No sere tu copia

Cap. 14

Capítulo 14: Misiones y despedidas

El amanecer se filtraba pálido por las ventanas de la mansión. En la gran sala, el fuego crepitaba mientras Hadrian repasaba un pergamino extendido sobre la mesa. A su alrededor, Draco, Blaise, Crabbe y Goyle esperaban, atentos y un poco nerviosos.

—Hoy comenzamos con algo más que entrenamientos —anunció Hadrian, levantando la vista—. Hoy pondremos en práctica lo que hemos aprendido.

Draco sonrió, inclinándose hacia adelante con expectación.

—¿Qué clase de prueba?

Hadrian alzó el pergamino y lo mostró. Estaba dividido en cuatro columnas: Espionaje, Recuperación, Intervención y Persuasión.

—Cada uno tomará una misión distinta, pero todos trabajaremos en el mismo objetivo: demostrar que podemos actuar con estrategia y sin brutalidad innecesaria.

—Draco y Blaise —dijo Hadrian, señalando la primera columna—, vuestra misión es infiltraros en el almacén de un comerciante de artefactos mágicos que ha estado suministrando objetos peligrosos a magos radicales. Necesito un informe detallado de cada objeto y de sus contactos.

Draco sonrió, satisfecho.

—Por fin algo elegante.

Blaise asintió, entrelazando los dedos.

—Sabes que el sigilo es mi especialidad.

Hadrian los miró, serio.

—No quiero bajas, ni alarmas. Solo información. ¿Entendido?

Ambos asintieron, inclinándose en señal de respeto.

—Crabbe y Goyle —continuó Hadrian—, iréis al bosque prohibido cercano. Hay un alijo de ingredientes mágicos robados que debemos recuperar antes de que lleguen a manos equivocadas.

Crabbe se rascó la cabeza.

—¿Y si nos atacan criaturas?

Hadrian sonrió.

—Entonces aplicad lo aprendido. No es una misión de fuerza, sino de control y paciencia.

Goyle tragó saliva y asintió.

—Lo haremos.

—Mi tarea será interceptar a un mensajero que planea vender información sobre nuestros movimientos a ciertos grupos hostiles. Necesito hacerlo solo.

Draco se levantó de golpe.

—¿Solo? ¿Y si es una trampa?

Hadrian sostuvo su mirada.

—Confía en mí.

Draco se quedó inmóvil. Finalmente, suspiró, derrotado.

—Volverás… ¿verdad?

Hadrian se acercó y apoyó una mano en su mejilla.

—Siempre.

Finalmente, Hadrian se giró hacia todos.

—Al terminar vuestras misiones, nos reuniremos en el claro norte del bosque. Allí realizaremos la parte final: persuadir a un pequeño grupo de magos indecisos para unirse a nosotros. Quiero que uséis la palabra antes que la varita.

Todos asintieron, cada uno con el pulso acelerado.

Cuando partieron, la noche comenzaba a caer. Draco y Blaise se movían como sombras por las calles, usando capas oscuras y encantamientos de silencio.

Draco caminaba al frente, sus ojos grises brillando con astucia. En cada esquina, Blaise revisaba si había rastros mágicos. Al llegar al almacén, Draco deslizó la varita por la cerradura y susurró:

—Alohomora Silens.

La puerta cedió sin un solo sonido. Dentro, cajas apiladas formaban pasillos estrechos. Blaise sacó un pergamino encantado y empezó a tomar notas, mientras Draco inspeccionaba cada caja, reconociendo artefactos peligrosos: cuchillos malditos, frascos con criaturas encapsuladas, capas que robaban magia.

—Si todo esto llegara a las manos equivocadas… —murmuró Draco, frunciendo el ceño.

—Por eso estamos aquí —respondió Blaise.

Al terminar, salieron sin ser vistos. Draco sintió un cosquilleo en la nuca: por primera vez, no cumplía una misión por el apellido Malfoy, sino por él mismo.

Mientras tanto, Crabbe y Goyle avanzaban pesadamente por el bosque. Goyle sostenía una pequeña brújula encantada que vibraba cuando se acercaban al alijo.

—¿Crees que esto funciona? —preguntó Crabbe, rascándose el cuello.

—Hadrian no nos daría basura —replicó Goyle.

De pronto, escucharon un rugido. Un Thestral emergió entre los árboles, observándolos con ojos brillantes. Crabbe se puso rígido, mientras Goyle levantó la varita.

—Tranquilo… —susurró Goyle.

Ambos retrocedieron lentamente, rodeando al Thestral. Al llegar a un claro, vieron un saco grande, con polvos brillantes escapando por una rendija.

Goyle se inclinó, asegurándolo con un hechizo de protección. Crabbe vigilaba, lanzando miradas rápidas al bosque. Cuando el saco estuvo bien atado, ambos regresaron corriendo, sus respiraciones agitadas pero llenas de orgullo.

Hadrian caminó bajo el cielo estrellado, su capa ondeando tras él. Había recibido información sobre el mensajero: un mago joven, desesperado por dinero.

Al verlo, Hadrian salió de entre los árboles.

—¿Buscas a alguien? —preguntó, con voz calmada.

El hombre giró, asustado.

—¿Quién eres tú?

Hadrian alzó la varita.

—Solo alguien que quiere evitar una tragedia.

El hombre intentó correr, pero Hadrian murmuró:

—Inmobilus.

El cuerpo del mensajero se paralizó, cayendo de rodillas. Hadrian se acercó y revisó su bolsa. Encontró pergaminos con diagramas de la mansión y rutas de patrulla.

—Solo querías oro… —susurró, mirando los documentos.

Liberó el hechizo y el hombre comenzó a llorar.

—¡Lo siento! ¡Solo quería sobrevivir!

Hadrian se agachó frente a él.

—Entonces sobrevive… pero lejos de aquí. No vuelvas.

El hombre asintió frenéticamente y salió corriendo, perdiéndose en la oscuridad. Hadrian se quedó un momento, sintiendo el peso del poder y la compasión mezclarse en su pecho.

El grupo se reunió en el claro norte. Draco llevaba el informe, Blaise miraba atento, Crabbe y Goyle sostenían el saco recuperado.

Hadrian se acercó a Draco primero. Tomó el pergamino y lo revisó.

—Excelente trabajo.

Draco sonrió, visiblemente aliviado.

—Y tú… ¿estás bien? —preguntó, bajando la voz.

Hadrian asintió.

—Sí. Fue difícil… pero necesario.

Cuando terminaron de compartir informes, Hadrian los reunió en círculo.



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En el texto hay: harrypotter, voldemort, dracomalfoy

Editado: 27.09.2025

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