El resto del día me estuve preguntando qué debía hacer. Al principio pensé en avisar a la autoridad porque, al fin y al cabo, eran delincuentes, aunque, no tenía pruebas. Tenía que ir a confírmalo.
También empecé a temer por mi seguridad. A dos de ellos no los conocía y a la otra solo la había visto un par de veces. Si estaban tan locos para salir a matar gente, como ellos aseguran, no pueden ser tan confiables.
«Debo confirmarlo», pensé.
Lo único que se me ocurrió fue llevar un cuchillo de la cocina y un gas pimienta que mi mamá me renovaba cada año para que lo llevara conmigo “por si acaso”, me decía. La verdad, me sentía muy nerviosa. En caso de que no me hicieran nada y me llevaran a una de sus “misiones”, no sabía cómo trabajaban o si se arriesgaban mucho solo iban por tipos de solo buscaban un poco de droga por la noche. Prácticamente iba en blanco.
Cuando llegó la hora pedí un carro a través de mi aplicación, hacía sentir más seguros a mis padres. Les había dicho que me iría a casa de una compañera a dormir porque teníamos que llevar unos materiales a la escuela por lo que nos iríamos, temprano, juntas en carro desde su casa, que era más céntrica.
Mis padres siempre se han preocupado mucho por mí, pero tratan de que esto no los ciegue demasiado para darme mi espacio. Sabía que tenían confianza en que les diría la verdad y que, mientras les contestara el celular, no marcarían a su casa. De todos modos, yo los entendía. En mi ciudad, que una mujer estuviera por la noche, sola, era peligroso, te podía costar la vida si no tenías cuidado.
Me despedí de ellos y me marché.