El duque Werrington estaba preparando una sorpresa para su esposa. No era muy habitual en él ya que no le gustaban las sorpresas o al menos las ceremonias con bombos y platillos, pero quería hacer una excepción. Por ella que se lo merecía, y se lo debía.
Le había pedido la colaboración de su familia y un favor al pastor, el único que residía en Devonshire. Solamente había una persona que aún no estaba enterada, y era ella.
Su mujer, su corazón y su amor.
Vio como los amigos y las personas queridas se reunían en el jardín y se sentaban en las sillas colocadas en frente de un altar, o algo parecido que lo simulaba. Iban a ser testigos de un momento especial. Era la primera vez que alguien celebraba dos veces una boda. Ellos lo harían.
Unos minutos después, llegaron otros invitados que él había pedido que viniesen. El perdón existía y él la había perdonado. Se acercó a ella. Lady Darian estaba preciosa con su vestido color verde e iba acompañada por su marido y el pequeño que sujetaba en sus brazos. Un niño de un año y medio que era el reflejo de sus padres.
— Lord y lady Darian – les saludó -. ¿Quién este señorito?
— Te presentamos a Colin Christopher Alexander Darian – el pequeño se sujetó al cuello de su padre sin dejar de mirar al desconocido.
— Es tímido. Eh, grandullón, ¿no quieres saludar al duque? – él negó con la cabeza despertando las risas de los adultos. No estaba interesado en hacerlo, aunque fuera su excelencia.
— Gracias, Werrington por habernos invitados. No nos queríamos perder este maravilloso momento.
Hacía tiempo que su hermana Cassandra le comentó la visita de lady Darian y su cambio. Aunque al principio, estaba reticente a creerlo, más tarde, vio en una cena que organizó su hermana que sí había cambiado. Estaba felizmente enamorada de su marido y se alegraba por ello. Para aquel entonces, ella estaba embarazada de cuatro meses. Diane y ella limaron las asperezas. En cuanto a Ally. Cuando conoció a Ophelia, nunca se imaginaría, que sería una de sus buenas amigas.
Conversaron un poco más antes de volver a sus sitios correspondientes. El resto de su familia fueron llegando. Diane llegó acompañada por la niñera y sus dos niñas pequeñas, Ella y Sophie; Cassie y Matthew con sus dos hijos, Patrick y Mary. Charles fue hacia ellos cogiendo en brazos al futuro duque Werrington, Adam Henry Werrington. Menos mal que hacía buen tiempo porque el pequeño no podría estar afuera.
La música estaba compuesta por un coro de niños pequeños que cantaron el ave maría en latín cuando apareció la duquesa Werrington, acompañada, por segunda vez, por Dante. Quería que fuera como si fuera la primera vez que se casaban.
Ally no sabía nada. Incluso se preguntó dónde estaba el mundo. Su padre la buscó y la encontró confundida y con mil preguntas. Él le dijo que se pusiera lo más bella posible, aunque ya lo era. Extrañada por su respuesta, fue hacia su dormitorio. Su doncella la estaba esperando para arreglarla. Le colocó una diadema de flores en sus cabellos.
— ¿Qué celebramos? – le preguntó a ver si conseguía una respuesta.
— Oh, mi señora. No puedo decir ni una palabra. El duque me lo ha prohibido.
— ¿Ni una?
Su doncella negó con la cabeza.
— En fin, pronto descubriré lo que está pasando, ¿verdad?
Con un toque en la puerta, supo que era su padre que venía a recogerla para llevarla a no sé qué sitio.
— ¿Adam? – no había visto a su bebé.
— Tranquila, Adam, está bien. Luego lo verás. No iremos muy lejos – le guiñó el ojo aumentando su curiosidad.
Salieron hacia la parte de atrás que estaba el jardín. Hacía buen tiempo y el sol estaba en el cielo sin nubes que lo tapasen. Sus zapatos pisaron la suave hierba mientras seguía el paso de su padre. Aún no sabía qué lugar la iba a llevar hasta que divisó gente sentada en dos lados del jardín. Había un camino alineado con piedrecitas que le dirigían hacia su marido, que estaba enfrente de un altar y detrás de él había un pastor.
¡Era una boda!
Sonaron las voces de los niños a su alrededor, que cantaron esa hermosa canción. No pudo dar dos pasos sin derramar alguna que otra lágrima. Su corazón bombeaba y brincaba por el amor que estaba sintiendo, que no dejó de sentir desde que se enamoró de él.
Conforme caminaba, vio a su familia. Charles llevaba en brazos a su precioso hijo. Dante la dejó, otra vez, en sus manos y volvió a lado de Diane.
El duque la tomó de su mano y la atrajo hacia él con suavidad y mirándola a los ojos con verdadera devoción y amor.
— Esta boda no estará manchada por el escándalo — sabía cuánto significaba aquello para ella —. No será un proceso rápido, ni un papel. Sino esto es muestra de mi amor, afecto, lealtad, confianza y respeto hacia ti, Ally.
Para sorpresa suya, su esposo sacó de su chaqueta unas cosas que hicieron un ruido. Abrió la mano y pudo ver un anillo del ducado y unos gemelos de oro.