¡no soy Ariel!

Se me ven las bragas

Otra vez ese despreciable ser me interceptaba en la entrada de mi propia casa y para colmo me ponía los vellos de punta, tenerlo como vecino era una pesadilla. Extrañaba los días en los que no sabía de su existencia.

¿Por qué tenía que ser tan molesto?

Apostaba que ni la señora Miller, que era su mamá, lo soportaba.

— Ya piérdete, Hunter —bufé por lo bajo y para mi sorpresa escuchó.

— Jamás, Ariel. A menos que nos perdamos juntos —y descaradamente me vio de arriba a abajo con lentitud, como si quisiera absorber bien la imagen. Y para mi vergüenza yo estaba agachada recogiendo mis libros.

Falda bastarda que no tapaba nada.

— Déjate de estupideces. Contigo no voy ni a la esquina.

— Es una lastima porque hoy no estarás lejos de mí si vistes así para ir al instituto.

— ¿De qué hablas?

— Que si no te cambias de ropa no me despegaré de tu lado en todo el día —aseguró dando un par de pasos hacia mí.

Este hombre había enloquecido ¿me estaba amenazando? ¿quién se creía? Si me hice un cambio de imagen es para hacerlo sufrir a la distancia, no para que se pegara a mí. Últimamente, las cosas no salían como planeaba y todo era culpa de fuerzas superiores.

— Tú definitivamente debes odiarme ¡Tienes que dejarme en paz! —ordené desesperada.

— Todo lo contrario, Asthon. Hazme caso, es por tu propio bien. Así que ve a tu habitación y cámbiate ahora. Yo te espero.

— ¿Y tú quién te crees para decirme qué hacer y qué no hacer? —dije furiosa.

— ¿Lo quieres averiguar?

— ¿Qué?

Y sin esperar invitación Hunter acortó toda la distancia entre nosotros, me tomó de la cintura pegándome a él e intentó besarme, a lo que yo le respondí mordiendo su labio con fuerza, empujándolo y abofeteandolo.

— ¿Pero qué mierda, Ariel? —preguntó incrédulo a lo que acababa de pasar.

— ¡Qué sea la última vez que haces eso! No somos nada y nunca lo seremos. Ahora, si me permites, tengo que ir a clases.

Y con paso digno me alejé de él aunque por dentro me estuviera muriendo de los nervios. Nunca pensé que tenía un lado violento, jamás me planteé golpear a alguien, pero en mí defensa él invadió mi espacio personal y eso no podía permitirlo.

Ya casi por llegar a la parada del bus, escuché como el auto de Hunter se aproximaba hasta detenerse a mi lado, de un momento a otro la puerta se abrió y cuando volteo a ver que demonios hace fui alzada por los aires y llevada como un costal de papas sobre su hombro.

— ¿Pero qué coño haces? ¡Bájame inmediatamente! —grité como loca mientras este hacia caso omiso a mis palabras— Hunter, bájame, se me ven las bragas —dije mortificada viendo como las personas que pasaban por ahí veían la escena con curiosidad.

— No te preocupes, yo me encargo.

Y sentí su mano en mi trasero apretándolo sin vergüenza alguna.

— ¡Quítame las manos de encima pedazo de animal!

— Te hago un favor, estoy cubriendo tu ropa interior y te llevo en mis brazos, deberías estar agradecida, princesa.

No sabía cómo actuar en esta situación.

Hunter siguió todo el camino de vuelta hasta su casa conmigo en su hombro, no le importó dejar su auto varado, abrió la puerta y me llevó a su habitación para soltarme sobre su cama.

Estaba indignada y furiosa, realmente lo iba a matar.

— De aquí no salimos hasta que te cambies la ropa. Y advierto que no tengo ningún problema en estar todo el día acá esperando.

— Bien, me cambiaré. Necesito ir a mi casa por mi ropa.

— Usa la mía, cariño —indicó señalando su armario.

Resignada y sin más ánimo de pelea me levanté de la cama y fui hasta su armario. Inevitablemente vino a mi mente el recuerdo de nuestro primer beso, lo cual hizo que me pusiera un poco nerviosa.

Busqué entre su ropa hasta encontrar algo que me agradara, un jersey azul y un jogger negro.

— ¿Un poco de privacidad?

Hunter giró sobre sus talones y vio por la ventana mientras yo me cambiaba de ropa.

— Ya puedes voltearte.

Hunter me miró nuevamente de arriba a abajo y sonrió ¿aliviado?

— Mucho mejor, Ariel. Ya podemos ir a clases sin que yo quiera partirle la cara a todo el que se atreviera a verte las piernas y el culo con esa falda.

— Claro, lo que digas —le resté importancia y fui hasta la puerta para largarme de ahí.

— Espera.

— ¿Qué quieres ahora! —grité molesta.

— Una segunda cita.

Me giré para verlo a la cara y vi en sus ojos un destello de esperanza. Pero se la iba a aniquilar por imbécil. Me amaba a mí misma y no iba a permitir que él jugara conmigo.

— No. Mejor pídele una cita a Kendra, ella si iría con gusto.

Se quedó callado sin saber que decir.

¿Quién lo entendía? Se burla de mí en mí cara llevando a esa zorra a su casa y me sonríe mientras cierra la puerta.

Era una basura de persona. Yo no puedo permitirme caer en sus sucios juegos.

— Hay algo que no sabes aún, Ariel —rompió el silencio que se había instalado.

— Y tampoco quiero saberlo. Ya no quiero saber más nada de ti.

¿A quién engañaba? Si quería saber pero no se lo iba a decir, tenía que ser firme.

— No tengo nada con Kendra.

Claro que sabía que no tenían una relación, ella seguía con Brad, y con Hunter sólo se divertía, ambos se usaban y por mí estaba bien, solo no quería involucrarme en nada de eso.

Salí de su habitación lo más rápido que pude para irme al instituto, la verdad ya era muy tarde y el primer periodo ya había comenzado, por suerte no me tocaba biología hoy.

Hunter me seguía, ya afuera de su casa se ofreció a llevarme al instituto. Ni siquiera le respondí. Por suerte pasaba un taxi y subí a él antes que Hunter me detuviera.

Al llegar al instituto fui directo al baño y me volví a poner mi ropa y eché la de él al tacho de basura.



#7041 en Joven Adulto
#18563 en Otros
#2882 en Humor

En el texto hay: comedia, romance, amor

Editado: 03.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.