El día previo a la fiesta fue un caos en la mansión de los Werrington. Se había llenado de gente desconocida. Bueno, realmente eran los encargados de la decoración y del catering. Cassandra no quiso complicarse mucho así que contrató especialistas para que hicieran una fiesta digna del duque Werrington, aunque él hubiera preferido que fuera sencilla y privada. Pero su hermana tenía otros planes. Además de querer hacer una fiesta en honor a su hermano, también tenía intención que los hijos adoptivos de su hermana Diane se integraran aunque todavía no tenían la edad adulta. Eso no era un problema en cuanto a fiesta se refería. No había edad para estar en una fiesta y poder disfrutarla aunque los más pequeñines tendrían que estar acostados antes de la diez.
— Cassie, ¿no crees que se te está yendo un poco de las manos? — nada más salir de la biblioteca casi se había tropezado con uno de los grandes jarrones de flores, que se iba a colocar a lo largo del vestíbulo.
Su hermana lo miró con una sonrisa y le restó importancia agitando la mano.
— No. Piensa que nuestros invitados tienen que quedar encantados.
— No me preocupa lo que pensarán los invitados. Entiende que debes mirar mis preferencias antes que las de ellos.
— Por favor, Julian — puso los ojos en blanco —. No seas peor que tu sobrino. Pareces un niño pequeño. Es una fiesta como otra.
— No puedo evitar que todo esto me pone... ¡Histérico! — dijo entredientes —. Espero, hermanita que todo esto esté listo cuando venga.
— ¿A dónde vas? — le preguntó cuando arregló otro jarrón de flores. Su hermana no le importaba a ayudar a los empleados a pesar que no hacía falta hacerlo. ¡Por Dios, era la hermana del duque!
— Tengo que hablar con algunos arrendatarios — el mayordomo que apareció en ese instante le tendió los guantes y el sombrero —. Así me alejo de todo este jaleo que tienes entre manos.
— Sí, mejor vete. No vaya ser que te salga un sarpullido — a veces su hermana podía bastante graciosilla.
— Ja-ja-ja — no se rio de verdad —. ¿No sé cómo puedo aguantarte?
— Eso porque me quieres — Cassie que seguía siendo impulsiva le dio un beso en la mejilla — . Nos vemos más tarde.
Después de lo ocurrido aquella tarde, Alice no había visto al duque Werrington. Ni siquiera en las comidas. Sabía que estaba ocupado con las tareas que el ducado conllevaba y había tomado la costumbre de comer en la biblioteca. En las horas del desayuno, él se iba antes que ella entrase por la puerta, lo que hacía que tampoco lo viera en ese momento. Le daba la absurda sensación que quería esconderse pero no podía ser porque el duque Werrington no era cobarde y si fuera que se estuviera escondiendo, ¿de qué? y ¿de quién sería? Dos preguntas de las cuales no tenía respuesta. Aun así, no creía que se estaba escondiendo.
Ella no tenía intención de verlo... Pero era una mentira que se hacía a sí misma, sino qué explicación habría para que en ese momento estuviera a unos metros de distancia de donde estaba él. Ese día, antes de la fiesta, había montado en su yegua y había ido a cabalgar como siempre hacía. Pero se encontró con la sorpresa que el duque estaba cerca y hablando con otros señores. Podía ver a su caballo atado en un árbol esperando a que su dueño terminara de la conversación. Todavía no se había dado cuenta de su presencia así que pudo observarlo todo lo que quiso disfrutando de la vista. Podría haberse ido de allí pero su cuerpo echó raíces ahí mismo y no se movió.
— ¿Espiando al duque?
La voz de su hermano Charles le dio un susto para morirse. Gritó porque no se lo esperaba. Su grito hizo eco y las personas que estaban cerca la escucharon y echaron un vistazo para saber de donde provenía ese grito. Quiso morirse de la vergüenza ya que el duque la vio claramente. Sintió las mejillas ardiendo.
Aunque llevaba ropas de hombre, eran las mismas que llevaba el día que él regresó. Además, le daba vergüenza que la hubiera pillado allí y gritando como una posesa. ¡Ella no se asustaba con facilidad! Eso era verdad hasta que llegó su hermano pillándola desprevenida y le hacía esa inconveniente pregunta.
— Charles me has asustado — le dio un pequeño golpe en el hombro y se fue de allí como si los miles demonios la estuvieran persiguiendo.
Su hermano fue tras ella.
— No era mi intención asustarte pero estabas tan centrada mirando a...
— ¡No lo digas! — no pudo evitar que sus mejillas se colorearan aún más. Parecían dos manzanas rojas y brillantes —. No lo estaba mirando.
— El hecho que me lo niegues me hace pensar que sí.
Le envío una mirada asesina porque tenía razón y era una tontería negarlo.