Tomo a Daysi y Nancy y vuelvo a jugar. Quiero más juguetes, así que me levanto a buscar entre las cajas que hay en la habitación.
—La policía nos dijo que el señor que estaba con la niña era uno de los cabecillas de una organización de tráfico de niños —escucho que dice el hombre mientras busco juguetes. —Encontraron a ciento cincuenta niños secuestrados y treinta cuerpos abiertos dentro de una caseta.
—Dios mío… —responde Dayan, horrorizada—. ¿Encontraron algo sobre su familia? La niña espera a sus padres. Dijo que ellos aparecen en las noches, porque durante el día salen.
—Imposible —responde el hombre—. Sus padres eran los Vásquez, una de las familias más adineradas del país. Fueron asesinados hace tres años. Se pensó que su hija también había muerto, pero resulta que estuvo secuestrada todo este tiempo.
—¿Cómo puede ser? —dice Dayan, sin entender—. Ella está en perfectas condiciones. Los estudios médicos no muestran signos de maltrato. Su mente está un poco colisionada, sí, pero no hay rastro de heridas ni agresiones.
—Según las investigaciones, ella tenía un trato especial. Es la única de todos los niños secuestrados que no muestra signos de abuso —responde el hombre.
—¿Pero por qué? —escucho susurrar a Dayan.
Saco un peluche de oso. Se ve bonito, pero tiene la espalda descosida, así que lo regreso y busco otro.
—Con los últimos análisis médicos descubrieron que la niña tiene un tipo de sangre único, uno que menos de diez niños en el mundo poseen. Ese tipo de sangre se vende muy bien en el mercado negro —continúa el hombre—. Además, encontraron grandes cantidades de zolpidem en su organismo.
—Así que la cuidaban y la dormían para extraerle sangre y luego venderla… —murmura Dayan, estremecida.
Encuentro un peluche de unicornio y regreso contenta hacia Daysi y Nancy para seguir jugando.
Pasan unos minutos, y Dayan vuelve a entrar, pero se ve distinta, su sonrisa desapareció y luce triste.
Editado: 20.11.2025