n los parajes de Devonshire se habían vivido muchas historias. Nada fáciles para los propios protagonistas, sobre todo, cuando el amor había llegado a sus vidas. El destino había hecho de las suyas, lo seguiría haciendo. Ahora le tocaba el turno al duque Werrington, que se había ido de Londres por un tiempo prolongado, no sabía cuándo aparecería de nuevo por esos lares. Ni siquiera su propia familia sabía de su paradero. Era un misterio desde que se fue. Eso hacía casi dos años.
Su hermana, Cassandra, no podía evitar preocuparse por él. La última vez que se vieron fue en la celebración de su divorcio en Londres. Estuvo esperanzada en verlo en Devonshire cuando preparó una fiesta familiar privada e íntima. Sin embargo, no se presenció. Intuía que era porque quería poner distancia de por medio. No era fácil para ella, que era su hermana, saber que lo hacía porque no quería ver a Diane, su hermanastra. Aunque hubiera pasado bastante tiempo, las aguas no se habían calmado. Además, pecaba de orgullo. Pero ella no podía hacer más de lo que había hecho. Deseaba que algún día su hermano Julian dejara de aferrarse a un amor que hacía mucho tiempo había acabado y descubriera que había más mujeres en el mundo que podría enamorarse.
Devonshire era su casa y siempre tendría las puertas abiertas para él.
Mientras tanto la ausencia del duque seguía latente en la familia Werrington, se esperaba el regreso de dos personas muy queridas en Devonshire. No regresarían solos. No.
El matrimonio Caruso iba acompañado por el nuevo integrante que nació hacía un año y medio. Dicho integrante era una niña, llamada Ella, e iba cumplir los dos años en unos meses. Era el ojito derecho de su padre, también, el de su madre.
Faltaba que llegasen los hijos adoptivos de Dante y Diane, Charles Caruso y Alice Caruso. El primero estaba estudiando en Eton, siguiendo los mismos pasos que sus dos tíos, Julian y Matthew. No era muy bueno estudiando pero hacía todo lo posible para ser un alumno ejemplar. En cambio, Alice Caruso terminaba ese año su largo período de internamiento. Sus padres querían que la próxima temporada en Londres, ella fuera presentada en sociedad. Querían que tuviera una oportunidad y pudiera conocer algún pretendiente, por siguiente, un candidato para ser su futuro marido.
Sin embargo, los planes de Alice Caruso no era casarse. Ni por todo el té de china. Aunque su familia no lo sabía, Alice tenía pensado en vengarse de cierta persona o, al menos, eso pretendía. Eso era lo que más ansiaba. Por culpa de la condición que impuso a cambio de su libertad en prisión, había pasado casi dos años allí, en esa fría institución. Una cárcel por otra. No solamente por eso. No sabía cómo explicarlo pero era una deuda que tenía que saldar. Además, juró que el día que saliera del internado, se enfrentaría cara a cara con el duque. No le iba a poner las cosas fáciles.
Otro motivo por el cual no tenía pensado en un futuro casarse era porque no se fiaba de los hombres. Eran unos mentirosos e infieles por naturaleza. Salvo por su padre o tío que eran la excepción de la regla, los demás no lo eran. Por ello, no quería un esposo infiel, desleal y mentiroso.
Además, sus padres no lo sabían, ni siquiera Charles. Aunque se carteaban con ellos, no les había dicho de algo que ocurrió durante ese tiempo. Un hecho que le avergonzaba bastante. Por suerte, no llegó a los oídos de la directora, por lo tanto, no se pudieron enterar de ello.
Era una herida que aún llevaba dentro, que no pudo sanar como otras.
Lo guardaría como un secreto y nadie lo sabría. O eso quería pensar.