De repente vi todo rojo. Como si el mundo desapareciera y solo existía la zorra de Kendra metiendo su lengua hasta la garganta de mi vecino.
¿Cómo se atrevían a hacer eso en mis narices?
Sentí furia y una decepción profunda. Lo peor de todo es que estaba empezando a creerle a Hunter, le estaba empezando a creer que si quería salir conmigo a pesar de todo. Que tonta había sido. Pero ya no me iba a engañar de nuevo. No podía volver caer en sus mentiras. Sabía que entre ellos dos había algo, y cada vez que el imbécil me lo negaba, yo sospechaba más.
Kendra seguía sobre el regazo de Hunter, besándolo como si quisiera comerse su cara. Sam y yo solo miramos estupefactas la escena al igual que toda la cafetería, entre ellos el pobre de Brad, el cual estaba a unas mesas de distancia, que veía todo el espectáculo que su ex estaba dando.
De la nada, los planetas se alinearon. Pasó algo sorprendente, algo tan fuera de este mundo que toda la cafetería contuvo la respiración.
Hunter apartó su rostro hacia el costado cortando el beso que ella le estaba dando. Tomo su cintura y la levanto de sus piernas. Ella confundida por la situación casi perdió el equilibro, por lo que tuvo que aferrarse de una silla que estaba cerca.
— No te quiero cerca, Kendra —dijo con un tono que me causó escalofríos—. No significas nada para mí.
La seriedad con que lo dijo, me dejó confundida.
¿Mis ojos no me estaban mintiendo? ¿Hunter acababa de rechazar a la reina del instituto en frente de todos?
Lo otro que nos terminó de dejar en un silencio sepulcral fue el impacto de la mano de Kendra contra la mejilla de Hunter, le había dado una cachetada. Y se fue de ahí con paso apresurado con su orgullo heridl. Por supuesto, no sin antes decirle un gran "Vete a la mierda".
Debo admitir que eso lo disfruté, pero no me quitaba la amargura que sentía.
La cafetería rompió en murmullos ensordecedores. Definitivamente, hoy se aburría quien quería. Desde que había empezado el día, los dramas habían hecho acto de presencia en el instituto, por no mencionar las cachetadas que Kendra estaba repartiendo a diestra y siniestra.
Hunter me miró cauteloso, como esperando a que lo insultara por semejante escena. Pero no hice tal cosa, lo menos que quería era continuar yo con el show. Así que me levanté de la mesa y me largué de ahí.
Tal vez no debería afectarme lo que ese idiota haga o deje de hacer. Sin embargo, era lo contrario, si me afectaba todo. Ver que Kendra lo besara había hecho que me sintiera mal, y lo detestaba.
¿Desde cuándo era yo tan sensible?
Caminé por los pasillos sin rumbo alguno, faltaban 20 minutos para la próxima clase y la verdad no tenía ganas de asistir.
— ¡Ariel!
Escuché esa odiosa voz a mi espalda. Así que no me quedó de otra que empezar a correr para huir de él. No quería saber de él.
— ¡Ariel, espera!
Lo escuché más cerca. Vi a los lados en busca de un lugar donde esconderme, visualicé el armario de limpieza, sin tiempo que perder, entré y cerré la puerta elevando plegarias a todos los dioses existentes para que no me encontrara.
Pero todas esas plegarias fueron en vano porque Hunter abrió la puerta, entró al armario conmigo y volvió a cerrar la puerta.
Nada bueno podía pasar ahí.
Lo vi largo y tendido con mi ceño fruncido esperando a que me dijera lo que sea que tenía que decirme.
— Ash, lo que pasó en la cafetería...
— ¿Qué, Hunter? ¡Está claro que tienen algo! —lo interrumpí.
— Nunca tuvimos nada, ella malinterpretó todo.
— ¿Me quieres ver la cara de estúpida? ¡Los vi entrando a tu casa!
— Porque teníamos un proyecto juntos. Nada más pasó —intentó explicarme, pero yo no quería escucharlo.
— ¡Pues no te creo nada!
— La única razón por la que la llevé a estudiar a mi casa fue porque quería ponerte celosa, Ash. Sabía que verías por la ventana esa tarde —confesó desesperado.
— ¿Celosa yo de ella? —pregunté incrédula a todo lo que me decía.
— Y por lo que veo funcionó —agregó, esta vez dirigiéndome una media sonrisa.
Enmudecí. Yo no podía estar celosa. Ni siquiera sabía qué se sentía eso. Él no me gustaba para nada ¿o si?
— No estoy celosa —me defendí.
— ¿Entonces por qué estás tan molesta conmigo?
— Porque te odio. No soporto tu presencia —declaré con veneno.
Hunter dio un paso hacia mí y yo instintivamente retrocedí uno.
— ¿Estás segura de eso? —preguntó dando otro paso.
— Tan segura como de que eres un imbecil —intenté retroceder pero ya el espacio se había acabado y mi espalda fue a dar con la pared.
Hunter dio un último paso eliminando la distancia entre nosotros. Inclinó su rostro para acercarlo al mío y todas mis alertas se encendieron ¡Tenía que salir de allí ahora mismo!
Intenté moverme hacia la puerta pero sus brazos me acorralaron posandose cada uno a mis costados.
— Yo no estuviera tan segura, princesita. Si me odias tanto, ¿por qué mi cercanía te afecta?
No pude replicar a eso. Él tenía razón y lo sabía. Me afectaba a niveles que jamás imaginé y mi silencio se lo confirmó.
Hunter inclinó un poco más su atractivo rostro y pensé que me iba a besar, como ya antes lo había hecho, y que horror cuando noté que mi cuerpo traicionero, en un arranque de locura, se pegó al de él queriendo eliminar los centímetros que separaban nuestros labios, pero Hunter desvió su rostro a mi oreja.
— Me gustas, Ash. Solo te pido una cita. Si no te gusta, estás en tu derecho de rechazarme —declaró en un susurro y depositó un casto beso en mi mejilla.
— Lo pensaré —respondí aturdida.
Él sonrió satisfecho y salió del armario dejándome con un coctel de sentimientos que me volverían loca más temprano que tarde.
Editado: 03.03.2021