Y en medio del pasillo estaba yo, usando por primera vez una falda en el instituto. Para mi mala suerte sonaba en todo su esplendor la campana que indicaba el fin del primer período. De pronto me dieron ganas de esconderme y no permitir que nadie me vea. Pero ya era tarde, los pasillos se atiborraban de estudiantes con cada segundo que pasaba. Así que tuve que reprimirlas.
Si quería hace un cambio en mi vida, tenía que estar dispuesta a renunciar a mi zona de confort. Por lo que, sin más preámbulos, obligué a mis pies a dirigirse a la cafetería.
Quería encontrar a Sam lo más pronto posible, no quería estar sola por mucho tiempo en mi primera batalla personal.
A medida que caminaba las miradas curiosas me seguían. Y es que los estudiantes no tenían ni la más remota idea del significado de "disimular".
Respiré profundo y caminé a una velocidad media procurando parecer natural. En el fondo estaba aterrada.
Saqué mi teléfono de la cartera para enviarle un mensaje a Sam e ignorar a los chicos que me veían de arriba a abajo.
Ser una chica linda era más complicado de lo que pensé.
De un momento a otro choqué el hombro con alguien y mi teléfono fue a dar al suelo.
Jodidas manos de mantequilla.
¿Es que hoy era el día en el que me la pasaría de rodillas recogiendo cosas del suelo?
— ¡Ve por donde vas, idiota! —dijo una voz chillona a mi lado.
— Disculpa, estaba entreteni... —me detuve abruptamente al ver a Kendra con Brad a su lado. Y mientras ella me miraba con desprecio él me miraba con curiosidad.
— No te había visto por acá. Bueno, no es importante. Sólo mantente alejada —y siguió su camino.
Por mí parte me quedé consternada viendo como se alejaba. Compartíamos varias clases desde hace tres años.
¡Que perra era!
¿Tan invisible había sido?
— ¡Hey! Creo que esto te pertenece —dijo un chico tendiendo mi teléfono para que lo agarrara.
Subí la mirada y me encontré a un chico hermoso, con su metro ochenta, ojos azules, cabello oscuro y sonrisa amable. Era Chris, también era miembro del equipo de fútbol como Brad y cursaba el último año.
— Muchas gracias —tomé el teléfono con timidez.
— ¿Cómo te llamas?
— Ashton.
— Un gusto. Soy Chris ¿Eres nueva?
No podía creerlo. No podía creer que se hubiera acercado a mí. Que irreal era todo, me sentí en una novela de wattpad.
Estaba por responderle pero una voz odiosa me interrumpió.
— ¡Ariel! Anoche la pasamos muy bien ¿Por qué te vas sin despedirte?
¿Qué mierda le pasaba a Hunter ahora? Quería matarlo, le iba a quitar la cabeza ahí en medio del pasillo.
— Disculpa ¿te conozco? —pregunté haciendo como si no lo conocía en lo absoluto a lo que este rió por lo bajo.
— No molestes. Sigue tu camino —dijo Chris mirándolo feo.
— Tú no molestes ¿No estas viendo que es mi chica? —Hunter tomó mi mano y yo sin perder el tiempo la solté.
— ¡No lo soy, ni siquiera sé cómo te llamas! Chris ¿te gustaría salir conmigo? —le pregunté con total descaro.
— Claro, preciosa —aceptó con una sonrisa pícara.
Hunter se fue con la promesa de que hablaríamos más tarde a lo que yo lo ignoré.
Chris y yo intercambiamos números telefónicos y separamos nuestros caminos.
Retomé el camino hacia la cafetería. Sam tenía mucho que saber ahora.
Cuando llegué la busqué con la mirada hasta ubicarla en nuestra mesa de siempre. Me encaminé hacia ella y me senté a su lado.
— ¡Ashton! Te ves divina —dijo emocionada— Yo sabía que debajo de toda esa ropa fea había mucho potencial.
— Ay, ya cállate, Sam —dije golpeandola en el hombro—. No sabes lo que acaba de pasar.
Le conté todo y ella estaba concentrada escuchando.
— Así que tu plan funcionó.
— ¡Si! —expresé con mucha emoción.
El resto del día transcurrió como había empezado. Nadie podía creerse que la aburrida yo realmente era una diosa griega debajo de sus fachas cotidianas. Lo mejor de todo es que hoy no había biología.
Yo sabía que el resto de mi día no tenía que ser tan desastroso como al principio.
Cuando ya estábamos saliendo del instituto, decidí ir a Brid's.
No había ido desde la vez que descubrí que el posible amor de mi vida jugaba para el otro equipo. Aún lo lamentaba
Al abrir la puerta del café, sonó la campanita anunciado la llegada de otro cliente. Miré alrededor y habían pocas personas, caminé hasta la caja registradora, donde estaba Hottie, para pedir un mocca con crema.
— Bienvenida a Bird's ¿Qué deseas tomar hoy? —dijo con su hermosa sonrisa y yo por supuesto me derretí.
— Un mocca, por favor, y también un trozo de red velvet para llevar —respondí con amabilidad.
Mientras preparaba mi pedido, yo veía su espalda, para vergüenza mía me descubrió mirándolo.
— Me gusta tu nuevo estilo. Va más contigo.
Y si antes no parecía un tomate, ahora estaba segura de que sí. Todo este tiempo pensé que era invisible para él.
— Gracias —dije con timidez.
— ¿Sabes? Siempre vienes acá y en una semana habrán entrevistas de trabajo ¿por qué no te animas? —preguntó de forma casual.
— ¡Claro! Me encantaría. Estaba pensando en aplicar.
— Genial. Acá tienes.
Y con eso me entregó mi pedido, le agradecí y seguí mi camino a casa.
Pensaba que después de todo había sido un buen día. Una nueva etapa de mi vida estaba empezando y la iba a disfrutar. Que tonta en no haber reinventado mi imagen antes.
Después de caminar unos 15 minutos al fin estaba cerca de mi casa, no obstante, me detuve al ver al idiota del vecino sentado en las escaleras de la entrada. Y para sorpresa mía, quedé sin palabras cuando lo vi con un ramo de girasoles en sus manos.
¿Qué intentaba hacer?
Editado: 03.03.2021