¡ No sonrías, idiota! (2024)

CAPÍTULO 25

—¡No Lia, no lo hagas!—Mónica entraba en ese momento en la habitación y corrió a la terraza para evitar una desgracia. Si hubiera tardado un minuto más, Lia habría conseguido su objetivo.

La chica se asustó muchísimo cuando entró a la habitación y vio a Lia a punto de precipitarse al vacío. Lo único en lo que era capaz de pensar era en qué hubiera pasado si no se le hubiera ocurrido subir a ver como estaba después de la tensa conversación con su madre.

—¿Por qué quieres hacer eso?—Mónica se sentó en el suelo de la terraza a su lado.

—Porque es la forma más sencilla de dejar de sufrir—tenía la cara desencajada y la mirada perdida—No debiste impedírmelo.

—¡Por supuesto que sí! ¡Es una locura!—le acarició la cara para que la mirara—Piensa en todas las personas que te quieren, no puedes hacerles eso.

—A mí nadie me quiere Mónica—agachó de nuevo la cabeza—Fingen que lo hacen. ¿Sabes que por esa razón dejé mi vida en Londres? Cuando vine aquí sólo lo hice para que terminaran de despedazarme y eso es justo lo que está sucediendo.

—No digas eso—Mónica no había visto a nadie tan destrozado psicológicamente jamás—Siempre puedes irte de aquí y empezar de cero.

—Realmente no puedo. Ya lo hice cuando me fui hace años y mira donde estoy otra vez, en el punto de partida—se encogió de hombros—Únicamente estando muerta podré ser libre.

—No puede ser que una persona tan joven como tú tenga ese tipo de pensamientos—cogió su teléfono y le escribió a alguien. Cuando la puerta se abrió, entró Valeria con un pijama en la mano.

—¿Se lo has contado?—preguntó Lia indignada.

—Claro que sí. Esto es algo muy serio y lo siento mucho pero no me voy a quedar callada.

—Espero que no te importe que esta noche duerma en ese sofá tan bonito que tienes—le informó Val.

—No entiendo por qué hacéis esto. Ni siquiera me conocéis bien…—estaba abrumada por como aquellas dos chicas trataban de protegerla de sí misma.

—Porque te lo has ganado y siempre nos ayudas en todo—Mónica la cogió de la mano—Es lo menos que podemos hacer, al menos de momento.

—Ha llegado la hora de irnos a descansar—Val cerró con llave la puerta de la terraza y se la dio a su compañera para que se la llevara.

—¿Puedo pediros algo? No se lo digáis a ellos—señaló refiriéndose a sus padres.

—No lo haremos, no te preocupes. Buenas noches—Mónica se despidió de ellas y salió de la habitación.

Lia se metió en su cama mientras Valeria se cambiaba para después acurrucarse en el sofá, estaba tan cansada que se durmió enseguida.

La que no podía dormir era ella. Había estado a punto de ser libre, pero el destino se había empeñado en que siguiera siendo una desgraciada. Hacia la una de la madrugada, recibió un mensaje de Esteban y empezaron hablar. Como siempre el chico estaba con sus bromas y esas cosas que a ella le alegraban un poco la vida, en ese instante se le ocurrió escribirle.

 

LIA—¿Estás haciendo algo ahora mismo? ¿Sería mucha locura si nos viéramos ahora? No es una proposición indecente, que conste.

ESTEBAN—Estaba a punto de irme a dormir pero…¿Qué sería el mundo si de vez en cuando no cometiéramos locuras? Dime donde nos vemos.

 

Después de indicarle el punto de encuentro dentro de la urbanización, se aseguró que Val siguiera dormida y salió sigilosamente de su habitación y después de su casa. Ya casi estaban al final del verano y esa noche estaba siendo fresca, quiso volver a por algo más de abrigo, pero luego recordó que ya no tenía ropa. Caminó unos metros más y allí estaba su amigo esperándola.

—Me ha llamado mucho la atención que seas tú la que quiera verme y a estas horas—notó algo en su mirada que no le gustó nada.

—Perdón por abusar de tu generosidad, pero eres lo más cercano a un amigo que tengo aquí.

—Abusa lo que quieras—trató de hacerla reír pero no lo consiguió—¿Va todo bien?

—No—susurró bastante abatida.

—Ven aquí—sintió la necesidad de abrazarla al verla tan frágil y devastada—Sea lo que sea que te está pasando, puedes contar conmigo.

—Gracias Esteban—agradecía el gesto que estaba teniendo con ella. Pero al comparar ese abrazo con otros que había recibido anteriormente, no le hizo sentir nada en absoluto—Necesito hablar con alguien para no volverme loca o…

—Puedes hacerlo ahora, si estás lista—la condujo hasta un banco y se sentaron.

—La verdad es que…me da un poco de vergüenza. No quiero que pienses que sólo te busco cuando las cosas no van bien.

—Pues deja de hacerlo—le pasó un brazo por encima de los hombros—Porque no es así y si me aceptas un consejo te diré que primero debes pensar en ti y luego en los demás. ¿Te puedo preguntar algo?

—Es lo menos que puedo hacer después de haberte hecho prácticamente salir de la cama.

—¿Que te hayas ido de Londres tiene algo que ver con el tío ese con el que te encontraste en la discoteca?




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