No quiero ser princesa

Capítulo: 9

Capítulo: 9
Me despierto con el timbre de mi teléfono, anoche me desvelé pensando tantas cosas, miro la pantalla y respondo enseguida al ver que se trata de Santi. 
—Buenos días—respondo.

—Te quiero lista en una hora, voy a pasar por ti—se adelanta a decir dejándome sorprendida. 

—Santi ¿lista para qué? 

—Para tu nuevo empleo mi reina. Le hablé de ti a mi jefe y necesita varios empleados, dice que lo que más hay es trabajo. 

—Sabes que te adoro ¿lo sabes verdad? —exclamo.

—¿Qué me adoras? ¿Me adoras? Eso no es suficiente reina, esta tarde tienes que darme de cenar y ya sabes los sofisticados que son mis gustos culinarios—dice haciéndome sonreír. 

—Mil gracias. 

—Ya deja de decir gracias, Daniela eres mi mejor amiga, casi mi madre, es más estoy al darme en adopción a ver si me recoges ya mi madre está dando la lata de nuevo con el tema del matrimonio, pero ya cuelga y prepárate y te quiero linda hoy—dice antes de colgar. 

—Gracias Dios mío—digo radiante de felicidad, por lo menos he comenzado el día con una buena noticia. 

*******
—Elí, ella es Daniela—nos presenta Santi y lo que menos imaginaba es que su jefe era tan bien parecido, alto, fuerte, carácter recto y muy amable. 

—Mucho gusto—dice extendiéndome la mano—el trabajo es solo hasta la boda, pero hay bastante que hacer, habrá mil invitados—exclama dejándome asombrada y mis ojos lo demuestran

—¿Mil? —pregunto y Santi me choca el brazo pero es que a veces me cuesta un tanto evitar decir lo que pienso. 

—Es que Olivia, mi prometida quería la boda más llamativa y lujosa del año—exclama mientras una chica linda, alta de pelo rubio, que parece ser una modelo de revista se acerca y él la besa apasionadamente olvidando que estamos allí. 

—Esa es Olivia—me dice Santi en voz baja. Y cuando el beso termina los ojos de Elí la recorren de arriba a abajo, me quedo mirando la escena, la choca va con un vestido recorto y lo bastante ajustado como para que me quede pensando como logró entrar en él, juro que es una talla menos que la que usa. 

—¿Sucede algo amor? —pregunta ella y puedo jurar que ahí va la discusión pero no. 

—Wow, te ves hermosa mi amor. No te imaginas lo afortunado que me siento de que seas mías—le dice dejándome boquiabierta. 

—Santiago llévala a donde madre, ella le dirá que hacer—dice tomando la mano de su novia y llevándosela felizmente lejos de allí mientras los observo desde allí. 

—Creí que iba a reclamarle por el vestido... 

—¿Ese vestido? —pregunta Santi divertido—tendrías que ver sus redes sociales, la sigo hasta por correo electrónico. 

—Pervertido.—exclamo y me lanza una mirada pícara. —Es una diosa, habría que ser ciego para no mirarla y Elí la adora. Le regaló el auto del año, le costeó su carrera universitaria apenas se hicieron novios, patrocinó el negocio de su padre y mira esta boda, ¿quién hace una boda de mil invitados? , todo un derroche de dinero por donde lo mires. Pensándolo bien si tuviera que escoger entre casarme con ella o Elí lo escogería a él sin dudar—dice burlándose—ya nadie quiere así hoy día. Bueno, te llevaré a donde la señora Elionor, no te asustes que no es tan agradable como Elí. 

*************
—Tú—dice la señora señalándome mientras organizo algunas cosas—ve y limpia las artesanías y búcaros de la sala, la boda es en el jardín, pero debe estar limpio todo—Explica y asiento con la cabeza, camino hasta la sala, esta casa es enorme, el jardín es tan grande que caben ampliamente más de mil invitados, todo está lleno de empleados por todos lados, y entran y salen constantemente personas con útiles para la boda, imagino que esa boda será la portada de todas esas revistas de chismes de famosos. 

—Disculpa—exclama una empleada que me choca y se aleja haciéndome tambalear un poco y tropiezo con un búcaro enorme que cae al piso haciendo tremendo estruendo. 

—¿Qué ha pasado? —escucho una voz ronca tras de mí mientras me estoy agachando impactada a recoger los trozos rotos, maldita sea, es lo único que me faltaba, con los ricos que son esta gente apuesto que ese búcaro costaba más que mi riñón. 

—Yo... lo siento—digo con la voz agotada mirando los trozos que sostengo en la mano—por favor no me mande a prisión—exclamo apretando los pedazos que sostenía entre mis manos—tengo dos niños pequeños y estoy luchando por su custodia—exclamo echándome a llorar sentidamente perdiendo la noción de donde estoy, pero no lloro por eso solamente sino por todas las situaciones que se me han acumulado y que están fuera de mi alcance—si voy presa perderé la custodia de los niños—termino diciendo entre lágrimas y él me mira en silencio sin decir nada. 

—Pero qué demonios ha pasado aquí—pregunta la señora de la casa interviniendo. Ahora si estoy perdida, ¿qué será de mi vida ahora? esta mujer tiene un carácter tan feo que creo que ni el diablo comprara su alma si se la vendiera. —No me digas que tumbaste mi búcaro italiano.

 




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