editado: 19.11.2022

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