Esmeralda se reclinó en la puerta, sintiéndose avasallada por la noticia que aún retumbaba en su mente, a pesar de haber pasado los mejores momentos con su amiga y cuasi cuñado a quienes amaba con todo su corazón.
No sabía porqué ese golpe tan suave y certero a la vez, le llegó tan hondo, sin embargo, al levantar la vista, se encontró en ese escenario sombrío en el que vivió, mirando esa prueba de embarazo negativa bajo la presión de su esposo que estaba en la cocina, aguardando por una respuesta que ella sabía que no sería de su gusto.
No le había comentado que estaba tomando los anticonceptivos, por lo que solo pudo responder de forma baja a su cuestión, antes de sentir su mano sobre su antebrazo, obligándola a ir a la estancia con él.
Enojado, inconforme, siempre molesto y ella... cansada, bajo ese sentimiento donde se sentía acorralada, inquieta, tratando de pensar cuál era la mejor forma de salir de ese infierno que ella misma se atrevió a aceptar.
Bajó el rostro, limpiando sus mejillas al pensar que aunque estaba bien en todo lo que conllevaba a su salud reproductiva, tal vez los estragos de la pastilla le habían causado alguna clase de infertilidad que no conocía.
Aunque a decir verdad, no duró demasiado tiempo tomando esas pastillas, sin embargo, pudo haber fallado en el proceso o bien, estar experimentando algún efecto secundario que se quedó consigo todo ese tiempo.
Negó, sentada en el mueble donde dejó el bolso que llevaba, metiendo las manos en sus palmas al inclinarse.
Escribió al número de Johnny unos minutos después, indicándole que ya estaba en casa, pensando que solo le quedaba hacer alguna cosa de la oficina para entretenerse.
Porque si bien Evia tenía algunos trabajos adelantados, le había cedido uno de ellos de manera exclusiva, para que se encargara de la decoración.
Era con la joven que había comprado la casa donde alguna vez ella quiso vivir y, tal vez tenía unos tonos para el estilo que quería mantener desde su mente, sin embargo, no todos los colores parecían encajar con el diseño de la estructura.
Lo último que hizo, fue probar con un una paleta de colores en tono marrón del que eligió el estilo desierto combinado con otros tonos que le hacían juego, tomando en cuenta el negro y el blanco para objetos y sitios que requerían pintura.
Ya casi terminaba con ella, por lo que buscó la aplicación que le daba un plano en tercera dimensión basado en esas combinaciones, enviando el boceto para luego ponerse manos a la obra.
Sin duda, su vida había dado un giro casi de revés, si es que quería nombrarlo, porque lo que no hacía antes, ahora era lo contrario. Necesitaba tenerlo listo y sabía que era por él y para él.
Su hombre no le había dicho nada desde el primer día. Lo único que hizo fue recoger lo que estaba frente a sus ojos, el desastre que tenía hecho e ir dándole forma a todo eso.
No se había quejado y cualquier tema que se presentaba, podían hablarlo de manera natural.
Todo encajaba en el volver a ser una mujer organizada, una fémina que solo quería que su compañero la viera, la encontrara por encima de cualquier multitud femenina, y una persona que cumplía sus sueños o al menos, revivía parte de ellos.
Johnny había llegado a cambiarlo todo desde que la oyó decirle atractiva y tal vez, desde que la besó, porque supo que volvía a ser deseada y por ningún motivo, iba a ser reemplazada por nadie más en su corazón ni en sus decisiones.
Por eso, ambientó el lugar, encendiendo unas velas cuando cayó la noche, sabiendo que ya estaba por llegar desde la última vez en que se comunicaron.
Ya había comido, a pesar del poco apetito y también se había dado un baño con su jabón.
Estaba ansiosa por verlo llegar, aunque eso no le impidió pasar un rato a tejer con su vecina Hertrud, quien cantó un poco mientras estaban juntas.
Quizás en ese instante, pudo leer su tristeza y no preguntar, porque la entonación que hizo le recobró un poco las esperanzas.
El corazón se le aceleró al oír pasos afuera, casi oyendo esa llave imperceptible que quería darle, aunque más que nada, se trataba de las que cargaba para los coches que llegaba a usar.
Verlo pasar le emocionó el alma, corriendo hacia él como una enamorada y empedernida, lanzada a sus brazos al sentir su palma grande contra su espalda.
Lo besó profundo, sedienta, con él sucumbiendo a esos labios que tanto extrañó durante esas horas, recobrando fuerzas luego de esa larga jornada.
—Jod...—Inspiró, hondo—. Esmeralda, tú eres lo único que quiero. Solo tú—gruñó, sabiendo que esa primera palabra solo eran para su intimidad, alzada en su cintura mientras deshacía con dificultad las prendas de su traje.
Él rasgó lo que llevaba, no sin antes admirarla, deseoso y hambriento de su mujer, a quien se aunó, cayendo juntos en el colchón, metido en sus piernas.
Las mismas lo rodearon, viendo ese cabello con algunas mechas rubias y negras esparcirse sobre la sábana, embelesado por la figura que amaba, volviendo en sí.
—Desde el primer día, no me equivoqué—susurró, asediado—. Eres atractiva, en todo tu esplendor.
—Johnny—oírla llamarlo lo aniquiló, fundido en la entrega, el abrazo y las caricias que fueron más de las que ambos imaginaron, al igual que la magnitud de esa llegada a ese mundo donde los dos supieron completarse a la vez.
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Editado: 21.07.2025