La oficina se encuentra en silencio, puesto que llegue antes, de otro modo, podría parecer que nadie tiene interés en presentarse a trabajar, aunque no es un hecho que deba sorprender, porque si algo caracteriza a los mexicanos —sin generalizar, por supuesto— es la impuntualidad.
Además, es un viernes después de un puente. La gran mayoría no quiere trabajar.
Es la primera vez que llego temprano después de mucho tiempo y me siento una persona superior. Camino a través del edificio, saludando a algunos trabajadores de la limpieza, quienes responden, algunos con amabilidad y otros con indiferencia, y después me encuentro con el señor Hasbun. El jefe.
Me limito a saludarlo y él responde junto con una sonrisa, después mira el libro bajo mi brazo.
—¿”La traviata” de Ofelia Keats? —Asiento—. Es muy buena obra. Me atrevo a admitir que es una de las mejores del siglo veintiuno.
—Concuerdo —respondo—. Es muy buena, fue una recomendación de mi novio y la verdad es que no he podido parar de leerla.
El señor Hasbun sonríe y entonces me doy cuenta de lo que ocurre: confesé mi estado de relación —cosa que no tiene importancia, ni gracia—; sin embargo, sucede que siempre he preferido mantener mi vida privada fuera del trabajo, además, el hecho de decir “novio” me hace sonar como adolescente.
No me gusta esa palabra. Nunca me ha gustado.
De niña, cuando jugaba muñecas con Liz, normalmente emparejábamos a las barbies, y siempre evitaba a toda costa decir aquella palabra. Ahora me siento un poco tonta. Es una palabra un poco rara para mí y creo que definitivamente no define nuestro estado igual de complicado.
—Me alegra que haya encontrado el amor en una persona con tan buen gusto.
—Es un lector voraz —sonrío—. Siempre esta recomendando libros e intercambiamos títulos que nos gustan.
No entiendo de que forma comencé a hablar de Aleksis a mi jefe. Mi cabeza no puede reaccionar, quiero callarme, pero en su lugar, solo sigo hablando de Aleksis. Que vergüenza.
Una vez mas el jefe sonríe.
—Entonces son ustedes una pareja ideal —Vuelve a sonreír—. Que envidia.
—Seguro tendrá muchas oportunidades en el futuro, señor Hasbun.
—Eso es seguro —Vuelve a sonreír—. Éxito en su relación.
Agradezco. El señor Hasbun da media vuelta y camina hasta su oficina, yo también lo hago, aunque bastante avergonzada, no sé como he terminado hablando de Aleksis con el jefe, y lo que más admiro es que el jefe no haya mirado con rareza, ni incomodidad. Lo admiro.
Ixchel, César y yo hablamos un poco, después simplemente guardamos silencio y cada quien hace su trabajo manteniendo toda nuestra completa atención, aunque no niego que hay algunos momentos donde veo algunos mensajes, incluyendo los de Alma, quien me dice que tiene tiempo libre por la tarde. Es de este modo, como acordamos vernos.
Al llegar el momento de retirarnos de la oficina soy la última en salir, Ixchel y César han salido antes y nos hemos despedido, me han invitado a que tomemos algo, pero por ahora, prefiero ver a Alma. Quiero a los tres por igual, son mis amigos y los adoro, pero hoy, quiero hablar con Alma.
Salgo del edificio sintiendo el clima frío y lluvioso de todo el día debido al huracán Aranza en el golfo y la península del país. Me entristece saber los daños que causará en los municipios costeros, pero por lo mientras, soy egoísta y me gusta el clima frío que causa en el centro del país.
Incluso me gusta manejar con lluvia. Me parece que todo parece más romántico bajo la lluvia: caminar, conducir, platicar, leer… besar. Me gusta la lluvia, aunque no a todos en la ciudad nos va tan bien.
Llego a la cafetería donde acordamos vernos. Soy la primera en llegar, ordeno algo antes y comienzo a leer mientras la espero. Alma aparece después de un par de minutos debido a que siento su mirada sobre mi. Nos saludamos, ella toma asiento y pide al llegar.
—¿Estás bien? —pregunta una vez que cierro el libro—. Te siento pensativa.
—Sí… en parte —respondo acompañado de una sonrisa—. Me pelee con mamá el 15.
—¿Qué hiciste?
—No hice nada realmente —Dejo caer mi cabeza sobre la mesa—. Conoces que es una mujer muy complicada y dramática.
—Como mi madre.
Y sí. Su madre es dramática, sufrida, exigente y mil adjetivos mas no muy positivos, por cierta razón nunca la visita. Cuida su salud mental.
—Pero eso no es importante, en realidad ni siquiera me importa —Me encojo de hombros—. Lo que últimamente me agobia es lo que haremos Aleksis y yo cuando él se vaya…
El presente, siendo simplemente el presente, es hermoso y es soportable.
—¿No lo han hablado aun?
Niego con ligereza. Odio no ser asertiva.
—No me gusta la idea de que se vaya a otro país y conozca a otras mujeres... me siento horrible por celarlo.
—Los celos son normales, Mara —sonríe—. ¿A dónde se irá esta vez?
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Editado: 13.12.2021