Pese a que trabajé la mayor parte del tiempo, también salí a muchas cenas a diferentes sitios con Aleksis. En nuestro tiempo libre recorríamos la ciudad; visitamos museos y fuimos a las diferentes zonas. Él veía todo maravillado, por mi parte me ocurría algo similar, pues muchas veces había estado ahí, pero pocas veces lo había visto con los ojos de un turista.
Viví en la ciudad por más de veinticinco años; cientos de veces me escape de la escuela para ir con mis amigos de visita a plazas o bosques; me críe entre la ciudad mientras viajaba de una alcaldía a otra, de un museo a otro mientras me creía conocedora. Con Aleksis me doy cuenta cual ignorante he sido todo este tiempo, y que no por vivir en cierto lugar necesariamente se conoce a profundidad.
Ambos trabajamos, cenamos y visitamos la ciudad, pero también salimos a otros estados cuando tenemos tiempo libre. Nuestras redes sociales se llenan de fotografías de ambos y parecemos una pareja, aunque a mi parecer, no lo somos. La gente llena de corazones y comentarios las fotos, tanto que mi madre se ilusionó que era la persona especial en mi vida.
Tenía que estar pasándomelo en grande —y no lo niego, él transmite vibras increíbles y únicas—, tenía que estar ilusionada, pero no conseguía reaccionar con el hecho de que alguien me quisiera de esta manera y que pareciera que soy la única persona que existo cuando estamos juntos.
También mensajee mucho con Alexis, algunos días nos reuníamos a cenar, aunque fueron momentos muy breves porque él parecía estar ocupado y en algunos casos yo me quedaba a hablar con el señor Hasbun, pues conversar con él se volvió un hábito y uno interesante, de hecho.
Nunca creí poder llevarme bien con alguien mayor —diez o quince años, tal vez— que no fuera de mi familia (y cuestionando el hecho, además), pero con el director era diferente, teníamos muchos gustos en común y siempre tenía un tema de conversación. Descubrí que proviene de Guanajuato, estuvo casado un tiempo y después se divorció —evidentemente pienso en mis padres—, habla de libros, de metas, sueños y me platica sobre algunos proyectos de la editorial. Todo suena maravilloso.
Y entre el tiempo donde mi vida parecía perder parte de su monotonía, la boda de mi hermana cada vez parece más cercana.
Odio los eventos que involucren más de diez personas, pero como sé que tan importante es esto para ella tengo que ir, porque la quiero, aunque no hablamos mucho. Casi siempre deseo hacer felices a las demás personas.
Le pedí a Alma que me acompañará a la última revisión del vestido y retoque de mi cabello y envío el obsequio. Todo parecía listo, pero no quería ir sola, aunque dos de mis amigos irían.
—¿Debería invitar a Aleksis o a Alexis? Sé que Alexis me rechazaría, pero no estaría mal intentarlo…
Alma rueda los ojos.
—¿Por qué siempre hablas de ellos?
—Porque ambos me gustan.
—¿Por qué no vas sola ya que yo no puedo ir? —pregunta.
—Es una opción…
Pero no.
La idea principal era pedirle a Alexis que fuese conmigo a la boda de Liz, pero termine pidiéndoselo a Aleksis. Él por supuesto que acepto sin ningún tipo de problemas. Sabía que en el fondo le emocionaba y tenía ganas de conocer a mi familia, aunque le apena pedírmelo, pero yo moría de nervios de que aquello ocurriera.
Llega el día.
Lo que significa estar lista a una buena hora. Ambos salimos del edificio, subimos al auto y él conduce directo a la hacienda.
—No es tan malo —dice él—, solo verás a tu familia.
Y justamente ese es el problema. Mi familia nunca ha sido una familia ejemplar, siempre hemos tenido malos y buenos momentos —más malos que buenos—. A veces pienso que el hecho de que mi madre y mi padre se reúnan una vez más puede ser motivo de una guerra. Espero que hayan arreglado sus problemas.
Llegamos al lugar de la ceremonia, es una antigua hacienda. Respiro hondo antes de bajar; le sonrío a Aleksis y entonces bajamos mientras caminamos lentamente a la gran puerta. Desde la lejanía veo a mis molestas tías lejanas y políticas (¿De verdad, Liz?), gente saludándose mientras entran a la hacienda.
—Mara —escucho una voz tras de mí. Maldigo en voz baja al tiempo que sonrió.
—Mamá —digo con seriedad, después desvío la mirada y veo a mi abuela así que la abrazo—. Abue.
—Sabía que no le fallarías a Liz, pero tus tatuajes me fastidian, ¿no pudiste cubrirlos? —dice mi madre mirando mi brazo izquierdo y rueda los ojos, aunque después pasa su mirada a Aleksis—. ¿Es quien sale en todas tus fotos? —asiento mientras ruedo los ojos. No son todas mis fotos, solo un par—. ¿Al menos puedes presentarnos, Mara?
—Mamá, abuela él es Aleksis Stenvall —los señaló—. Aleksis, ella es mi mamá, Isabel y mi abuela, Vicenta.
Aleksis sonríe mientras estrecha manos de ambas, mamá lo halaga y sé desde ahora que lo ama. La verdad es que todos aman a Aleksis, es inevitable.
Por mi parte ayudo a mi abuela a caminar así que voy a paso lento mientras que mamá y Aleksis entran y toman asiento. Mi abuela me toma de las manos mientras me dice un par de palabras. Mientras caminamos veo a mi hermano, a mi padre, a los amigos de mi hermana y a muchos otros desconocidos. Tomamos asiento junto a Aleksis.
#21803 en Novela romántica
#3744 en Chick lit
drama amor amistad tragedia, amor amistad drama romance, drama amor adolescente dolor desamor
Editado: 13.12.2021