¿Cómo todo podía ir de mal en peor en un solo día?
No entendía, les juro que no entendía a qué se debía mi gran mala suerte. Quería gritar a los cuatro vientos que ya era suficiente.
Le iba a cerrar la puerta en la cara a Hunter y a decirle a Chris que viniera media hora más tarde cuando no hubieran moros en la costa. No obstante, una hermosa camioneta negra se estacionó frente a mi casa y el susodicho se bajó de ella.
Tragrame tierra y escúpeme en una isla desierta.
— Que suerte, llegué justo a tiempo. Por cierto, estás hermosa, Ariel —dijo como si fuera lo más casual del mundo.
Chris se encaminó a la puerta de mi casa viendo la escena con curiosidad.
— ¡Lárgate ahora! —le reñí por lo bajo a Hunter.
— Chris, hombre, teníamos rato esperándote. Ya era hora —le dijo ignorandome.
— ¿Qué haces tú acá?
— Él ya se iba —me apresuré a decir.
— ¿Qué dices, Ash? Yo iré con ustedes.
Chris se veía confundido y molesto, se le notaba a lo lejos que quería golpear a Hunter. Y yo igual.
— Bueno, ya hemos esperado suficiente, vamos a comer —continuó el idiota.
Hunter no mostraba intenciones de irse así que no nos quedó de otra que ir hasta el auto todos y para colmo se sentó en el asiento del copiloto. Chris protestó diciendo que me quería ahí, pero Hunter alegó que él tenía mejor gusto musical que yo, por lo que era mejor para todos que él se sentara ahí.
Ya sin ánimos de discusiones nos resignamos. Esta prometía ser una larga velada.
Llegamos a un restaurante de comida italiana, entramos y Hunter pidió mesa para tres y como era de esperarse él fue el que tomó asiento junto a Chris dejándome a mí al otro extremo de la mesa.
Al cabo de un rato, Chris rompió el incómodo silencio que se había instalado.
—¿Qué vas a pedir, Ash? Te recomiendo los raviolis de ricota con espinaca, acá son deliciosos —comentaba con amabilidad Chris.
— Aceptaré la sugerencia, me has convencido —le envié una mirada coqueta por encima del menú
— ¿Qué desean comer esta noche? — preguntó el mesero que tenía unos segundos esperando nuestro pedido.
— Una pizza con piña familiar, por favor, y tres gaseosas. Eso sería todo, gracias —saltó Hunter y sin tiempo que perder el mesero se retiró.
Chris y yo le enviamos miradas asesinas.
Por otro lado, ¿a quién demonios le gustaba la pizza con piña?
Mientras esperábamos la comida Hunter se dedicó a hablar de fútbol con Chris y este solo le respondía lo necesario. Chris intentó varias veces incluirme a la conversación pero Hunter saltaba de un tema a otro con rapidez. Lo hacía a propósito, estaba segura. Pero nada de esto no se iba a quedar así. Tenía que hacer algo pronto si quería que esto acabase pronto.
Cuando llegó la asquerosa pizza con piña, me levanté de la mesa con la excusa de ir a lavarme las manos, y por sobre la cabeza de Hunter, sin que él se diera cuenta, le hice señas a Chris para que fuera conmigo, este asintió con disimulo mientras Hunter se dedicaba a servir los trozos.
En la puerta de los baños esperé unos cortos minutos y por fin apareció Chris.
— Lo lamento mucho, no sabía que aparecería en mi casa —fue lo primero que dije al verlo.
— No es la clase de cita que me esperaba —se quejó—. Pero sé que no es tu culpa. Él está loco por ti —dijo suavizando su mirada y regalándome una tierna sonrisa.
— No, él siempre ha sido así de insoportable —aclaré.
— ¿Nos vamos de aquí? ¿Qué dices?
—propuso con malicia. Y sin tiempo que perder tomé su mano y lo dirigí a la salida.
Al diablo Hunter, que él pagara la cuenta y que se fuera caminando a casa. Además, eso le pasaba por querer dañar todo.
Ya en el auto, esta vez yo como copiloto, pude hablar con Chris con tranquilidad, no sin antes burlarnos de Hunter claro estaba.
Era un chico muy agradable y divertido, teníamos gustos en común.
— Ya hemos llegado a su morada —anunció estacionando el auto —. Ya que está noche no surgió como lo planeado ¿Te parece si paso por ti para ir al instituto mañana?
— Si, me encantaría —le dije con una sonrisa de oreja a oreja.
Después de eso Chris bajó del auto, lo rodeó y abrió mi puerta como todo un caballero. Me guió a la puerta de mi casa y se despidió depositando un beso en mi mejilla.
— Buenas noches, Ashton.
— Buenas noches.
Y se fue.
Entré a mi casa sonriendo, y como cosa rara, mi madre no estaba espiando detrás de la puerta. Fui a la sala y la encontré espiando por la ventana. Esta mujer no tenía remedio.
No le dije nada y subí a mi habitación. Hoy había sido el día más largo de mi vida, pasó de todo y parecía que no iba a acabarse nunca, por suerte ya estaba en mi precioso santuario y podía respirar en paz.
Me puse mi pijama y me eché en mi cama, quería fundirme con ella, me sentía muy agotada.
Estaba por quedarme dormida pero mi teléfono vibró sobre la mesa anunciando un mensaje. Con molestia lo tomé y leí lo que decía.
"Esto recién comienza. Dulces sueños, Ariel"
- Hunter
¿Podía ser peor de lo que ya era?
Editado: 03.03.2021