¡no soy Ariel!

Si tan solo estuviera en tu lugar

Me fui acercando con cautela. Cuando el notó mi presencia me miró largo y tendido hasta que me detuve frente a él.

— Ariel...

— Vete, Hunter. Ya no quiero seguir viendo tu odiosa cara —lo interrumpí antes de que terminara.

— No me iré a ninguna parte. Tenemos que hablar.

— Tú y yo no tenemos nada de qué hablar —di por terminada la conversación e intenté abrir la puerta de la casa.

Pero fui sorprendida por una mano aferrándose a mi brazo impidiendo que siguiera mi camino. De un solo movimiento logró girarme y pegarme contra a la puerta de mi propia casa.

¿Cómo demonios pasó esto?

— Tenemos que hablar —dijo inclinando peligrosamente su cara.

— ¡Déjame ir ahora mismo o no respondo! —advertí mientras empujaba su pecho pero como era una debilucha él no se movió ni un mísero centímetro.

— No salgas con ese payaso, Ariel.

— ¿Acaso no entiendes que no puedes decirme qué hacer y qué no?

— Entre Kendra y yo no hay nada. Solo haciamos un proyecto —ignoró lo que dije y soltó ¿desesperado?

¿Hunter Miller me estaba dando explicaciones? ¡Tenía que anotar la fecha!

Por otro lado, yo no era ninguna tonta, no le creía nada. Era un hombre y todos mienten. Para mayor ejemplo mi propio padre que abandonó a mi madre cuando más lo necesitaba. Además, no quería escuchar sus explicaciones.

— No quiero escucharte, Hunter. Y que te quede claro, voy a salir con Chris y no lo puedes impedir.

— Perderás tu tiempo con él. Los dos sabemos que me prefieres a mí —declaró sonriendo con suficiencia y yo moría de ganas de borrarle esa estúpida sonrisa de un golpe.

Hablar con él era imposible. Jodido el día en que se cruzó en mi camino.

— Última vez que te lo digo ¡Sueltame ya!

— No te estoy tocando, princesa ¿Quieres que lo haga?

Y era totalmente cierto. Sus brazos estaban a cada lado de mi cabeza. Lo peor de todo era que mi cerebro se apagó al registrar la posición en la que estábamos. Mis ojos traicioneros miraron sus labios.

¡Él lo notó!

Maldición, si quería que lo hiciera. Sin embargo, jamás se lo dejaría saber.

Inmediatamente sentí la cara roja y desvíe mis ojos a los suyos para notar que me miraba con deseo.

— Dímelo ahora y te beso como nunca antes —susurró sobre mis labios.

Todo mi cuerpo me gritaba que acortara la distancia entre nosotros y no lo entendía.

¿Por qué lo quiero cerca si lo odio?

Así que reuní la poca fuerza que me quedaba y procedí a decirle — Vete a casa, Hunter.

Él se apartó si quitar su mirada de mi la mía y puso las flores en mis manos.

— Serás mía, Ariel —dijo sonriendo.

— ¿Es una amenaza?

Y sin responder se fue a su casa y a mí no me quedó la menor duda de que definitivamente era una amenaza.

Él no iba a tenerme nunca.

Entré a mi casa mortificada y descubrí a mi madre detrás de la puerta y su expresión era un poema, lo que me confirmaba que estuvo escuchando todo.

No necesitaba vecinas chismosas, mi mamá desempeñaba el puesto con maestría.

Sin decirle nada le entregué los girasoles y fui a mi habitación para hacer algunas tareas que tenía pendiente. No quería, me sentía mentalmente agotada, pero los dramas de mi adolescencia no iban a impedir que sacara buenas notas.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad. Las tareas se hacían interminables, pensaba que no iba a acabarlas nunca.

De pronto mi teléfono vibró. Era una notificación de Chris indicándome que pasaría por mí a las siete. Le respondí avisándole que lo esperaría con ansias.

Ya cerca de las siete me dediqué a arreglarme para mi cita ¿Quién diría que tendría una cita con alguien de último año? Estaba muy sorprendida y mi autoestima se iba al cielo. Me sentía bien conmigo misma.

Después de recoger mi cabello en una coleta alta, aplicar maquillaje natural y labial rosa, me puse un lindo vestido negro y por último mis converse rojas porque la comodidad había sido siempre mi prioridad.

Se hicieron las siete de la noche y yo estaba más que lista esperando por Chris en la sala de mi casa.

Mi madre me interrogaba como de costumbre.

— ¿Vas a salir con el vecino lindo? —exigió saber.

— No, mamá. A ese no lo quiero ni ver en pintura. Voy a salir con Chris.

— ¿Pero qué estás diciendo, Ash? ¿Quién es ese tal Chris?

— Un chico del instituto — respondí con simpleza.

— ¿Hunter y tú no eran novios? —preguntó confundida.

— No. Nunca pudiera ser novia de ese salvaje.

— Si tan solo yo estuviera en tu lugar... —dijo para sí misma.

Puse mis ojos en blanco. Estaba más que claro que mi mamá era team Hunter.

¿Y cómo no iba a serlo? Si el idiota se la había ganado desde el día de nuestra horrenda cita.

Por suerte, sonó el timbre avisando la llegada de Chris. Por lo que me despedí de mi mamá con un beso fugaz en la mejilla  para que no se acercara a la puerta y lo empezara interrogar a él también. Mi madre podía llegar a ser muy intensa cuando algo no le parecía razonable y para ella el hecho de que yo no saliera con Hunter era mi declaración de locura.

Abrí la puerta con una sonrisa de oreja a oreja la cual  se borró al instante en el que vi a Hunter en mi puerta.

¿Pero qué hacía este aquí?

— ¿Y a qué hora Chris pasa por nosotros, Ariel? —preguntó con una gran sonrisa.

Tenía que ser una jodida broma.

Diosito, ayúdame.



#7036 en Joven Adulto
#18548 en Otros
#2880 en Humor

En el texto hay: comedia, romance, amor

Editado: 03.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.