No quiero ser princesa

Capítulo: 4

—Marcos parece que no recuerdas todo lo que pasó entre nosotros, todo el daño que me hiciste—explico—yo nunca voy a volver contigo... 

—¿El daño que te hice? —me interrumpe—la única que has dañado a todos eres tú, te fuiste de mi lado ante mi menor error, cuando vivías como una princesa, tenías todo lo que pedías. 

—¡No quiero ser princesa! ¡No quiero que me den todo en la mano! quiero ser feliz, libre, respirar, bailar, usar la ropa que me guste y jamás voy a permitir que ningún hombre me prohíba las cosas que tú me prohibías ni que me trate como me trataste—exclamo.

—Eso no te daba derecho a ocultarme que teníamos dos hijos—cambia de tema pues no quiere que le recuerde el verdadero motivo de por qué nos separamos. 

—No sabía que hacer, estaba desesperada. 

—Desesperada por buscar a otro, por ser libre—exclama con sarcasmo—siempre haciendo lo que quieres sin pensar en los demás. 

—¡No tienes derecho a juzgarme y menos a opinar en mi vida! 

—La vida de mis hijos —me corrige. 

—Solo has de cuenta de que nunca nos volviste a encontrar y aléjate de mi vida. 

—Eso nunca, ya te dije que tú y yo vamos a criar juntos a nuestros hijos—dice acariciando mi rostro y alejo su mano de sobre mi cuerpo. 

—¡No vuelvas a tocarme! —pronuncio y mi respiración se torna un tanto agitada y doy un paso hacia atrás. 

—Daniela te prometo que superaremos todo esto juntos y seremos una familia feliz. 

—No voy a volver contigo , ni siquiera lo sueñes, dejaré que veas a los niños porque ellos también necesitan la presencia de un padre pero ya no más. 

—No me estás entendiendo mujer—dice pasándose las manos por el rostro con furia—voy a estar con mis hijos 24/7, voy a recuperar todo el tiempo que perdí con ellos, que tú me quitaste. Ahora solo tienes dos alternativas o te casas conmigo o voy a mover cielo y tierra para conseguir la custodia permanente de los niños. 

—¿Crees que me vas a asustar? Marcos no soy la misma tonta de antes, la que no hacía más que llorar cuando la lastimabas. Podría casarme con cualquier hombre menos contigo y nunca dejaré que me alejes de mis hijos. 

—Eso lo veremos. 

—Vete de mi casa o llamo a la policía —exclamo abriendo la puerta y se queda mirándome fijamente de arriba a abajo. Saco el teléfono del bolsillo de mi pantalón y comienzo a marcar a la policía. 

—Esto apenas está empezando. Que descanses mi amor—dice volteándose y saliendo. Tiro la puerta con fuerza, cuelgo la llamada y me recuesto a la puerta cubriéndome el rostro con las manos y termino sentándome en el piso, unas lágrimas comienzan a rodar por mi rostro y las manos me tiemblas haciendo que deje caer el teléfono a mi lado. 

—No me puede estar pasando esto—pronuncio sin poder contener el llanto. Justo cuando ya mi vida estaba en calma nuevamente aparece este hombre poniendo mi mundo de cabezas, lo odio, le temo, ni siquiera sé como reaccionar cuando está a mi lado. Llegó para arruinarlo todo, pero no dejaré que me quite a mis hijos, tampoco me casaré con ese monstruo. Cierro los ojos y aprieto mis puños con fuerza, mis recuerdos me devuelven a algunos años atrás. Donde una bofetada me hizo caer sentada en la cama, levante mi vista y unas lágrimas se deslizaron por mi rostro. El hombre que juró protegerme todos los días de mi vida acababa de pegarme. 

—¡Quítate ese maldito vestido! —me ordenó—¿Qué eres? ¿una prostituta? —cuestionó mientras lo miraba con rabia, no había nada de malo en mi vestido, un vestido rojo, justo al cuerpo unos cuatro dedos por encima de la rodilla que hacía que me viera muy bonita 

—¿Qué tiene de malo? —pregunté tragando en seco y me haló por el brazo con tanta fuerza que me paré en un instante y casi me tiró frente al espejo. 

—¡Mírate! —ordenó levantando mi rostro hacia el espejo—No pareces una mujer decente, no quería una zorra quería una esposa que me representara. Quítatelo y ponte algo apropiado, te espero abajo—

—No iré—exclamé—Me voy de esta casa. 

—¿Qué demonios dices? —preguntó y bajé la mirada, tenía miedo, estaba temblando, solo tenía 19 años—¿A caso tienes otro hombre? ¿es eso? 

—No hay nadie más, pero mira como me tratas, no eras así antes. 

—Solo buscas una excusa para dejarme, pero no lo harás, te quedarás aquí para que pienses bien las cosas—pronunció saliendo y cerrando por fuera con llave. 

—¡Marcos! ¡Ábreme la puerta! ¡Marcos!¡Qué me abras!—exclamé, grité, pataleé pero no abrió. Me acosté a llorar durante horas preguntándome qué había hecho mal, en qué había fallado, ese no era el hombre detallista y cariñoso con el que me casé. Me miré en el espejo con el vestido puesto, no veía nada malo. ¿Sería culpa mía? me cuestioné e incluso dudé de mi misma. Hacía solo unos meses nos habíamos casado, me trataba como una reina delante de todos, delante de mi familia, nadie me creería si le contaba cuanto había cambiado o cómo era en realidad. 
—Tengo que irme de esta casa—murmuré acariciando la mejilla donde me había pegado, la misma mejilla que tantas veces había besado antes y ahora sentía el ardor de su mano sobre ella. Me sentí indecisa, no podía explicar cómo el hombre de mis sueños, mi príncipe azul se estaba convirtiendo en un mostruo, estaba indecisa ensi escapar y tirar todo por la borda o intentar arreglarlo, si estaba segura de una cosa es que a pesar de todo me quería, todos nos equivocamos y eso me llevó a pensar en ese instante que se merecía una segunda oportunidad y fue la peor decisión que tomé en mi vida. En ese momento no me di cuenta, aún estaba cegada por todo el amor que le tenía, pero princesa cuando el príncipe azul se convierte en monstruo la única alternativa es huir.

 




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