Lia había llegado a casa de mejor humor del que se había ido horas antes. Se encontró con las chicas en el salón gritando y pegando saltitos como unas locas.
—¿Qué hacéis? ¿Nos ha tocado la lotería o qué?—la chica permaneció en el quicio de la puerta.
—¡Lia!—Lou salió a su encuentro y la arrastró hasta las otras dos muchachas—Tienes que ver esto—tiró del brazo de Jen y vio un anillo de compromiso sencillo pero realmente hermoso.
—¡No me digas que Carl…!—se dirigió a Jen y ella le devolvió una gran sonrisa—¡Enhorabuena, me alegro tanto por ti!—la abrazó con cariño.
—Esto sólo puede significar una cosa—sentenció Kate desde lo alto del sofá—¡Esta noche toca fiesta! ¡La despedida de soltera de Jen!
—¡¿Qué?!—gritaron Lia y Jen a la vez.
—Kate ¿Te he dicho ya lo bien que me caes?—Lou tiró de Kate y las dos acabaron rodando sobre la alfombra—Y vosotras, no podéis decir que no. Merecemos una noche de chicas urgentemente. Fiesta, baile, alcohol, chicos…. Bueno para Jen no… En fin, desmadre.
—Cualquier excusa es buena para una juerga ¿No Lou?—comentó Lia—Está bien, saldremos, pero debéis comportaros bien, que ya tenéis una edad y…
—Lia, cielo, no pierdas el tiempo—la interrumpió Kate—Sabes que no lo haremos y tú tampoco deberías. Lo que tendrías que hacer es disfrutar de la vida, que sólo tenemos una.
—Vale Kate lo pillo, soy un muermo—sonrió y se sentó en el sofá mientras miraba a sus amigas hablar a toda prisa. Jen estaba callada pero muy radiante—Parece que de esta no nos libramos ¿Eh?
—Ya sabes como son, además a mí también me apetece. Será de las últimas veces que podamos salir juntas, os voy a echar muchísimo de menos.
—Ni que te casaras mañana, aún tenemos mucho tiempo para nosotras—Jen cambió su gesto por uno más serio—¿Pasa algo Jen?
—Me caso en dos semanas. A Carl lo trasladan a Madrid y no quiere separarse de mí. Por eso me pidió matrimonio y nos casamos ya. Me voy con él Lia.
No conocía mucho a Carl, pero no parecía algo que pudiera venir de él. Carl era un hombre serio, que le gustaba meditar mucho las cosas y demasiado conservador para la dulce Jen, pero se querían muchísimo, era muy evidente.
—Ya verás, te va a encantar España, y vas a ser muy feliz con Carl. No tardarás demasiado en decirme que un sobrino viene en camino, por fin tendrás todo lo que tú siempre has soñado—la abrazó de nuevo—Bueno pues lo dicho, esta noche toca fiesta.
A Lia no le gustaba demasiado salir, pero aquella era una noche especial y debía hacer de tripas corazón. Abrió su armario, toda su ropa era aburrida, aquel viejo ropero era más propio de una mujer de sesenta años que de una chica joven, pero era lo que había. Eligió un pitillo negro que le quedaba algo justo pero podía respirar, una blusa de corte imperio con escote corazón de color rojo de manga tres cuartos. Si algo podría lucir bien era su pecho y unas sandalias rojas con bolso a juego. Se hizo un moño sencillo con algunos mechones sueltos, ya que era incapaz de peinarse en condiciones, aunque reconocía que no estaba tan mal, lápiz de ojos y pintalabios rojo a juego con su outfit. No era gran cosa pero es que de donde no había no se podía sacar.
Lou y Kate parecían modelos. Como casi siempre que salían de fiesta, vestidos cortísimos, ajustadísimos y unos taconazos de vértigo. Una iba de azul eléctrico y la otra de fucsia, mientras que Jen se puso un vestido negro bastante más recatado que sus amigas y unos Stilettos del mismo color.
—Chicas esto se merece un selfie—Kate sacó su móvil y las cuatro posaron como modelos. Y sin que nadie se diera cuenta se la mandó a Ethan junto a un mensaje para que supiera dónde estaría Lia toda la noche—Listo, vamos a quemar Londres.
Horas después, Lia iba ya por su cuarta copa y estaba decidida a volver a casa en cuanto se la terminara. Kate y Lou estaban bailando con unos chicos que acababan de conocer y Jen estaba charlando con Carl en un rincón. El prometido de su amiga se presentó sin previo aviso y eso les fastidió la noche a las chicas. Así que allí estaba ella, en la barra, sola, mirando como las parejas bailaban, reían o se besaban sin ningún pudor. Patética, esa era la palabra que la definía sin lugar a dudas. Le dio un último trago a la copa y se bajó del taburete. Estaba a punto de salir cuando se topó de frente con el pecho de alguien.
—Lo siento, iba distraída—levantó la cabeza y se encontró con una sonrisa conocida—¡Eres tú!
—Sí, el idiota ¿Te acuerdas?—Ethan la miró de arriba abajo con disimulo.
—Ethan, suelo tener buena memoria—le sonrió con timidez—Que casualidad encontrarnos aquí. Espero que te diviertas—bajó la cabeza e hizo el amago de seguir su camino, pero él la detuvo.
—¿Dónde vas?—se acercó a su oído ya que la música estaba altísima y pudo percibir su olor a algodón de azúcar—Es muy pronto aún.
—A casa, la noche terminó para mí. Se suponía que era una noche de chicas. Una amiga se casa en dos semanas y veníamos a celebrarlo, pero su novio apareció de la nada—señaló a la pareja que conversaba al fondo—Y después Kate y Lou se fueron a bailar y encontraron sus ligues de hoy, así que…
—Siempre puedes bailar y encontrar tu ligue como tus amigas—Lia enrojeció hasta la raíz del pelo, cosa que al chico le causaba bastante gracia.