Unos rayos de sol empezaron a colarse a través de la ventana. ¿Habría olvidado echar las cortinas? Quiso darse la vuelta pero se topó con un bulto que se quejó por el golpe. Abrió los ojos por la sorpresa y la luz le taladró el cerebro teniendo que volver a cerrarlos. «Un momento. Hay algo que no me cuadra» pensó. Intentó abrir los ojos de nuevo poco a poco y ya sabía lo que no le convencía. ¡Esa no era su habitación! Sin moverse de su posición, comenzó a inspeccionarla, parecía de mujer. Las paredes eran blancas y contaba con un escritorio bastante ordenado, un ropero pequeño, un aparador lleno de fotografías de algunos niños de colegio y también de Kate, Lou, Jen y… ¡Lia! ¡Estaba en la habitación de Lia! Se miró a sí mismo y se tranquilizó al darse cuenta que seguía vestido con la ropa y zapatos del día anterior.
Observó el montón de sábanas y manta que estaba a su lado y lo levantó un poco. Sus sospechas se confirmaron. Había pasado la noche con ella. Justo en ese momento, Lia se movió y se destapó la cara, aún parecía dormir plácidamente.
Ethan no perdió detalle de su rostro. Hasta entonces no se había fijado en las simpáticas pecas que se esparcían por sus mejillas, y sin saber por qué, sonrió como un tonto. De sus ojos que aún permanecían cerrados, nacían unas pestañas largas y espesas. Lia contaba con unos preciosos ojos azules y a pesar que él eso ya lo sabía, parecía que era la primera vez que la veía. También se fijó en su pelo. Y sin saber muy bien como, se lo acarició y la chica suspiró dormida.
Aquel despertar lo estaba matando, tenía un millón de dudas acerca de Lia…Y cada día se le iba a complicar más mientras siguiera callado. Quiso acariciarle la mejilla, pero la chica otra vez se movió. Y mientras él se hacía el dormido, Lia se acababa de despertar.
Se sorprendió al encontrar a Ethan en su cama. ¡En su cama! Se moría de la vergüenza. Era la primera vez que un hombre amanecía en su cama y quizás, la única. Se incorporó hasta sentarse aún dentro de la cama y se quedó mirándolo. ¡Estaba tan mono ahí dormido! Le daba pena despertarlo. Era un sueño que un chico tan guapo como Ethan estuviera interesado en su amistad. Aún se preguntaba por qué subió con ella en la dichosa noria si le daban pánico las alturas. «Porque es tonto» sonrió mientras lo recordaba.
Sí. Ethan estaba despertando algo dentro de ella, algo que sabía que no debía sentir. Eran amigos, ni siquiera se conocían bien del todo y no le gustaba porque estuviera más bueno que el pan. Ethan era mucho más que un físico potente. Era gentil, gracioso, extrovertido, a veces la sacaba de sus casillas, pero formaba parte de su encanto. Por cómo se comportaba con Mary Anne, sabía lo cariñoso que era y no podía olvidar de lo idiota que era en ocasiones.
Lia resopló de una forma no muy femenina y lo volvió a mirar. Jamás se fijaría en alguien como ella. Y no sólo porque a simple vista no tenían nada que ver, sino porque eran personas totalmente opuestas. Ella era negativa, depresiva y débil, con la autoestima por los suelos y tenía demasiados problemas en su vida. No tenía derecho a apagar la luz que Ethan irradiaba con sólo hacer acto de presencia. No quería dejar de verlo pero era la mejor opción antes de hacerse más daño aún.
Ethan empezó a impacientarse, ella se había sentado en la cama sin apenas moverse y sin hablar. ¿Tendría ella también lagunas mentales? Quiso tomarle un poco el pelo y se movió de manera que su cabeza quedara a la altura de su regazo. Lia se quedó rígida. «¿Y ahora qué?» Intentó no moverse mucho para no despertarlo. «¿Por qué a pesar de llevar la misma ropa de ayer tiene que oler tan bien?» Por instinto bajó la cabeza y él abrió los ojos. Se miraron sólo un instante, pero en ese brevísimo espacio de tiempo, en sus miradas, se podía leer muchas cosas.
—Lia, ¿Tienes pastillas para el…?—Lou abrió la puerta y se quedó petrificada al ver la escena—¡Perdón!—y la cerró rápidamente.
—¡Mierda!—Lia saltó de la cama y la cabeza de Ethan rebotó sobre el colchón mareándose—¿Se puede saber por qué no te fuiste a tu casa?
—¡Y yo que sé!—se tumbó bocarriba y cerró los ojos—Hacía años que no tenía un dolor de cabeza como el que tengo ahora mismo.
—No eres el único—abrió la ventana para que entrara aire fresco—¿Quieres un café? Quédate aquí. Si te levantas vomitarás sobre mi cama y no te lo perdonaré.
—Gracias por tu amabilidad—se quitó la chaqueta y los zapatos y se metió dentro de las sábanas mientras Lia salía de su habitación.
Entró en la cocina donde estaban Lou y Kate con cara de resaca tan mala como la suya.
—¡Buenos días!—Lia saludó y como respuesta recibió las miradas asesinas de sus amigas—¡¿Qué?!
—Nada, nada—murmuró Lou—¿Qué hace ese tío en tu cama Lia?
—¿No eras tú la que decía que a ver cuando me animaba a traer a alguien? Pues ya está—sus amigas la miraron con cara de sorpresa—No me miréis así, no ha pasado nada—cogió dos tazas, vertió café y las metió en el microondas—Ahora que me acuerdo…Anoche desaparecisteis y llegué aquí y tampoco estabais. La próxima vez podíais avisar para que no me preocupe.
—Conocimos a unos parientes de Jen y bueno…Nos fuimos a dar un paseo con ellos—aclaró Kate—Lia tenemos algo que decirte—Lou le dio un codazo—Ese chico, Ethan, no nos da buena espina.
—¿Qué dices? Ni si quiera lo conocéis como para saber cómo es—sacó las tazas del microondas y las soltó en la encimera.