Aunque las señoras habían estado parloteando, el ambiente se había enrarecido desde que la señorita Caruso dijera las palabras mágicas. Dándose cuenta lo tarde que era, dijeron de regresar a sus respectivas casas para alivio de los otros presentes.Cassandra se encargó en despedir a las señoras Potter y Bennett, acompañándolas hasta la puerta principal.
Una vez que se habían marchado en su carruaje, buscó a su hermano mayor. Quería hablar con él de un asunto que le había preocupado durante la hora del té. Se había fijado que su sobrina, la señorita Caruso, tras la conversación mantenida por las señoras y esta, se había encerrado en sí misma, alejándose de ellos (no físicamente).
Podría haberlo ignorado ya que quizás no sería tan grave como ella se imaginaba. Podía ser algo producto de su imaginación pero creía que tendría que hablarlo con su hermano. Intuición o una extraña sensación le decía que tenía que hablarlo con él.
—Espera, Julian. Sé que estás ocupado y quieres despejarte después de la charla...
— Charla de lo más divertida —se cruzó de brazos y se acomodó más en el sillón —. Aunque le haya dado mi palabra de ir al evento organizado por la señora Garnier. No creo que sea buena idea ir a dicha fiesta. No la conozco, aunque me temo que sea igual de carácter que ellas.
— Por favor, si son unas adorables señoras — dijo a adrede sabiendo que su hermano bufaría cosa que hizo —. Si no fuera que te ayudaron cuando nadie más lo hizo, no estarías endeuda con ellas. Ha sido generoso de tu parte aceptar. Sería de cobarde, echarse para atrás...
—¿Cobarde? — hizo una mueca y plantó las manos sobre la superficie del escritorio — . Me vi obligado a hacerlo. Si no fuera por... Da igual. Muy bien sabes que no soy partidario de las fiestas, sabiendo que más de una querrá tenerme como marido.
Cassie puso los ojos en blanco.
—Hay más hombres en el mercado matrimonial.
— Pero no hay tantos duques en el mercado —le replicó —. Con lo cual soy un señuelo bastante apetecible para las jóvenes casaderas.
—Julian, baja un poco los pies a la tierra. Todas las damas no se van a lanzar a tus brazos.
La idea le provocó a ella misma risa que no pudo contener e hizo que su hermano frunciera el ceño. No le había hecho gracia como a ella.
—Además, un coqueteo inocente no hace daño nadie.
—Me está resultando incómodo este tema. Espero Cassandra, por tu bien que no has venido a darme consejos sobre cómo llevar mi vida sentimental.
— Pero soy tu hermana. Aún me preocupo por ti y... —calló sabiendo que el nombre de Diane pondría tener un efecto negativo en su hermano— . Tienes razón, no soy quien para decirte lo que tienes que hacer y lo que no. No he venido por eso. Querría hablarte sobre lo ocurrido esta tarde y nuestra sobrina.
Por unos segundos, Julian no sabía de quién estaba hablando. Hasta se acordó de unos ojos ambarinos y sombríos.
—¿Qué le ocurre ahora? —su voz sonó demasiado cortante para su gusto.
Cassie intentó no ser tan borde como su hermano.
— ¿No se te han hecho raro las palabras de ella?
Ahora que lo mencionaba su hermana, sí había notado algo pero no creía que fuera tan importante para preocuparse por ella.
— ¿En qué sentido? —cogió una pluma y empezó a juguetear con ella entre sus dedos —. Creo que el comentario de ella ha sido normal.
Le mintió. Él se acordaba perfectamente como la expresión la mirada ambarina se había tornado turbia y sombría. Como si un velo hubiera ocupado en sus ojos y no había luz en ellos.
—¿De verdad? No sé me da como si ella hubiera pasado por algo para decir esas palabras con seguridad. Yo si fuera ella y dijera esas palabras que no quiero casarme, sería porque pienso que los hombres son de lo peor. Bueno eso pensé de Peter cuando me destrozó el corazón.
El nombre de Peter no lo hizo remover las entrañas. Ni siquiera de asco. Había pasado muchos años de lo ocurrido. Pero era cierto que en ese momento, se sentía traicionada y asqueada que no quiso casarse.
—¿También, pensaste eso de Matthew? - Cassie le envío una mirada fulminante.
—¿Hablando de mí? —Matthew apareció con Patrick que al ver a su madre corrió a sus brazos -¿No es muy temprano para hablar de mí? No sabía que fuera tan popular.
—No lo eres. Simplemente es tu cuñado que quiere hacerse el gracioso — le sacó la lengua antes de coger a su hijo de cuatro años y darle un beso en cada mejilla.
Le dio otro beso a su marido. Tanto el pequeño como él hicieron una mueca de "puaj", cosa que les hizo gracia a la pareja.
—Mejor que vayáis a vuestros aposentos y me dejáis a mi sobrino conmigo — que lo subió a su regazo.