Tiempo después.
—Muy bien, quiero a todos listos para la foto—indicó, firme al ir llevando la bandeja hacia la cocina para que terminaran de preparar y servir lo que faltaba para la celebración del momento.
Su vientre abultado le pesaba un poco, solo que eso no era suficiente para detenerla de la dinámica.
Los hombres se encargaban de cargar lo más pesado y ella no se cohibía, ni desaprovechaba la oportunidad de darle besos a su hombre cada vez que lo tenía cerca.
—Te amo—le dio una sonrisa, recibiendo un toque en su parte trasera al salir de allí.
La felicidad podía palparse saliendo y entrando por esa puerta, por lo que no dudó en tocarse un poco al estar en la cocina, para sentir la patada de su bebé diciéndole que la amaba.
Comió algo de lo que tenían para el brindis, disfrutando de saciar su hambre y antojo al sentir una mano tras su hombro.
—Oye, no te estés comiendo todo como un ratón—regañó la jovencita, buscando un vaso de agua al sonreír mientras la veía.
—No, pero si no es como un ratón. Es a la clara, como dicen ustedes dos—respondió, burlona.
—Ay, mamá—Evia la tomó, dándole un abrazo y un beso, llena de orgullo por el camino que su muchachita había alcanzado, dejándola ir a los pocos minutos.
Giró, ampliando el gesto en sus labios al ver a su mejor amiga acercarse, hermosa como siempre y más radiante después de haber dado a luz.
Esos meses fueron cruciales para su bienestar; le había sentado de maravilla haber priorizado su salud, seguir las indicaciones de la doctora y tomar la terapia para manejar esos episodios de humor cíclicos que experimentó en su tiempo de embarazo.
Verla mejor, era de sus más grande dichas. No podía sentirse más agradecida y feliz por tenerla bien, por saber que había pasado el postparto sin ninguna secuela, siempre monitoreada y recibiendo la ayuda necesaria.
—Evia—Esmeralda se acercó, buscando su mano mientras cargaba a su hijo en el costado izquierdo, viendo de soslayo que jugaba con su cabello y un carrito, brillando esa cabellera rubia y esos ojos azul grisáceo que sacó de sus papás—, no habíamos tenido tiempo de hablar sobre esto, pero quiero decirte que tu apoyo fue muy importante para mí—asentó, atenta—. Fuiste mi rescate cuando yo quise alejarme del mundo y arruinar el que iba construyendo—mencionó—. Si no hubiera sido porque Johnny te llamó...—negó—. Sé que lo tenía a él, pero..., gracias por no darte por vencida. De verdad—apretó su palma.
—Siempre ha sido un placer para mí, diva de mi alma—acotó—. En tus momentos de crisis, ya no te empeñes en querer apartarme—apuntó—. Somos uña y mugre, Esmeralda. Es imposible que haya alguna forma de alejarme de ti.
—¿Aún si me mudo a la casa de Johnny? Porque no está muy cerca que digamos—mencionó, habiendo querido soltarlo, antes, solo que no habían podido hablar bien con tantas responsabilidades encima.
—Hablaré con Davon para mudarme al lado de ti, ya verá qué hace él si quiere seguir viviendo aquí y no con esta carne—las dos rieron como nunca, dándose un abrazo al su chiquitita no tener inconveniente en que eligiera un nuevo lugar que complementaría con la nueva vida al lado de su esposo—. Total, él sabe que no puedes escapar de mí —ambas se vieron, emocionales mientras la mayor acariciaba su vientre, sintiendo a su sobrina moverse con gusto en el vientre, notando que una de las patadas le causó una mueca que la hizo estar alerta.
—Deberías sentarte un poco—hizo una expresión, aunque la guió al mueble que había cambiado de posición al llevarlo más cerca del ventanal, donde también estaba esa mesita adornada, con la mesa de comedor que ya se iba ampliando cada vez más.
Los demás fueron llegando, saludando a cada uno mientras estuvo a un lado de su amiga, recostada de su hombro al seguir pasando las manos por su vientre.
Se sentía bien con la noticia de su amada amiga.
La verdad, se merecía un cambio, aun si los dos se sentían bien en ese apartamento donde empezaron, solo que ya era hora de volar.
Los dos eran adultos y ya tenían un hijo de un año y unos meses al que estaban criando con amor, a la vez que le daban el cuidado necesario.
No sabía qué tipo de educación habían tomado la decisión de darle, lo que sí estaba consciente era que iban un paso a la vez, incluso en el tema de los hijos y el poder tener otro más adelante, habiendo empezando con ese, les había enseñado mucho y al mismo tiempo, ellos le enseñaban todo lo importante a él.
Cuando todo estuvo listo y la presencia de los demás ya llenaba la sala, supo que los murmullos y las historias le estaban haciendo mal.
Pensaba que era algo pasajero, no obstante, la incomodidad la estaba sobrepasando al punto de quedarse en voz alta.
—¿Qué? ¿Qué sucede?—El silencio reinó al dejar todo lo que tenía en sus manos en la mesa para ir con su mujer.
—Se siente como un calentón—jadeó, tocando esa esquina izquierda—. Davon, no quiero que pase nada malo.
—Ven—intentó ponerla de pie, afectada para caminar, listo para elevar su cuerpo.
—Espera—detuvo, ampliando los ojos al experimentar esa corriente, con el líquido llenando el suelo al estar de pie—. No puede ser... Pero no puedo dar a luz ahora. No son los nueve meses—farfulló, llena de pánico.
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Editado: 21.07.2025