No sere tu copia

Cap. 4

Capítulo 4: Una cena inesperada

Harry pasó el resto del día inmerso en el libro, pero por primera vez no solo estaba leyendo para aprender, sino para no pensar demasiado en lo que venía. Las palabras se mezclaban con pensamientos confusos: la cena con Voldemort, la promesa de lealtad, el extraño calor que sentía en el pecho cuando recordaba esa mirada roja clavada en la suya.

Cerca del atardecer, Snape apareció en la puerta de la biblioteca. Su silueta alta y oscura recortada contra el marco parecía la de una sombra viviente.

—Ven conmigo —ordenó, con un tono más suave que otras veces.

Harry cerró el libro de inmediato y se levantó. Snape lo examinó de pies a cabeza con el ceño fruncido, como si buscara asegurarse de que no estuviera herido o enfermo.

—¿Has comido algo? —preguntó, sin mirarlo directamente.

—No… estaba leyendo —respondió Harry, sintiéndose de repente pequeño y torpe.

Snape soltó un suspiro y murmuró algo en voz baja que Harry no alcanzó a entender.

—Ven —repitió.

Lo condujo a través de pasillos que ahora parecían un poco menos amenazantes. Harry notó que algunos cuadros, antes cubiertos de polvo, ahora mostraban figuras que murmuraban entre sí. Los candelabros flotaban, proyectando destellos cálidos que le daban a la mansión un aire casi acogedor, como si poco a poco se estuviera despertando de un largo letargo.

Finalmente, llegaron a un comedor diferente del que Harry había visto antes. Este era más pequeño, con una mesa redonda de madera oscura y sillas tapizadas en terciopelo verde. Un fuego crepitaba en la chimenea, llenando la sala con un suave aroma a leña quemada.

Voldemort ya estaba allí, sentado en la cabecera. Su túnica negra parecía absorber la luz del fuego, y sus ojos rojos brillaban con intensidad mientras Harry entraba.

Snape le hizo una leve inclinación de cabeza a Voldemort y se colocó de pie tras la silla vacía que indicaba para Harry.

—Siéntate —ordenó Voldemort, con voz suave.

Harry obedeció. La silla era sorprendentemente cómoda, y el calor de la chimenea le dio una sensación extraña: familiaridad.

En ese momento, un elfo doméstico apareció con un movimiento silencioso, trayendo bandejas de plata cubiertas. Con delicadeza, fue sirviendo sopa caliente, pan fresco y un guiso que olía deliciosamente a hierbas.

Harry miró la comida con los ojos muy abiertos. Voldemort lo observaba, como estudiando cada reacción.

—Puedes comer —dijo, con un leve gesto de la mano.

Harry tomó la cuchara y probó la sopa. El sabor era suave, con un toque salado que le recordó a un día de lluvia. Sintió que algo en su estómago se aflojaba, como si hubiera estado tenso durante años.

—¿Está bueno? —preguntó Voldemort de pronto.

Harry tragó rápido y asintió, sorprendido de que le preguntara.

—Sí… está muy bueno, señor.

Voldemort inclinó levemente la cabeza, como si eso fuera una respuesta aceptable.

—Un cuerpo débil no sirve para nada —comentó—. Necesitas alimentarte bien si planeas aprender.

Harry asintió de nuevo, sin atreverse a mirarlo mucho tiempo seguido.

Snape permanecía de pie, vigilante, sus ojos oscuros recorriendo cada detalle. De vez en cuando, miraba a Harry con una expresión que no era del todo severa. Había algo más allí, una preocupación silenciosa.

—Severus —dijo Voldemort, llamando su atención sin mirarlo—. ¿Cómo progresa?

Snape carraspeó.

—Tiene potencial. Absorbe el conocimiento con rapidez, aunque carece de técnica. Habrá que trabajar en su resistencia y su control mental antes de avanzar con magia ofensiva —respondió.

Harry se tensó un poco al escuchar magia ofensiva, pero Voldemort se limitó a asentir.

—El poder sin control es una amenaza para el propio usuario —comentó Voldemort, con un tono más reflexivo que crítico—. Muchos magos fracasan por confiar demasiado en la fuerza bruta.

Snape bajó la mirada y murmuró algo en voz baja, como si estuviera de acuerdo.

Harry siguió comiendo en silencio, aunque su mente estaba llena de preguntas. ¿Por qué Voldemort le ofrecía comida? ¿Por qué lo entrenaba? ¿Por qué no lo había eliminado en el momento en que entró en la mansión?

Cuando terminó el plato principal, el elfo trajo un pequeño cuenco con frutas y una jarra de jugo fresco. Harry se sintió abrumado. Nunca había tenido un postre.

—Come todo —ordenó Voldemort con suavidad, pero con firmeza.

Harry obedeció. Comió las frutas despacio, sintiendo cada bocado como un regalo.

Cuando terminaron, Voldemort se reclinó en su silla y entrelazó los dedos.

—¿Sabes por qué estás aquí, Harry? —preguntó, de pronto.

Harry tragó saliva. Sus dedos se apretaron en su regazo.

—Porque… porque me encontré la mansión —respondió con sinceridad.

Voldemort soltó un leve suspiro que no era ni de frustración ni de impaciencia.

—Eso es una parte —dijo—. Pero hay algo más. Tú tienes una chispa en tu interior, una chispa que pocos poseen. Una capacidad de adaptarte, de sobrevivir. Eso es más valioso que cualquier linaje.

Harry lo miró, confundido pero también extrañamente orgulloso.

—A partir de ahora, tú eres mío —continuó Voldemort—. Yo decido tu destino. Pero, a cambio, tendrás protección, conocimiento y poder.

Harry se quedó en silencio, procesando cada palabra.

—¿Entiendes? —preguntó Voldemort, inclinándose hacia él.

Harry asintió con firmeza.

—Sí… entiendo.

Voldemort lo miró en silencio un momento, sus ojos rojos brillando con una intensidad difícil de sostener. Finalmente, se levantó.

—Severus, encárgate de que termine de leer el libro que le di. Y de que se prepare físicamente —ordenó.

—Sí, mi Lord —respondió Snape, haciendo una reverencia.

Voldemort salió del comedor, sus pasos flotando en el silencio. Harry lo siguió con la mirada hasta que desapareció.

Snape se acercó y se agachó a su altura.



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En el texto hay: harrypotter, voldemort, dracomalfoy

Editado: 06.08.2025

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