—Permiso, necesito hablar con usted un minuto—pronuncio entrando a la oficina del jefe del restaurante donde trabajo de mesera.
—Te escucho—responde un tanto indiferente sin apartar la vista de su teléfono.
—Necesito el día de mañana libre...
—No—me interrumpe cortante sin siquiera escuchar mi justificación.
—Pero señor mañana tengo una reunión de padres en la escuela de mis hijos.
—Lo siento Sofía...
—Daniela—lo corrijo y me mira un momento—Daniela es mi nombre.
—Daniela, Sofía, da igual como te llames, aquí no hay días libres, has leído en los periódicos la cantidad de desempleados que hay en el país.
—Pero señor son mis hijos—afirmo y me mira de arriba a abajo, estoy un tanto despeinada y sin maquillaje, la verdad que preparando a los niños en la mañana para el colegio no me da tiempo arreglarme mucho y el uniforme no coopera aunque mi cuerpo no está tan mal. Es cierto que cómo te ven te tratan cuando llegué a este país con ropa fina y bastante arreglo personal todos me trataban bien, como a alguien importante, pero esos tiempos pasaron.
—Has lo que quieras, pero te advierto que tendrás que abstenerte a las consecuencias—agrega haciéndome una seña con la mano de que salga de su presencia. —Ya sal estoy ocupado—agrega mientras bajo la cabeza y salgo de allí.
*********
—¿Qué te ha dicho? —pregunta Sofía mientras espero que me den un pedido, ella que además de ser mi compañera de trabajo es mi amiga y fue quien me ayudó a conseguir este trabajo.
—Pues no entendí. Me dijo has lo que quieras pero te advierto que tendrás que abstenerte a las consecuencias. —respondo y sonríe.
—Amiga es en serio, eso quiere decir que si faltas y alguien con menos problemas quiere tu puesto se lo da sin dudarlo. Te recomiendo que no faltes.
—No puedo faltar al día del padre en la escuela, los niños necesitan que los apoye...
—Pero también necesitan: comida, ropa y dinero. —exclama y ambas nos callamos al ver acercarse al jefe
—Tú—exclama dirigiéndose a mí—atiende al cliente de la mesa 4 que está en la zona Vip y ten mucha cautela, es un extranjero, un hombre de negocios que reservó esa mesa para cenar todos los días en este mes, pues estará cerrando negocios importantes por todo el país.
—Está bien, voy por su pedido. —pronuncio saliendo de allí y acercándome a la zona Vip donde cada mesa está en un apartado separado del resto, normalmente la usan para cerrar negocios y personas que van a citas románticas y tienen bastante dinero. Al entrar el sujeto está leyendo uno de los periódicos del país que le cubre el rostro pues lo tiene justo frente a su cara.
—Permiso, buenas noches—digo acercándome y poniendo la carta sobre la mesa—aquí está el menú, si desea puedo traerle alguna bebida mientras elige que va a cenar.
—¿Daniela?— escucho la voz del sujeto mientras deja caer el periódico sobre la mesa y me mira asombrado. Me quedo estática mirándolo y trago en seco, no....no puede ser él... Esto no puede estar pasando, luego de 7 años, en un país diferente y en una vida diferente no puede ser que me haya vuelto a encontrar con este desgraciado.
—Cuanto tiempo—pronuncia mientras mi respiración se acelera un poco y comienzo a ponerme nerviosa. Sigue siendo apuesto y fuerte, me sonríe cínicamente como si nuestro matrimonio hubiese acabado en buenos términos y su presencia en este lugar no hace más que generarme pánico, solo quisiera salir corriendo de allí, o hacerme pasar por otra persona, Marcos no puede saber nada de mí ni de mis hijos.
—Si cuanto tiempo. —respondo con la voz entrecortada.
—¿Trabajas aquí? —pregunta poniéndose de pie.
—Sí, mejor voy por alguna bebida para traerle—digo y me volteo, pero él me sostiene el brazo.
—Daniela—dice y cierro los ojos con miedo—te he extrañado mucho Daniela.
—Suéltame, tengo que trabajar—expreso intentando zafarme de su agarre, pero me sostiene con más fuerza aún.
—Te divorciaste por rebeldía y desapareciste de mi vida, no he dejado de buscarte todos estos años y mira donde estabas escondida. No me dejaste explicar nada.
—No había nada que explicar—respondo secamente mirándolo con decepción.
—Todos nos equivocamos, sabes que solo quería que estuvieras bien, que fueras una princesa, mi princesa y mira donde te llevaron tus decisiones.
—¿Una princesa? —pronuncio mirándolo fijamente a sus ojos café que me sostienen la mirada. —No, no quiero ser una tonta y débil princesa nunca más. —pronuncio y cuando ha bajado la guardia safo mi brazo de su agarre.
—Todos merecemos una segunda oportunidad, siempre decías que Dios da muchas oportunidades cuando querías que cambiara.
—Pero no soy Dios y tú tampoco cambiaste—respondo.
—Te equivocas, si he cambiado, vamos a vernos cuando salgas de tu horario de trabajo. Tenemos muchas cosas en las que ponernos al día—dice y lo miro con rabia y resentimiento.
—Solo has de cuenta que somos dos desconocidos.—exclamo y me mira asombrado y medio dibuja una sonrisa en su rostro.
—¿Desconocidos? Tú y yo nos amamos y lo sabes.
— Marcos yo nunca volvería a salir con alguien como tú. —me apresuro a responder.
—Y yo ni en 7 años me he olvidado de ti—pronuncia mientras camino alejándome de él
—Esto no termina aquí—murmura hablando consigo mismo—llevo 7 años buscándote como loco y la vida te pone justo frente a mí cuando ya había perdido todas las esperanzas—exclama sonriendo —ni pienses que te perderé de nuevo.