La burbuja de felicidad se pinchó un poco cuando vio que a lado del duque estaba la señora Garnier. Tan bella y brillante como siempre que la veía. Sin ningún mechón suelto de su cabello, sin ninguna gota de sudor recorriendo por su frente. La envidiaba, en más de un aspecto. Se recompuso rápidamente antes que los presentes vieran que su dicha se había desinflado un poco. Más si esos presentes, la mayoría de ellos, era su familia. Expuso una sonrisa fingida mientras bajaba las escaleras junto con su hermano, que se había encargado de hacer el papel de caballero por esa noche.
Se alegró de ver a Olsen que la felicitó dos besos y le tendió un regalo. Le dio cierto reparo abrirlo cuando tenía decenas de ojos pendientes de su reacción. La familia de él estaba lo que creaba más tenso el momento. Sin embargo, ella estaba pendiente de una sola persona. Aunque trató de disimular, echó una miradita de reojo.
Parecía ser que el duque tampoco le quitaba el ojo, lo que ocasionó más nerviosismo en su pequeño cuerpo. ¡Cómo si no fuera posible! Con una mirada de él, le bastaba para que su corazón latiera al compás de una orquesta y todo su cuerpo bailara al son de la música. Se esforzó en actuar con naturalidad.
— Gracias — sus padres, tanto Dante como Diane saludaron a los demás invitados mientras ella abría el regalo. Pero una mano de su amigo la detuvo.
— Ábrelo después — su comentario le extrañó —. Tranquila, no es un regalo que muerda — ella sonrió; había notado su extrañeza.
— ¿Por qué no quieres que lo abra? — le preguntó y le pidió a su tía que se lo guardara.
Él se rascó la nuca evidenciando su nerviosismo.
— No sé; es la primera vez que le hago regalo a una chica — de pronto se sonrojó.
Ella le pareció de lo más adorable.
— Seguro que me agrada, Olsen — le quería decir que se calmara pero con la familia de él y de ella, le era imposible.
Por unos segundos fugaces, la mirada de ella chocó con la duque.
¿Por qué la miraba enojado?, se preguntó sintiendo un nudo en el estómago. Aunque estaba segura que no había hecho nada malo, el ceño fruncido del duque le indicaba que sí.
Fue un momento breve lo que duró la conexión de sus miradas porque el mayordomo apareció y le susurró algo al oído. Él volvió a su papel como duque y anfitrión.
— Pasemos al comedor principal. La cena está servida. Espero que disfrutéis de la excelente cena y, más tarde, iremos al salón de baile donde la orquesta estará ya preparada para deleitarnos con su música.
Ally sintió que el nudo aumentaba. Se calló sus pensamientos para ella mientras Charles le ofrecía un brazo y el otro lo hacía el mismo Owen con una sonrisa encantadora. Ella veía que delante de ella, la vecina francesa había tomado el brazo del duque como si fuera dueña de él.
Ojalá, ella desapareciera de su vista, deseó lo más fondo de su interior.
La cena transcurrió demasiado bien para su gusto. Parecía que había alegría en el ambiente. Había razón para ello, era su cumpleaños pero ella no sentía demasiada alegría para celebrarlo, y más, cuando había aparecido un muro de repente entre el duque y ella.
¿Cómo había llegado a ese punto? Parecía que cuando daba un paso hacia adelante; daba otro para atrás hasta caerse de espalda.
Cuando llegó la ansiada tarta que la traía unos sirvientes, le cantaron la canción del cumpleaños feliz. Fue un momento tan emotivo que se le olvidó del muro y del duque, bueno un poquito. La tarta era de dos pisos decorada con sencillez. Había en total 18 velas, justo el número que cumplía años.
— Pide un deseo antes de soplarlas — le dijo Charles con entusiasmo.
Antes que sus labios soplaran, pensó en un deseo que le nacía desde el corazón. Fue cuando se irguió, alzó la vista hacia el objeto de su deseo, que aplaudía con mirada de orgullo. Ella sintió que el muro desaparecía de sus ojos.
Aunque quiso acercarse a él, sus familiares, amigos y conocidos se abalanzaron hacia ella para abrazarla y felicitarla como si no la hubiera felicitado antes. Parecía que dicho momento se retrasaría, aunque pensándolo bien, él ya le había dado su beso de felicidades anoche cuando la felicitó mientras estaba ella adormilada. Ese momento al igual lo ocurrido esa tarde los guardaría en su corazón bien atesorados. Nadie mancharía esos momentos aunque parecía ser que el destino quería que el duque estuviera apartado de ella toda la noche.
***
Después de la cena, pasaron al salón de baile. Allí la orquesta, que estaba lista, tal como había dicho el duque, tocó una melodía suave conforme los invitados entraban y pasaban hacia el salón. Charles la sorprendió cuando le dijo que fuera con él para presentarle a alguien. Olsen los acompañó. Se imaginó que sería la muchacha que le interesaba a su hermano. Fue exactamente así. Nunca se esperó que la había invitado a la fiesta.