La mañana siguiente seguí mi nueva rutina con apremio, me arreglé para ir al instituto con calma ya que me desperté más temprano de lo normal, pero tenía que aceptarlo si quería arreglarme lo suficiente para mantener mi nuevo look. Sacrificios para ser bella. Definitivamente, ser mujer no era fácil, al menos una mujer bonita. Se tiene que invertir tiempo y dinero, el maquillaje costaba un ojo de la cara, lo que me llevaba a la conclusión de que ninguna mujer era fea realmente, sino perezosa o pobre. No es como si yo tuviera dinero, pues estaba usando el maquillaje de mi madre. Por suerte, a ella no le importaba o tal vez no se había dado cuenta.
Después de embellecerme, bajé a la cocina, donde me esperaba mi madre con el desayuno. Pizza con piña.
¿Cómo demonios llegó eso acá?
— Buenos días. Anoche después de que te fuiste a dormir, vino el vecino apuesto a traernos pizza ¿Cómo sabía que era mi favorita? ¿Le dijiste?
Quedé en blanco, Hunter si que sabía meterse en mi vida. Por otra parte, yo no sabía que le gustaba, lo que me llevó a confirmar algo muy importante. Si existían personas en el mundo a las que le gustaba esa abominación.
Mi cara de asco debió fastidiar a mi mamá.
— ¡Bien! Más para mí. Cómprate lo que quieras en la cafetería porque no pienso cocinar, se me hace tarde — dijo entregandome dinero, para después dirigirse a la salida de la casa con los trozos de pizza que quedaban— Ten un buen día, cariño.
Por lo menos ya no tenía que comer pizza recalentada. Le seguí los pasos y fui a la salida también, al mismo tiempo estaba saliendo el imbecil de su casa. Lo miré con odio por su desquiciado comportamiento el día de ayer, pero me vi interrumpida por la llegada de Chris.
Con entusiasmo caminé a su auto y me subí sin esperar invitación. Entonces fue el momento de Hunter se dirigir miradas de odio. Interiormente lo disfruté.
— Buenos días, belleza —me saludó mostrando sus dientes perfectos.
— Buenos días, Chris —dije con simpleza y le deposité un fugaz beso en su mejilla a lo que él sonrió con satisfacción.
Era muy guapo y en el poco tiempo que teníamos compartiendo había demostrado ser todo un caballero. Pero algo se sentía raro, no sentía mis emociones a flor de piel como las sentía con Hunter. No sabía si eso era algo bueno o malo. Tenía que averiguarlo y la sospecha de que tal vez era algo bueno. Me sentía cómoda con él.
Durante el camino no hablamos tanto como la noche pasada, nos dedicamos a escuchar música y a preguntar preguntas al azar que resultaban graciosas.
Hoy pintaba ser un buen día, o al menos me dediqué a repetirme eso durante todo el camino. Había leído algo sobre la ley de atracción y tenía que comprobarlo, de todas formas, nada perdía teniendo un poco de optimismo.
Ya en el instituto tomamos caminos separados, pues él ya iba a último año y no compartía ninguna asignatura conmigo. Y hablando de asignaturas, hoy tocaba nada más y nada menos que biología.
Al llegar al salón, la mayoría de mis compañeros estaban ahí, Hunter no llegaba aún y esperaba que llegara tarde y Mick no lo dejara entrar.
Tomé asiento y elevé plegarias para que no apareciera, pero llegó justo al sonar la campaña. Tal vez me faltaba fé.
No le dirigí la palabra cuando se sentó a mi lado y, sospechosamente, él tampoco a mí. En su lugar hablar Mick.
— Buenos días, clase. Saquen su libro y busquen la página 64. Hoy hablaremos sobre el sistema reproductor.
Buscaba la página con lentitud y de un momento a otro Hunter me habló al oído.
— No sé de este tema, Ariel ¿Me enseñas? —susurró con doble sentido.
— Creo que sabes más que todos aquí.
— ¿Algo que quieran compartir con la clase? —preguntó Mick mirándonos con molestia por hablar mientras él explicaba.
— De hecho, si, profesor. Mi compañera tiene muchas dudas y me preguntaba cómo se hacen los bebés. Me pedía una demostración.
Mick lo miró con fastidio y yo quería que la tierra me tragara.
— Aún no llegamos a esa parte. Preste atención, señorita. Y dejen de interrumpir la clase o se irán a detención por una semana —amenazó.
Asentí desde mi asiento y Hunter se burlaba de mi cara roja de vergüenza.
Después de esa escena no lo vi más durante el resto del día. Tal vez si era un buen día después de todo.
Hablé con Sam en la cafetería sobre lo que ocurrió con mi cita de tres y ella solo se reía a carcajadas.
Cuando salimos de clases ambas nos dirigimos a Bird's con la intención de llevar mi cv y que me llamen para una entrevista.
Me hacia ilusión trabajar ahí. Era un desastre en la cocina, pero preparar cafés podía ser el primer paso para aprender el arte culinario.
Entramos animadas. Como siempre la campanita de la puerta sonó anunciando nuestra llegada y Sam desde la caja registradora nos sonrió.
Cada vez estaba más guapo, lástima que no estuviéramos destinados a estar juntos.
— Hola, Sam —saludé y mi amiga y él voltearon a verme.
Mi amiga levantaba una ceja y ahí entendí mi error. Con ambos usaba el mismo diminutivo de sus nombres. Resultaba confuso para ellos ¿o no se llamaba Sam?
— Mejor dime Adam —dijo riéndose de la expresión de Sam.
Mierda. Soy un asco para recordar nombres. Además, para mi él se llamaba Hottie.
— Claro, Adam. Vine a aplicar al puesto de trabajo —le indiqué entregandole mi cv.
Él lo recibió y lo ojeó rápidamente.
— El gerente está acá. Le diré que te entreviste de una vez —y desapareció con mi cv en sus manos.
Yo nunca había estado en una entrevista de trabajo.
— Espero que no sudes como cerda de los nervios. Mantente calmada —indicó Sam.
Yo ya estaba sudando.
Editado: 03.03.2021