No seré tuya #4

Capítulo 35

Las palabras del sacerdote llenaban el silencio solemne de la iglesia. Alice Caruso trató no estar nerviosa. Pero era casi imposible. Una vez más, hizo el intento de que su mente estuviera centrada en la voz del sacerdote y no en el propio miedo que la había dominado. Por unos segundos, interminables segundos, se preguntó si no estaba cometiendo un grave error.

Miró por encima de su hombro y se encontró con los rostros de sus familiares. Habían llegado esa misma mañana. Daba gracias a Dios, que su padre había podido estar antes de regresar a Devonshire, ya que Diane no había podido viajar ni sabía el porqué de su visita a Londres. Solo que le habían dicho de acompañar a Cassandra y ver cómo estaba. No le habían dado la noticia del enlace creyendo conveniente decírselo después que naciera el bebé.

Ver a su padre, le había llenado de alegría, y más, cuando pudo acompañarla y llevarla al altar. Sin embargo... No podía olvidar que, unas horas antes de la ceremonia, Dante había entrado en la biblioteca para hablar con el duque en privado. El hecho que la conversación tuviera lugar a puerta cerrada la preocupó de sobremanera. Aunque quiso escucharlos, no pudo por las puertas robustas de la biblioteca. No se podía oír el menor ruido, lo que la frustró y le creó más desosiego.

Cassandra, también, había llegado junto con su marido, su hijo y su sobrino, Charles, quien fue el primero en mostrar una sincera felicidad por su futuro matrimonio, sin mencionar las circunstancias que habían conducido dicho y especial momento. En cambio, su padre, en cuanto la vio y le preguntó con tono preocupado si estaba bien. Esa sencilla pregunta la desarmó. Le contestó que estaba bien pero su respuesta no le convenció del todo. Su mirada seguía siendo recelosa. Aun así, le dijo que la iba a apoyar en las decisiones que tomara. Después, se encerró en la biblioteca. Lo que ocurrió dentro no lo sabría.

***

—  Dame una razón para que no convenza a mi hija que no se case con usted – le dijo nada más entrar y sentarse enfrente del escritorio, donde estaba él.

—No esperaba esa reacción de su parte — no creía que Dante se iba a interponer. 

—¿Cuál esperabas? Mira, Werrington sé el historial que precede la relación que tiene con mi hija y no puedo pensar en otra cosa que podría estar moviéndose por venganza.

—  ¿A qué se refiere? — el asunto estaba tomando un cariz que no le estaba gustando.

— ¿Le ha dicho que estuvo enamorado de Diane? —le preguntó a su vez, sin contestarle a la pregunta.

Ese tema espinoso.

—No creo que sea relevante — dijo con voz cortante, enfrentándose a su mirada —. El amor que sentí por ella formó parte de mi pasado —ahora entendía las palabras anteriores de él —. Piensa que no la he olvidado.

No era una pregunta, era una afirmación. Ambos lo sabían.

—No sé qué pensar realmente. Dime, Werrington que no es una venganza.

—  No quiero que la utilice ni la haga daño. Es una joven que aparentemente es dura de carácter y rebelde, pero tiene un corazón muy vulnerable.

—Lo sé, lo menos que quiero es hacerle daño. Aunque no confía en mí y me ofende, no tengo pensando en vengarme de Diane o de usted. Entendí, y me llevó un largo tiempo hacerlo y aceptarlo, que ella nunca fue para mí. Éramos muy amigos desde que ella llegó a Devonshire. Durante un tiempo la amé – el otro hombre se mantuvo en calma —. Pero no era mía. Tú tenías su amor, algo que yo perdí hacía años. No es venganza, Werrington. Si lo fuera, hubiera sido más cruel.

Dante suspiró y se llevó las manos a la cabeza, cansado de ese asunto.

—Había querido darle una golpiza cuando me enteré de vuestro compromiso y las circunstancias que se dieron. No fue generoso de su parte exponerla a ese escándalo.

—Me hago responsable de mis actos — replicó con sequedad —. Debo remendar mi descuido.

—  No sería para menos viniendo de un duque. Diane no lo sabe. Quiero que este asunto se mantenga así hasta que nazca el bebé. Será impactante, y quizás, no me perdona por habérselo ocultado.

—Lo perdonará. Diane es demasiado bondadosa que no le guardará rencor. No lo ha hecho ni con su propia madre que hizo de las suyas en contra de mi hermana.

—  Rezo que sea así. Sino, tampoco me lo perdonaré — esbozó una sonrisa un poco triste y se levantó—. No estaré mucho tiempo Werrington. Después de la ceremonia en la Iglesia, me iré. No quería irme sin la promesa que hará feliz a mi hija. Cuando pueda, le dirá la verdad.

—  Dicha verdad, como le comenté antes, no es relevante – frunció el ceño y negó la cabeza. Lo miró y, finalmente, le dijo:-. Tiene mi promesa que no haré desdichada a su hija. Aunque no lo crea, la quiero.

—¿Pero la ama?

—  No le puedo responder aún a eso — Dante asintió sabiendo que no podía pretender que de la noche a la mañana el duque comenzara a sentir un gran afecto a su hija. Le tendría que valer esa respuesta, aunque no le tranquilizaba en absoluto.




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