Mi nombre es Abril, la mayor parte de mi vida ha sido feliz, pero ahora estoy en una pequeña cúspide de duda, mientras limpio las ventanas afuera de mi casa, la duda empieza a crecer más dentro de mí, mis dedos rozan los gruesos barrotes que cubren las ventanas y puedo observar el color ocre que se empieza a esparcir, el olor a oxido es leve, pero es una clara indicación que nuestro hogar le falta mantenimiento, miro el sol y unas pequeñas aves pasan volando velozmente, la sorpresa cubre mis ojos y mi corazón salta emocionado, las aves hace mucho que no se ven y verlas volar es lo más bueno que he visto los últimos días, corriendo mi dirijo adentro de mi casa.
—Mamá, papá —los llamé con una gran sonrisa.
Mi madre que estaba sentada en la mesa del comedor se levantó y pasó por el frente de mi padre, quien aprovecho para guardar unos papeles que tenían extendidos sobre la mesa.
—¿Qué pasó Abril? —preguntó con una sonrisa.
—Vi dos aves —le dije y mi madre levantó ambas cejas—, sobrevolaron nuestra casa.
—¿Pediste un deseo? —está vez habló mi papá.
—Claro, claro —coloqué un dedo sobre mis labios y con una sonrisa agregué—, pero es un secreto.
Mis padres sonrieron y me dijeron que tenían que salir, los vi marcharse y me quedé sola en la casa, un brillo reluciente me hizo mirar a mi izquierda y pude ver varios diplomas y menciones de honor colgadas en nuestra pared, en todos ellos mi nombre estaba marcado, diplomas sobre escultura, cultura general, arte, música y muchos demás, en todas las materias del colegio destacaba como la mejor, una sonrisa cruzó mis labios, yo era conocida como la mejor estudiante que había tenido el colegio de la Excelencia de Vyroodian. No había persona alguna que pudiera sobrepasar mis notas y el alto estatus que construí a mí alrededor, me acostumbre a ser adorada por los demás, por los profesores, compañeros y hasta mis propios padres.
Hoy era el día que llevaba esperando durante mucho tiempo, pero primero tendría que hacer una pequeña cosa, solo una, subí a mí habitación y entre mis pertenencias busque una pequeña piedra, una piedra que encontré en el camino del colegio a mi casa, famosa por la destrucción que trajo muchos años atrás ahora simplemente era un recipiente vacío sin nada en especial, encendí la luz de mi escritorio y de un cajón saque unas pequeñas pinzas, sostuve la piedra contra la luz y nada se veía en su interior, pero incluso así no me cansaba de ver como iluminaba con destellos de colores entre rojos, morados y azules, hacía ver mi habitación un lugar casi mágico. Esta piedra podría ser peligrosa si adentro tuviera algo, actualmente eran conocidos como legídos, posiblemente se cansó de esperar y dejo su pequeño e inútil caparazón tirado, era totalmente inútil pero la belleza que emanaba esa pequeña piedra superaba todo lo que había visto en mi vida que en realidad no eran muchas cosas.
Escuché que la puerta de la casa era abierta, así que rápidamente escondí la piedra y apagué la luz, salí de mi habitación y vi a mis padres con unos recipientes, el color café indicaba que en ellos había comida, un amargo sentimiento cubrió mi corazón, mis padres habían ido a un resguardo a buscar comida, tres recipientes fueron colocados en la mesa de madera, mientras mi padre servía en los vasos agua, mi madre los iba abriendo y los colocaba en cada lugar. Nos sentamos y empezamos a comer en silencio, la luz entraba con bastante facilidad por el color blanco de las paredes, aunque la sombra de los barrotes permanecía en su lugar, la claridad de la casa era perfecta lo que hacía que la comida fuera aún más agradable, mientras masticaba un poco de quinua, mi mente empezó a divagar en lo que la profesora había dicho el día anterior y lo que muchos decían alrededor, incluso los vecinos de nuestra pequeña comunidad.
“—Mañana tendrán el día libre, inspectores vienen a llevarse un hijo por familia —el rostro de la maestra se ensombreció—, recuerden que solo tiene que decir que no, toda pasara tan rápido que el día que entren de nuevo a estudiar nos reiremos todos.
