No sere tu copia

Cap. 15

Capítulo 15: Sombras y luces en el Callejón Diagon

El sol asomaba tímido sobre la mansión, colándose entre los vitrales y formando figuras danzantes en el suelo. Hadrian despertó temprano; su corazón latía con un ritmo distinto. Hoy iría al Callejón Diagon a comprar sus materiales para Hogwarts.

Se vistió con una túnica negra sencilla, aunque Severus insistió en añadir un broche plateado con la letra R, recordándole su nuevo nombre y linaje.

Cuando bajó al comedor, encontró a Draco ya sentado, mordisqueando un trozo de pan tostado, con el cabello rubio perfectamente peinado y los ojos brillantes de anticipación.

—Al fin, un día fuera de estas paredes sombrías —exclamó Draco, sonriendo con un destello casi infantil.

Hadrian se sentó a su lado y sirvió té.

—¿Emocionado? —preguntó, con una pequeña sonrisa.

—Como nunca —respondió Draco, inclinándose hacia él—. Aunque… si no vas tú, no pienso moverme.

Hadrian rió suavemente y le empujó el hombro.

—Iremos juntos.

Severus apareció entonces, seguido de Voldemort. El primero llevaba una lista detallada de materiales; el segundo, un semblante serio, aunque sus ojos revelaban cierto orgullo.

—No os metáis en problemas —dijo Severus, entregándoles el pergamino—. Y nada de hechizos imprudentes.

Voldemort los observó un momento, luego colocó su mano en el hombro de Hadrian.

—Recuerda… el mundo exterior es ruidoso. No olvides quién eres.

Hadrian asintió con firmeza.

—Jamás.

A través de la red Flu, ambos llegaron a la chimenea de un pequeño local contiguo al Caldero Chorreante. El polvo verde desapareció y Hadrian salió primero, con Draco justo detrás, sacudiéndose las cenizas de los hombros.

El Callejón Diagon estaba lleno de magos y brujas, niños corriendo con varitas recién adquiridas, padres regañando, gatos voladores cruzando el aire. Era un caos colorido y vibrante.

Hadrian lo miró todo con ojos asombrados. Había vivido años en la mansión, aislado, protegido por muros silenciosos y pasillos oscuros. Aquella explosión de vida lo golpeó con fuerza.

—Es… increíble —susurró, girándose hacia Draco.

Draco lo observó, divertido.

—Primera vez, ¿eh? —rió—. Te prometo que todo es aún más extraño de lo que parece.

Hadrian negó con la cabeza, sonriendo.

—Me gusta.

La primera tienda fue Flourish & Blotts. El interior rebosaba de montañas de libros flotantes, plumas revoloteando, y retratos parlantes discutiendo entre sí.

—Aquí están los libros de pociones… —murmuró Hadrian, acercándose a un estante.

Draco se unió a él, tomando un libro titulado Pociones Avanzadas para Mentes Curiosas.

—Tal vez te guste este. Dice que contiene fórmulas poco conocidas y métodos alternativos… —comentó, ofreciéndoselo.

Hadrian lo tomó y sus ojos brillaron.

—Gracias, Draco.

Draco se quedó mirándolo, un segundo más de lo normal, antes de apartar la vista, carraspeando.

—Sí… bueno… de nada.

Compraron los libros necesarios: Historia de la Magia, Transformaciones para Primer Año, Encantamientos Básicos y otros. Hadrian se detuvo ante un libro pequeño con tapa oscura titulado Magia Antigua: Teorías y Prácticas. No estaba en la lista, pero sintió un cosquilleo al tocarlo. Sin dudar, lo añadió a su pila.

La siguiente parada fue Madam Malkin. Había hileras interminables de túnicas negras, y pequeños montículos de sombreros puntiagudos.

—¡Adelante, adelante! —exclamó Madam Malkin, arrastrándolos a dos plataformas.

Mientras Hadrian se medía una túnica, Draco se giró hacia él, examinándolo con ojos críticos.

—¿Sabes? Te queda sorprendentemente bien… —comentó Draco, dándole vueltas alrededor.

Hadrian lo miró con curiosidad.

—¿Sorprendentemente?

—Quiero decir… que resaltas. Como si… —Draco se detuvo, sonrojándose ligeramente—. Como si ya hubieras nacido para esto.

Hadrian sonrió, bajando la vista.

—Gracias…

Draco se aclaró la garganta y fingió revisar otra túnica. Madam Malkin aplaudió con entusiasmo y les entregó un par de túnicas extra para emergencias.

Aunque Hadrian ya tenía su varita —la varita que resonaba con su alma—, insistió en acompañar a Draco a Ollivanders. Allí, el viejo señor Ollivander los recibió con ojos chispeantes.

—Ah… el joven Malfoy… y… —se detuvo, mirando a Hadrian con intensidad—. Tú… tienes un núcleo… fascinante.

Hadrian solo asintió, incómodo. Ollivander sonrió con misterio, y Draco probó varias varitas hasta que encontró una de espino, núcleo de pelo de unicornio.

—Perfecta para ti —dijo Hadrian, observando cómo la varita brillaba suavemente en la mano de Draco.

Draco la giró, complacido.

—Ahora somos oficialmente compañeros de varitas.

—Compañeros de destino —murmuró Hadrian.

Draco se quedó en silencio, asimilando esas palabras.

Finalmente, pasaron frente a la tienda de animales mágicos. Hadrian se detuvo de golpe, mirando a través del cristal. Había gatos de todos colores, ratones mágicos, pequeños dragones de fuego… y en una jaula oscura, un cuervo negro, de plumaje tan brillante que parecía hecho de sombras líquidas.

—¿Te interesa? —preguntó Draco, acercándose.

Hadrian no contestó. Se acercó lentamente a la jaula. El cuervo lo observó con ojos inteligentes, ladeando la cabeza. Cuando Hadrian puso la mano sobre el cristal, el cuervo abrió el pico y soltó un sonido profundo, casi como un suspiro.

—Lo llamaré Noctis—dijo Hadrian, casi en trance.

Draco parpadeó.

—¿Noche?

Hadrian asintió.

—Él… me entiende. Lo siento.

El encargado de la tienda apareció, emocionado.

—Este cuervo nunca ha dejado que nadie se acerque tanto. Parece que os ha elegido.

Hadrian sonrió, acariciando la jaula.

—Entonces, es mío.

Draco observó la escena, con un nudo en la garganta. Aquel instante era íntimo, casi sagrado. Vio a Hadrian sonreír de verdad, sin máscara ni reservas.



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En el texto hay: harrypotter, voldemort, dracomalfoy

Editado: 27.09.2025

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