¡no soy Ariel!

El trato

Anoche me había ido a la cama elevando plegarías a quien sea que estuviese allá arriba para que mi nuevo vecino fuera un modelo de revista, pero no, mi nuevo vecino resultó ser el Diablo.

Pues si, la persona que menos quería en mi vida me la topé de lleno al día siguiente cuando abría la puerta con la intención de ir al instituto. Hunter estaba frente a mis ojos encendiendo su auto con la misma intención que yo. La vida me odiaba, me lo estaba demostrando sin descanso estos últimos días.

¿Por qué a mí?

Salí procurando no verlo y ocultando mi cara con mi cabello para que él no se diera cuenta de mi presencia pero fue completamente inútil, ¿Y cómo no lo sería, si mi cabello no era fácil de ignorar ya que parecía estar encendido?, en menos de lo que cantaba un gallo, él ya estaba llamándome "Ariel" y regalándome esa sonrisa de "esto será muy interesante, prepárate porque los días venideros serán tu pesadilla" para luego irse al instituto.

Efectivamente, así fueron. Las semanas siguientes él y yo habíamos establecido una favorecedora rutina para ambas partes. Esta consistía en ignorarnos totalmente en el instituto y antes de salir a al mismo todas las mañanas competíamos por ver quien hacía  al otro perder primero el autocontrol gracias a todos los insultos que se nos ocurrían, bueno, al menos de mi parte eran insultos.

Sin embargo, una mañana nuestra tradición se vio interrumpida.

Ya era hora de que el transporte pasara pero la lata de sardinas no se veía por ningún lado. Vi la hora en mi teléfono y faltaban solo 15 minutos para que la campana sonara y junto con ella daría inicio a la prueba que tenía de biología con el viejo Mick. No podía llegar tarde hoy.

— Hey, piernas sexys. Parece que el transporte no pasa hoy. Si tan sólo tuvieras a un vecino jodidamente guapo que tuviera un auto, al cual le pudieras pedir un aventón.

— Es una lástima que no tengo a ese "jodidamente guapo vecino" que tanto mencionas y en su lugar tengo a un descerebrado —le respondí a Hunter haciendo como si me limpiaba una lágrima inexistente.

— Tenemos una prueba con Mick en 13 minutos —dijo mirando su reloj— ¿Quieres que te lleve?

—Si —le respondí sin pensarlo.

— Es una lástima. Este descerebrado no te llevará —declaró sonriendo y encendiendo nuevamente su auto. Era un bastardo.

— ¡Espera, por favor! Si me llevas, no te voy a molestar por una semana —intenté convencerlo.

— Suena tentador, Ariel, sin embargo, no llama suficiente mi atención. Inténtalo de nuevo. Hazme un oferta que no podré rechazar —le di mi mejor mirada de "vete a infierno". Un puñetazo en la cara era lo mejor que tenía para ofrecerle—. Vaya, 11 minutos. El tiempo vuela cuando uno se divierte.

Gemí de frustración.

— Bien, haré lo que quieras —no vi otra opción, mi cerebro no pensaba bien bajo presión, además estaba desesperada. Si perdía esta prueba tendría que hacer créditos extras y Dios sabía que no quería hacerlos.

— Hecho. Sube —expresó con una resplandeciente sonrisa triunfal. Subí lo más rápido que pude y pasados unos segundos el muy imbécil aún no arrancaba el auto.

— ¿Qué esperas, imbécil? ¡Muévete!

— Relájate que tenemos todo el tiempo del mundo —y puso en marcha el auto.

— Te advierto que no haré nada humillante.

— Para nada, Ariel. Sólo tienes que dejar tu ventana abierta como esta mañana cuando te estabas vistiendo —y seguido me guiñó el ojo.

Se me fue el alma del cuerpo, ¿Cómo demonios fue que olvidé cerrar la ventana? Sentí la cara caliente, no distinguí si era por la vergüenza o por ira que sentía. Quería matarlo o matarme.

— Cambié de opinión, ya no quiero que me lleves.

— Vamos, no es para tanto, Ash, he visto mejores.

— ¡Retíralo! —le dije ofendida. No entendía porqué quería que lo retirara, de todas formas él no me agradaba y su opinión no debería tener importancia.

— Tendré que echar un segundo vistazo para eso. Tal vez no te detallé completamente.

— Debes estar drogado si piensas que voy a aceptar —en eso frenó y abrió mi puerta— ¿Qué haces? ¡No me dejes aquí!

— Cariño, un trato es un trato. Si no cumples, entonces yo no tengo porqué llevarte. Así que última oportunidad ¿dejarás la ventana abierta?

— ¡No!

— Entonces bájate.

— ¡Haré cualquier otra cosa! —dije irritada cerrando la puerta.

— No te podrás negar —señaló mirándome desconfiado y yo asentí.

El auto nuevamente se puso en marcha retomando el camino a la endemoniada escuela. No hablamos el resto del camino.

Al entrar al estacionamiento sonó la campana. Bajé corriendo y me dirigí al aula de biología, los pasillos parecían cada vez más largos y yo iba teniendo un ataque de asma en el camino, no estaba para nada en forma. Cuando por fin llegué, la puerta estaba cerrada. La golpeé desesperada y la arrugada cara de Mick se asomó por la puerta con la finalidad de señalar el reloj que estaba sobre el pizarrón y después cerró la puerta en mi cara.

Jodido autobús, jodida prueba y jodidos créditos extras. Todo era culpa de Hunter por perder el tiempo.

Y hablando del demonio.

Oí unos pasos a mi espalda, me giré y ahí estaba llegando muy relajado.

— Que mala suerte, sirenita. Pensé que llegaríamos a tiempo.

— Todo esto es tu culpa. Si no hubieras perdido el tiempo intentando sacar algo a cambio, estaríamos ahí dentro.

— Yo no fui el que se negaba a aceptar la ayuda de un buen samaritano.

— ¿Buen samaritano? ¿Es una broma?

— ¿Te traje o no?

— Piérdete.

— ¿Te molesta mi compañía? —dijo avanzando lentamente hacia mí mientras yo retrocedía.

— Por si no lo has notado...—fui interrumpida al sentir que mi espalda estaba contra la pared y él a escasos centímetros de mí. Su aroma invadió mi espacio personal, el muy imbécil olía delicioso, era embriagador, mi cara quedó a la altura de su pecho. Iba a escapar de ahí pero anticipó mis movimientos y puso sus brazos a ambos lados de mi cabeza.



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En el texto hay: comedia, romance, amor

Editado: 03.03.2021

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