¡no soy Ariel!

Café y pastel

Con su sonrisa de superioridad, ahí estaba él, sentado muy plácidamente justo detrás de la única silla que quedaba vacía en todo el salón de clases. Tenía que ser una broma.

Que suerte de mierda tenía ese día.

Ya preparada mentalmente para cualquier cosa que estuviera por venir, con una mueca de cansancio me dirigí al asiento, coloqué mi mochila en el suelo y me senté mirando hacia al frente evitando su mirada a toda costa.

Supongo que se sentía un poco solo como cualquiera que tuviera que empezar en un instituto nuevo a mitad de año. Sin embargo, eso no me incumbía y mucho menos me importaba. Que él lidiara con sus problemas.

Pasadas algunas horas y unas cuantas clases más, por fin la campana que anunciaba el final de las clases estaba sonando en todo su esplendor. Para mí era el sonido más sublime que había escuchado jamás a pesar de que haría a mis tímpanos explotar.

Como alma poseída por el diablo, tomé mis cosas y casi corrí hacia la salida sin siquiera despedirme de Sam. Después hablaría con ella, ella entenderá.

Hoy había sido un largo día y estaba ansiosa por que llegara a su fin. No había señales de Hunter por ninguna parte en las puertas de salida, lo que significaba que los dioses me sonreían nuevamente. Elevaba oraciones mentalmente para que se mantuviese así el resto de mi efímera existencia.

Decidí no tomar el bus esta vez e irme caminando de vuelta a casa. Planeaba hacer una merecida parada en Bird's por un café y un cupcake de red velvet, mi favorito. Tenía que subir mi ánimo y atragantar mis penas de alguna forma ya que no pude disfrutar de mi pudin durante el almuerzo.

Bird's era una cafetería ridículamente adorable al estilo vintage con sus aves al óleo de todas las especies decorando las paredes y esponjosas nubes por lámparas. Sin embargo, ni la tierna decoración o los deliciosos postres eran la principal razón por lo que me gustase venir aquí, sino el apetecible chico que atendía en la caja registradora, en otras palabras, Hottie. Lo llamé así porque aún no sabía su nombre, desgraciadamente, y ese pequeño detalle me frustraba desempeñar mi trabajo como stalker.

Como era costumbre tomó mi orden con una amable y perfecta sonrisa que hacía resaltar sus hermosos hoyuelos en las mejillas. Tenía el cabello rubio, unos hermosos ojos azul cielo y un cuerpo de muerte, él era perfecto.

— Gracias por su compra y disfrute su pedido.

— Gracias. Ten un buen día, Hot...—me detuve al darme cuenta de que lo iba a llamar por su alias, él me miró con una ceja alzada para luego decir que avanzara el siguiente en la fila.

¿Qué estaba mal conmigo hoy? Que vergüenza.

No tuve más opción que fingir demencia y huir con la poca dignidad que me quedaba después de haber recibido mi orden. Comería en el camino.

Todo era culpa de... de..., no quería echarme la culpa a mi misma, así que opté por echársela a la persona que más había dañado mi día hoy, Hunter.

Al llegar a mi calle lo primero que vi fue un camión de mudanzas estacionado en la casa que estaba del lado derecho de la mía, había hombres bajando muebles y grandes cajas. No le di demasiada importancia y entré a casa.

Un muy conocido aroma penetró en mis fosas nasales al momento de poner un pie en la casa, me dejé guiar por el delicioso aroma y lo que vi en la mesa de la cocina me alegró significativamente el día. Había un enorme pastel de chocolate y avellanas, totalmente listo para ser devorado. La vida volvía a ser bella. Buscaba en los cajones por un cuchillo y un plato para tomar una rebanada.

— Ni se te ocurra tocarlo, Ashton —mamá me miraba con el ceño fruncido, arruinando mis planes.

— Llegas temprano hoy. Por otro lado, necesito un motivo por el cual no deba comerlo.

— Es para los vecinos nuevos. Iremos a dárselo más tarde.

— ¿Te tomas la molestia de cocinar para extraños y no para tu hija? —dije poniendo mis manos en sus hombros sacudiéndola levemente.

— Deja el drama, hija —me respondió dándome un abrazo—. Cuéntame ¿Qué tal la escuela?

— Ahora si heriste mis sentimientos —la miré con la mano en mi corazón. Ella sólo rodó los ojos—. Normal, la misma gente despreciable lidiando con su existencia.

— No cambia. A las 7 pm iremos donde los vecinos, está lista a esa hora, por favor.

— Como mandes, jefa.

Subí a mi habitación con la intención de asomarme a la ventana y descubrí que la habitación que estaba en la casa de al lado, la cual daba justo con la mía, ya estaba llena con cosas de chico, por lo poco que podía ver. Corrí mis cortinas y me acosté por una siesta.

— ¡Ashton, ya es hora! ¡Vamos saliendo!

Me desperté sobresaltada del coma de tres horas en el que había estado.

Ni siquiera me pude cambiar de ropa.

— ¡Ashton, apúrate! —gritó mamá desde las escaleras y le respondí de igual forma.

— ¡Ya voy!

Y ahí estábamos frente a la puerta de los vecinos nuevos. Dos polos opuestos. Mi madre estaba toda arreglada y perfumada, y yo tenía un nido en la cabeza, mi ropa estaba toda arrugada y todavía ni estaba despierta del todo. Menuda impresión que se llevarían los nuevos vecinos.

Tocamos el timbre y en el interior se escucharon un par de voces seguidas de pasos que se acercaban a la puerta. Esta se abrió y apareció una linda pareja de esposos.

Mi mamá nos presentó de manera bastante entusiasta y la pareja nos invitó a entrar a tomar un refresco. Ya dentro mi mamá se inspiró a hablar hasta por los codos preguntarles sobre su vida, mientras yo no encontraba donde meter la cara por las imprudencias de mi madre, pero ellos no parecía tomarle importancia ya que respondían gustosamente.

— ¿Y tienen hijos? —preguntó mi mamá.

— Si, tenemos uno pero en este momento no se encuentra — dijo la mujer aclarando mis sospechas de la tarde.

¿Cómo sería su hijo? Esperaba que se pareciera a Hottie.



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En el texto hay: comedia, romance, amor

Editado: 03.03.2021

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