Alice no encontró ningún problema por buscar algún caballero que la sacara a bailar. Nada más que poner un pie en el salón algunos jóvenes para su sorpresa quisieron bailar. Sus caras eran desconocidas para ella, de pronto, le entró pánico por si hiciera el ridículo. Aunque hubo un momento que pensó que lo haría a causa de sus nervios, no se equivocó en ningún paso. Sus compañeros de danza bailaban aceptablemente bien, eso ayudó a que sus nervios no salieran a la superficie. Incluso, hubo uno que le cayó bien de primeras. Era un amigo y compañero de estudio de su hermano Charles. Había pasado un buen rato agradable sino fuera que todavía sentía el impulso de saber lo que estaba haciendo el duque Werrington que no se había despegado de la señora Garnier, ni ella de él.
Terminó la pieza de baile y permitió que Owen, el amigo de su hermano la llevara hacia los asientos. Le había contado estaba pasando las vacaciones en Devonshire, sus padres y él vivían en el centro de la comarca. Sus padres, lord y lady Olsen, estaban presentes en la fiesta. Parecía que su tía había invitado prácticamente casi a todo el pueblo.
— Veo que has conocido a mi amigo Owen — Charles llegó con una sonrisa de oreja a oreja y le dio una palmada en el hombro de su amigo.
Este le sonrió y le devolvió el golpe comportándose como lo que eran, dos amigos pesados.
— Sí, no sabía que tenías una encantadora hermana — Charles la miró con las cejas levantadas y luego a su amigo.
— No es para tanto — replicó ella con modestia —. Otras damas también son encantadoras igual que yo.
— ¡Es modesta! — alabó Owen con una sonrisa —. ¿De verdad es tu hermana?
Bromeó y no le sintieron mal la broma.
— Sí, lo es — sonrió con orgullo—. Aunque la ves encantadora y modesta, puede vestirse como un hombre y darte una paliza.
— ¡Charles! No debe creerse una palabra de él — siguió con la broma —. Lo que quiere es causar una mal impresión de mí de manera muy pobre. Aunque he de decir a mi favor que las damas nunca pelean aunque sí saben terminar una.
— ¿Estaría estar dispuesta a un pulso? — Owen la desafió sorprediéndola ya que ningún hombre se habría atrevido a proponérselo.
Sintió la adrenalina bullendo en sus venas y, después que el duque se fuera con su amante parisina, necesitaba una gran distracción y él se la estaba ofreciendo. Nada menos que un pulso. Hacía mucho tiempo que no echaba uno.
— Amigo, no sabes lo que estás pidiendo.
— ¿Por qué? — saltaron los dos y sonrieron claramente encantados con la idea..
— Mi hermana te va a ganar y tu orgullo será pisoteado — se cruzó de brazos.
— Bueno, ¿por qué no lo hacemos más interesante?, ¿hacemos una apuesta? — Owen palmeó sus manos.
Ella soltó una risa cantarina.
— Charles, ¿dónde tenías oculto a tu amigo? Bueno, aún no tengo pensado el precio de la apuesta.
— Me he dado cuenta que los dos sois un peligro — el cabeceó y alzó las manos para rendirse.
Owen lo ignoró y se acercó a la joven que lo miraba con una curiosidad creciente.
— Una prenda — ella asintió estando de acuerdo.
— Me parece bien. ¿Vamos a ahora? — Charles repuso.
— Ally, hay gente que pensarán mal que os vayáis los dos solos fuera de la fiesta.
— No seas remilgado, Charles — bufó Owen y se le ocurrió la siguiente idea: — Vienes con nosotros. Así nadie pensará mal de tu hermana y de mí, y evitamos el posible escándalo.
—¿Qué escándalo? Solo es un pulso y una apuesta. No voy a hacer daño a nadie — estaba harta un poco de las reglas, más en esa noche que tenía que fingir delante de todos, y quería por esa noche romperlas. Había estado dos años comportándose como una dama, por no serlo esa noche, no iba a pasar nada malo. O eso creía.
Al diablo, las reglas.
— Si supieras de etiqueta y protocolo... — Charles empezó la charla que ella sabía muy bien desde que estuvo en el internado.
— Charles — ella le tocó darle una palmada en el brazo —, he dejado de ser una dama hacía un rato.
Owen se rio y él frunció el ceño. Tenía el presentimiento que nada bueno saldría de ello.
— Os acompaño — refunfuñó y siguió sus pasos mientras su amigo y su hermana hablaban como si nunca hubieran sido desconocidos.
Salieron hacia la terraza en dirección hacia los jardines lejos de la vista de la gente.
La señora Garnier aunque podía ser una agradable compañía, no estaba muy pendiente de ella. Pero ella sí que se dio cuenta de su ceño fruncido cuando se percató que Alice acompañado por otro joven se iban hacia la terraza, tras de ellos, iba Charles.
Sintió que el corbatín le estaba apretando más de la cuenta y se lo aflojó.