La mayoría de mis compañeros asintieron con la cabeza, había unos cuantos que estaban muy asustados, incluso la profesora me dio una mirada lastimera. Cuando la clase había terminado, la profesora me hizo esperar un momento, cuando todos se habían ido ya, ella habló:
—Hablé con el director, le dije que hablara con los inspectores y que no te llevaran —su voz tembló.”
—Abril —la voz de mi madre me distrajo de mis pensamientos—, ya sabes lo que tienes que decir.
—Sí, ya lo sé mamá —miré el ultimo bocado que quedaba—, no se preocupen por mí, voy a estar bien.
La confianza de mi voz fue tan clara que mi padre preguntó:
—¿Estás segura?
—Muy segura —dije a la vez que comía el ultimo bocado.
Después de comer ayudé a lavar los recipientes, más tarde tendrían que entregarlos y quizás ya habrían pasado por mí, la espera cada vez era más opresiva, hasta que tras la ventana una sombra negra se detuvo, y pude escuchar con bastante claridad como abrían las puertas y se bajaban de los automóviles, las manos de mis padres temblaron, pero incluso así me sentía más segura que antes, fue ahí cuando tocaron la puerta. Mi padre fue quien la abrió y mis ojos se abrieron sorprendidos al ver entrar a tres personas, todos tenía un arma cruzando su pecho, el color negro predominaba en sus trajes, mi padre se apartó de ellos y los dejó pasar, los tres hombres dirigieron la mirada hacía mí.
—Abril… —leyó desde una delgada hoja traslucida que se desplego de su muñeca.
—Sí, soy yo —mi voz sonaba clara y concisa, siempre he tenido la ventaja de manejar muy bien mis emociones.
—Colóquese esto —me vuelve a hablar.
Uno de los tres hombres me entrega una ropa negra, la recibo y voy a mi habitación a cambiarme con bastante rapidez, mis padres se mantienen en silencio sin mediar ninguna palabra ni interponerse. La ropa curiosamente es de mi talla y me queda a la perfección, es bastante sencilla, y poco llamativa, cuando salgo de mi habitación ellos se dirigen hacía la puerta, salen primero y yo antes de salir, me giro y les doy una pequeña sonrisa a mis padres, quienes la devuelven con un poco de dificultad, cuando mis pies pisan la zona exterior de mi casa la puerta es cerrada, ellos me dicen que me quede ahí, los tres me dan la espalda y se colocan en una hilera frente al auto, giro mi cabeza a mi izquierda y luego hacía mi derecha y me doy cuenta que soy la única que ha salido. Después de unos minutos empiezan a salir y también los hacen quedarse parados al frente de la puerta, entonces cuanto ya todos están afuera uno de los tres se gira y con la misma hoja captura mi imagen de pie. Entonces me indican que tengo que subirme al auto y les hago caso, al subir me senté, después dos de ellos se sentaron al frente de mí. Miré por la ventanilla del auto y solo podía observar los árboles que se extendían un poco por cada lado de la carretera. No podía negar pero me sentía nerviosa, era la primera vez que salía de la casa e iba a un lugar alejado, respire profundamente y me dije a sí misma que solo debía hacer lo que todos decían. Noté como todo iba cambiando a mi alrededor incluso los árboles se volvían más frondosos y enormes, una pequeña capa azul cubrió los autos y pude observar con solo acercarme un poco más a la ventanilla un legído, estaba corriendo a la misma velocidad del auto y con bastante rapidez saltó sobre el auto del frente, la barrera azul lo quemó de inmediato y cayó al suelo, el conductor del auto en el que iba lo atropelló y siguió sin ningún problema. Me mantuve en silencio, tampoco es la primera vez que veía uno, a veces en la noche se acercaban y acariciaban mi ventana, recordando que en cualquier momento podían entrar. Los legídos eran bastantes inactivos durante el día, la mayoría de personas salían a hacer sus cosas tras la protección de los oficiales perfectamente entrenados, los legídos no se acercaban donde habían multitudes de personas, preferían atacar a aquellos que se mantenían solos, pero esto tampoco quería decir que los legídos fueran nocturnos, porque al parecer no lo eran solo se adaptaron a la situación.