Ya teníamos quince años y éramos los más jóvenes del departamento, junto a un niño de dos años.
Me había levantado a las cinco de la mañana a hacer el almuerzo de Lisandro para que fuera al bachillerato, no había mucho que hacer y le hago huevos, como siempre le hago porque es lo único que hay.
Acomode todo para que se fuera satisfecho a la escuela.
Bajó y se acercó a mi solo para desayunar y se va sin despedirse bien de mi, se va siempre sin darme un beso siquiera.
Cuando se hizo un poco más tarde empecé a lavar la ropa a mano, porque no teníamos lavadora y mucho menos secadora.
Saludé a mis vecinas que hacían lo mismo y suspiré con tranquilidad.
Volví arriba y revise a mi hijo, a ver si se levantó y estaba recién despierto.
Cuando me ve quiere correr a mi, pero es un poco torpe y se tropieza.
Corrí para acariciarlo y no llorará y sirvió, en vez de llorar empezó a reírse junto a mí.
Cargue al niño hasta la cocina e hice de desayunar para los dos, en las mañanas hago de desayunar, pero es para Lisandro porque no debe gastar mucho dinero en la escuela, con eso de que somos su familia, tiene una casa y gastos de un bebé y ya nada de ayuda por sus padres.
El único regalo de mi suegra, según ella, es haberme enseñado a ser una verdadera mujer responsable, cuidar de mi hijo y de mi ahora marido.
El niño me movía el pelo, jugaba con los tirantes de mi camiseta y yo le meneaba a la comida para que quedara bien.
Hice una mini decoración en su platito donde había un Mickey Mouse, puse una manzana picada en trozos pequeños para que pudiera comer bien, porque aún tiene dientitos pequeñitos.
—¡Mamá! —sonreía y movía la manito cuando tenía su tenedor en la manito.
—¿Qué pasó? —yo comía con las tortillas y él sonreía con timidez —¿Quieres más? —asintió.
Me pare de mi lugar, agarre su plato y le pase el contenido de la cazuela al plato de mi hijo.
Le puse poquita kétchup porque al niño le gustaba bastante.
—¡Más manzanas mami!
Piqué más manzanas y se las di.
Abrace a mi hijo para cambiarlo tenía que estar muy activa, aún debía lavar la ropa de Lisandro y lavar la del niño y la mía.
Cuando volví a lavar deje al niño con un juguete que prometía que lo distraería y ayudaría para más adelante del desarrollo.
—Eres tan jovencita como para cuidar de un niño, de tu pareja. ¿Seguro que estás bien ahora?
—Claro, no me molesta estar aquí haciendo todo yo, dónde vivíamos con mi suegra todo era peor... Mi suegra me agredió de muchas maneras, a pesar de estar embarazada a los doce con un embarazo riesgoso —me miro e hizo ancha la boca.
—Debiste disfrutar tu adolescencia y no haber tenido sexo, eras una niña —sonreí con timidez —. A esta edad podrías estar saliendo al cine con muchas de tus amigas, no haciendo aseo en una casa tan espantosa y cuidado de dos personas.
Ella tenía razón, tengo solo quince años y hago cosas de adultos, me adelante a mi vida, adelante etapas.
—Si pero no hay vuelta atrás —reí con nerviosismo —. No es como si pudiera retroceder el tiempo y decirme a mi misma "Agnes, no tengas relaciones con él".
—Lo se, pero bueno chica. Cuídate —asentí —debo irme porque debo estar haciendo unas cosas en casa.
—Claro, que le vaya bien señora —la despedí con la mano y seguí haciendo lo mío.
Lave miles de ropas, cuando llegue al departamento todavía tuve que hacer aseo, pero no era mucho, es un departamento pequeño y eso es perfecto, no me cansaba del todo en hacerlo.
Cuando Lisandro llegó aún me faltaba hacer unas cuantas cosas, lavar trastes, bañar al niño y unas más.
—¡Papi! —escuché la vocecita de Abel, salí del baño y lo miré cargarlo.
—Hola Abel.
—¿Me trajiste algo?
—No hijo, estaba en la escuela —abrió la boca en una "o" muy grande y sonreí al ver eso.
Me acerqué a él me limpie las manos en la ropa.
—Hola Lis —traté de besarlo pero me aparta, sentí como mi pecho ardía en dolor, mordí mi labio y los mire a los ojos.
—Agnes, vengo cansado del colegio, ¿Esta mi comida hecha?
Mierda, lo olvide... Pensé en todo lo demás, pero no en su comida.
—Lis yo... No pensé en eso, me puse a lavar toda la ropa, los trastes, acomodar... —me calló y bajé la mirada.
—Es lo único que debes hacer y no lo haces bien, en serio Agnes...
—¡Es la verdad! Me puse a hacer más cosas, si quieres te hago algo ahorita y ya.
—No quiero comer simplemente huevos, mujer, quiero otra cosa.
—Trae mandado del supermercado y te hago lo que quieras.
—¿Todavía quieres que yo vaya? No puedo creerlo Agnes —se cruzó de brazos y me miró con esos ojos tan negros.
—Lisandro, sabes que yo tengo muchas cosas que hacer —empecé a alzar la voz y a él no le gusto el tono, por su gesto.