Tampoco quería perderlo.
Se movió de la cama intranquila. Sabiendo que la conversación de anoche no había resuelto nada y la dejaba en el mismo lugar que estaba. Porque lo amaba y aun así... Seguía sin avanzar. El duque se había marchado desilusionado, o eso creía ella, cuando lo vio irse tras la puerta que ella misma había cerrado. No quiso que entrara ya que las palabras de Ferguson habían hecho mella en ella. Era una realidad que había dejado ahí, olvidada pero que persistía como una nube negra.
Sabía que había cometido una imprudencia al decirle que había sufrido ya una vez. No quería hacerlo de nuevo. Había sido totalmente imprudente. No podía dejar que él averiguara más de ello. Aunque, también, podía ser que él dejara de darle importancia con el paso de los días. Pero no estaba segura qué haría. Ni ella misma respecto a él.
Suspiró y dio otra vuelta más en la cama.
En esa madrugada no durmió bien, ni supo cuando cerró los ojos. Solo sabía que tuvo un sueño muy intranquilo y preocupante. Al despertarse, se encontró con la habitación iluminada ya por los rayos del sol y despejada.
¿Cuánto tiempo había pasado en la cama?
Sacó los pies de la cama y buscó las zapatillas. Aún seguía con el sueño navegando por la mente por no haber dormido de forma apacible. Se colocó la bata y miró la hora. De sus labios, escapó un grito de sorpresa al ver que era casi mediodía.
¿Nadie la había avisado?
Llamó a su doncella que tardó en regresar.
- Señorita – la joven se dio la vuelta y se extrañó que su doncella siguiera en la puerta sin entrar.
- ¿Qué ocurre? Sé que se me ha hecho tarde el desayuno. Me lo he perdido y su excelencia estará furioso – quiso ser graciosa, pero parece ser que la mujer no le hizo gracia o algo muy serio pasaba y ella no se había enterado.
El miedo de que él la abandonara se coló por su mente recordando vestigios del sueño.
- Sí, su excelencia quiere verla.
- ¿Si? – ¿tan pronto?, se preguntó, creándole un nudo en el estómago -. Ayúdame a vestirme.
- Él ha exigido que sea ahora mismo. En cuanto despertara, fuera directa a verlo en la biblioteca.
Sí, la situación era bastante seria. Más de lo que pensaba. Observó el rostro de su doncella queriendo ver alguna señal que le indicara que era lo que estaba ocurriendo. Pero no lo consiguió. Desató y anudó con más fuerza la bata. No podía decir que estaba tranquila. Tocó la puerta sabiendo que él estaría esperándola. En su mente, se imaginó cualquier situación desde que se había dado cuenta que la amaba hasta que él se marchaba de Londres, esto último sería lo más doloroso.
- Pase – pudo escuchar su voz autoritaria tras la puerta.
El corazón le latió con más fuerza.
Nunca se iba a imaginar el panorama que se iba a encontrar.
La señora Ferguson estaba sonándose la nariz, ¿había estado llorando?
- Puede irse, Ferguson y, por favor, cuando pueda, recoja sus pertenencias. Le mandaré un cheque y una carta de recomendación.
La mujer en cuanto se levantó y la vio. Fue hacia ella entre lágrimas y lamentos.
- Señorita, lo siento tan-to – no entendía nada -. Lo siento...
- ¿Por qué? – alzó la mirada hacia el duque pero este se mantuvo impasible. Casi frío.
- Señora Ferguson, más tarde se despedirá.
- Sí – asintió la mujer apesadumbrada.
Cerró la puerta dejándola con él.
- ¿La ha despedido? Ella no ha hecho nada impropiado para que merezca ese trato de su parte.
- ¿Ahora me dice cómo debo dirigirme a mis empleados? – se sentó detrás del escritorio.
- No - ¿por qué estaba siendo sarcástico? -. Llego aquí y me encuentro a mi carabina llorando sin una explicación aparente.
- ¿Quiere una explicación? – la joven asintió y él le tendió una hoja de periódico -. Léela. Seguro que lo encuentra de lo más interesante.
Tomó la hoja sin apartar la mirada de él. Se sentó en el sofá y leyó por encima hasta ver su apellido y del duque en un mismo párrafo. Se le nubló la vista. Se tuvo que calmar para leerlo bien.
- No puede ser – susurró horrorizada por lo que decía.
- Sí, señorita Caruso. Sí puede ser. Parece ser que alguien nos vio y le salió el chisme a todos los presentes reunidos en la fiesta. Si no fuera poco, nos dice que fuimos irrespetuosos con la reina.
Alice estaba atónita. ¿Cómo los había podido ver?
- Fui un imprudente e irresponsable – continuó diciendo y se levantó para situarse detrás de la ventada -. Por eso me tendré que hacer cargo de la situación.
- ¿Desmintiendo esto? – Julian se rio pero fue una risa escéptica. Ella frunció el ceño -. Sí, se podría hacer y la señora Ferguson podría regresar...