No Quiero Más Dramas Koreanos

Prólogo

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Eduardo conducía de regreso a casa en silencio, con una sutil sonrisa en los labios. Beatriz iba recargada en su hombro, con los ojos cerrados, la música sonaba suavemente en el equipo de sonido.

— Estoy agotada. — Dijo ella de pronto, con un suspiro. — Pero creo que todo salió bien.

— Todo estuvo magnífico. — Asintió él, sin dejar de mirar el camino. — Te luciste, como siempre, eres la mejor organizadora de eventos que tiene el hotel. Cualquier cosa que hagas, no sólo ahí, sino en tu vida cotidiana, es perfecta. ¿Te parece si llegando a la casa te das una ducha y luego te doy un masaje para que puedas dormir relajada?

Bety abrió los ojos y levantó la vista hacia Eduardo, mirándolo con adoración.

Tenían casi un año juntos y su relación era magnífica. Él era tierno, detallista y considerado. Un hombre romántico como pocos, y siempre la apoyaba en su trabajo. Era prácticamente perfecto... Excepto por un detalle: Su familia

Justo en ese momento, como si los hubiera invocado, su celular anunció una llamada de su suegra. Bety soltó un suspiro de pesar y respondió.

— Hola doña María, buenas noches. — Dijo con algo de desgano, activando el altavoz. — ¿Qué hace despierta tan tarde? ¿Se siente mal?

— ¿Y cómo quieres que me sienta bien con el trato tan vergonzoso que me das? — Preguntó la mujer, visiblemente enojada.

Beatriz y Eduardo se miraron sorprendidos por un momento.

— ¿De qué trato habla, señora? — Preguntó ella. — Me temo que no le estoy entendiendo. Ya es casi media noche, yo no la he visto a usted en toda la semana. No comprendo su llamada.

— ¡Vi las fotos de la fiesta a la que fueron! ¿Y no me llevaron? ¿Cómo me pudieron hacer algo así? ¡Que no se te olvide de que Eduardo, antes de tener mujer, tuvo madre! Es su obligación llevarme con él a todos lados.

— ¿Cuáles fotos? — Preguntó Bety, sorprendida. — ¿Cual fiesta?

— Ay, cariño... — Dijo él, apenado, en voz baja. — Subí unas fotos del evento de esta noche.

— ¡No era una fiesta a la que pudiéramos llevar a nadie! — Exclamó Beatriz, empezando a sentirse molesta. — ¡Fue un evento del hotel, que me tocó organizar a mí y yo me pasé la noche trabajando!

— ¿Y crees que me voy a tragar esa mentira? — Preguntó la mujer. — ¡Sólo lo estás diciendo para salir del paso! Tú eres una total egoísta que está poniendo a mi hijo en mi contra. ¡Él sabe perfectamente que una madre es primero que todo!

— Excepto para cosas de trabajo. — La interrumpió Beatriz, con firmeza. — Esa no era una fiesta particular. Fue un evento que me tocó organizar para los proveedores del hotel y no estaba contemplado invitar a nadie fuera de ellos, así que le voy a suplicar que deje de hacerme reproches sin razón. Es tarde, estoy agotada y sólo quiero descansar.

— ¡Eres una grosera! — Gritó la mujer. — Yo no sé qué diablos vio mi hijo en ti. Eres tan soberbia, tan presumida y lo estás convirtiendo en un egoísta igual a ti. Como tú no tienes mamá y nunca la has tenido, no sabes la importancia de una en la vida de sus hijos.

— Eduardo... — Dijo Bety, mirando a su novio con enojo.

— Mamá, ya es tarde, ve a dormir que te va a hacer daño esta desvelada. Mañana te llamo. — Dijo él, apenado.

Beatriz lo miró asombrada y cortó la llamada.

— ¿Luego te llamo? — Preguntó con enojo. — ¿Sólo eso? ¿No fuiste capaz de defenderme y aclararle que la fiesta era por trabajo? ¿Por qué la dejas insultarme de esa manera? ¿Y por qué, en primer lugar, tomaste fotos y las subiste a tus redes personales cuando eso era un evento interno al que nadie más tendría acceso?

— Cariño... — Dijo él, mientras se estacionaba frente a la casa. — Yo estaba tan orgulloso de lo que hiciste que sólo quise presumir tu trabajo. No lo hice por nada malo.

— ¿Y tu mamá dice que yo soy la presumida? ¡Yo jamás publico cosas de mi trabajo! ¡Nunca publico nada personal en mis redes! ¡Lo único que hago es compartir memes o frases motivacionales! ¡Tú eres el que siempre anda poniendo fotos de todo lo que comes o a dónde carambas vas o lo que te compras! ¿Para que siempre me echen la bronca a mí? ¡No es justo!

Eduardo no respondió nada, Beatriz tampoco volvió a hablar, se sentía de mal humor. Todo lo espectacular que había resultado la noche ya se había arruinado. Bajó del auto sin esperar a que él le abriera la puerta y se dirigió a la casa, haciendo sonar sus tacones. Entró y se giró a mirarlo.

— Estoy enojada. — Dijo tratando de parecer calmada. — No es la primera vez que tu mamá o tu hermana me agreden sin razón y tú no das la cara por mí.

— Cariño, no te enojes. — Dijo él acercándose a tratar de abrazarla. — Recuerda que mamá está enferma, no quería alterarla, es sólo eso.

— Y, entonces, que me altere yo. ¿Cierto? — Preguntó ella enojada. — Eduardo, te lo advierto, si tu mamá o tu hermana me vuelven a faltar al respeto y tú lo permites sin hacer nada, esto se acaba. ¿Entendido? En verdad se acaba. Te amo, pero no voy a estar soportando toda mi vida a este par de abusivas. ¡O me das mi lugar o terminamos!

— Beatriz... — Dijo él, con seriedad.




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