No me molesta ni odio a Katia, solo no me guste que no piense antes de hablar; puesto que existe tres elementos importantes a la hora de comunicarnos: pensarlo, sentirlo, hablarlo; sin uno, difícilmente el mensaje será el ideal.
Y Katia solo habla, eliminando los otros dos elementos.
El silencio se apropia de la habitación, Katia sonríe con maldad, en cambio, su madre ríe con incomodidad. Mi madre y Julia están rojas de vergüenza y me miran fulminantemente. Mi abuela, Emilio, Sebastián y Aleksis no saben muy bien lo que ocurre. Antonio aún procesa la información. Mi hermana la mira con desaprobación. Y yo doy otro sorbo al caballito donde tengo servido el tequila.
Ojalá pudiera beber la botella de un trago, pero ahora mismo y perder la conciencia, pero solo siento como el alcohol ha abandonado mi sistema.
No tendría porque avergonzarme de mi vida sexual activa —o no—, pero me avergüenza que sea frente a ellas, y con esto no significa que pretenda actuar con mojigatería, pero prefiero que sea personal. Excepto que dejo de ser personal cuando por accidente ella escuchó mientras hablaba con Liz.
—Katia… —acusa mi madre.
—¿Qué tía? —reclama—. ¿Acaso no tengo razón? Ella misma te lo puede decir —respira sonriendo—. Además es guapísimo —resalta la palabra—, y viaja mucho, así que conoce a mujeres hermosas pero aún así decide salir con Mara. Que raro y sospechoso.
—Mara es bonita —dice mi madre.
—Soy bonita —añado en un murmuro. Parece que el tequila empieza a hacer efecto y pienso en lo que quiero decir citando a Sylvia Plath «De las cenizas me levanto, con mi cabello rojo y devoro hombres en el aire», pero me callo—. De hecho, Katia, soy hermosa.
«Lo eres» susurra Aleksis besando mi frente y sin liberarme del abrazo de un brazo. Katia bufa sin ánimos.
Nadie parece interesado en añadir algo mas hasta que mi madre habla:
—¿Y han pensado que harán cuando Aleksis decida volver a viajar?
No, la verdad no, pero solo sonrío.
—No es ningún problema —respondo entre una risa nerviosa, pero para mí si que es un problema.
La conversación deja de centrarse en mí y pasa a la vida de mis hermanos, como yo no tengo interés me levanto mintiendo que voy al baño, pero en su lugar tomo mi bolso y salgo de casa sentándome en la banqueta, después saco un cigarro de mi bolso y lo enciendo dando un par de caladas en las que me cuestiono que es lo que estoy haciendo.
No quiero fumar más, pero es inevitable, porque es lo similar de tronarse de los dedos de alguien nervioso; el llorar en medio de la desesperación. Pero como llorar me cuesta un poco más de trabajo y odio tronarme los dedos, prefiero fumar. A mi mente llegan las palabras de Alexis acerca de fumar y el como lentamente me estoy matando.
No me quiero matar de esta forma, pero es inevitable.
Doy otra calada al cigarro y siento a alguien sentarse junto a mí, al mirar de reojo veo a mi hermana, quien me sonríe con amabilidad y analiza mi cigarro. Ella sabe que fumo, llevo años haciéndolo, pero últimamente ha sido más seguido.
—¿Cómo supiste que había salido? —pregunto.
—Escuche cuando cerraste la puerta —ríe. Supongo que no he sido la persona más silenciosa—. No puedo creer lo que dijo Katia.
Cierro los ojos con frustración dando otra calada.
—No pienses que soy así siempre, Lizeth.
Ella ríe con sutileza al tiempo que niega.
—Esta bien si te gusta que sea de esa manera —Se encoge de hombros—. Yo lo entiendo… mamá no, y esta bien; sin embargo, también parece que con Aleksis es diferente.
Apago el cigarro, levantando mi cabeza para ver el cielo, donde hay además un par de luces de colores desde la distancia.
—¡Claro que es diferente! —Apago el cigarro —. O creo… ni siquiera yo lo sé. No sé como explicarlo, porque yo le gusto, él me gusta, pero en el fondo sé que me gusta alguien más que ama a alguien más. Ojalá pudiera amarlos a ambos sin que fuese inaceptable —bufo—. Decirlo en voz alta es más absurdo que pensarlo, olvídalo.
—Si que eres complicada.
—Ya lo sé —dejo caer mi cuerpo sobre mis piernas y miro ligeramente a Liz—. ¿Es absurdo, cierto? Soy una terrible persona, porque él es bueno y amable… y nunca había conocido a alguien como él.
—Ahora que lo pienso, nunca habías salido con alguien en algo formal, ¿cierto? —asiento. Que molesto y vergonzoso no tener experiencia para las relaciones; sin embargo, recuerdo palabras de Rosa Montero: escribir novelas es lo mas parecido a enamorarme, con la ventaja que no se necesita de otra persona—. ¿Qué hay de Alexis? El de la secundaria… Creí que habían salido.
Suspiro hondo, no puedo creer que lo recuerde.
—Nunca pasó nada… solo éramos amigos —Mantengo mi rostro serio—. Nunca salimos. ¿Hubiéramos hecho buena pareja?
—La verdad: no —Me mira entre risas y después niega—. Honestamente pienso que los amores de secundaria no sobreviven… uno en un millón, tal vez —sonríe—. No pienses en eso, no fue y listo.
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Editado: 13.12.2021