Unas semanas atrás...
Julian miró a su cuñado extrañado. ¿Había escuchado bien?, ¿él como acompañante de la señorita Caruso en Londres? Era una idea disparatada.
— Dante, perdóname un segundo. ¿En qué momento se ha decidido esto sin consultarme primero? Es la primera vez que lo escucho ahora mismo.
— Sí, ha sido mal de mi parte. Pero quiero que vayas y la acompañes a Londres, ya en calidad de carabina, tutor o acompañante. ¡Como su tío! Con tu presencia ayudará a Alice adaptarse en la sociedad. Es más, las jóvenes querrán que sea su amiga al enterarse de tu relación familiar con ella y los caballeros...
Era una mala idea. Muy mala. No podía actuar como su tío porque... ¡Maldición, la había besado y quería más!
— ¿A costa de mí, de mi persona? ¿De verdad? Me parece que ese viaje incluye hacer el papel de celestino.
Eso era una locura, una estupidez, pensó cuando sentía por dentro ganas de romper algo.¿Se le había ido completamente la cabeza? Posiblemente. Él, el primero de haberla perdido.
— Alice. El duque te acompañará porque es la persona que más confiamos. Con él estarás segura.
Dijo Caruso. Podría haberse echado atrás, sin embargo, su boca se le adelantó antes de arrepentirse.
— No se habla más. Puede contar conmigo para ello. Yo acompañaré a la señorita Caruso.
***
Vuelta al presente.
Julian Werrington, duque Werrington creía que podía hacer lo que le había pedido su cuñado. Él consideraba que si podía hacerse cargo del ducado, ¿por qué no iba a encargarse de cuidar a su sobrina y de ayudarla en su presentación social?, una pregunta muy interesante que se hacía desde varias semanas. Él estaba convencido que lo haría lo mejor posible, sin embargo, no confiaba en él mismo porque estaba el problema que la dicha dama era Alice Caruso.
¿Por qué habría tenido que decir sí?
Esa era otra pregunta que andaba por su mente como un mosquito molesto. Si no fuera por el rechazo de ella y de su pronta recuperación tras el desmayo, nada afectada por su beso, no habría aceptado en ese momento y tan rápidamente. Habría esperado y analizado las ventajas e inconvenientes.
Ahora veía pocas ventajas y muchos inconvenientes.
Uno de ellos, y el más grave de todos, el deseo ardiente que sentía por la chica. Eso era un grave problema. Él no podía rendirse ante la tentación porque... ¡Era su sobrina política! Además, él se había comprometido hacer el papel de tutor y... aunque no quería mencionarlo... ¡De casamentero! Sin contar que los días que han pasado, la joven lo ha ignorado totalmente y yendo continuamente de paseo con Olsen y su hermano Charles. Eso le enervaba la sangre. Por suerte, bajo su tranquila y fría apariencia, nadie podría hacer sospechar sobre su malestar irritante hacia el trío la-la-la. Bueno, así como lo había puesto como nombre en su mente. Trío la-la-la.
Haberlo pensado antes de besarla, incordió la voz de su conciencia.
Sin embargo, no lo pudo evitar. Cuando la besó, sintió las ganas de apoderarse de su boca y beber de ella como un loco sediento por su sabor. Como nunca antes había sentido desde que se enamoró de Diane. Pero una fuerza mayor, recordándose que eso estaba prohibido, se alejó de ella sintiéndose como un sátiro. Asustado por lo que había sentido y sin saber si podía resistirse, fue cuando decidió buscar a ayuda de alguien. La encontró pero dicha damisela había desaparecido dejando una huella de su cuerpo en el heno. No esperaba encontrarla en su dormitorio con Dante. La había escuchado del pasillo sin creerse que estaba allí y parecía estar bien. Guiado por un impulso y la sangre hirviéndole, entró en la habitación.Cuando la vio en la cama, casi recuperada, quiso darse contra la pared. No estaba afectada y para su alivio o desgracia, ella parecía no recordarlo.
Creyó que con el paso de los días, habría olvidado ese maldito beso. Pero no fue así. Lo recordaba como si hubiera sido ayer, como si fuera el sueño que tuvo anoche.
Había hecho casi un mes de ello y mañana sería el cumpleaños de la joven. Por dios, se juró a sí mismo que iba a hacer todo lo posible para borrar cualquier sentimiento hacia ella. Después del cumpleaños, vendría el viaje hacia de Londres, donde pasaría mucho tiempo juntos como tío y sobrina, tutor y pupila o casamentero y debutante. No iba a permitir sentir lo mismo o más fuerte de lo que sintió por Diane. Ni hablar, cortaría cualquier sentimiento de raíz. Aún llevaba en su alma las heridas de un amor no correspondido y de otro amor infiel.
Tenía que buscar medidas inmediatas. Aunque al principio rechazó la idea, luego pensó que ella podía ser el antídoto perfecto para el veneno de su alma. Una de esas medidas era la señora Garnier.