Me paré frente al espejo, tijeras en mano, contemplando mi reflejo y el largo de mi cabello. Me sentía decidida; ese cambio significaba más que un simple corte de cabello. Sin embargo, justo antes de dar el primer paso, escuché una voz grave detrás de mí.
—¿De verdad vas a hacerlo, Vivi?
Me giré y vi a mi hermano menor en la puerta. Ya conocía su opinión; para él, esto era una locura.
—Tengo que hacerlo, Dante —respondí, decidida.
—¿Y si se dan cuenta de que no eres yo? —preguntó, dando un paso hacia delante—. ¿Sabes lo que podría pasar si te descubren?
—¿Quién va a darse cuenta? ¿Acaso conoces a alguien que vaya a Prestige Hill?
Prestige Hill, con sus instalaciones enormes y sus áreas dedicadas a casi cualquier actividad imaginable, representaba para Dante lo que nuestros padres le habían prometido desde hace años; lo que querían para él. Aunque yo sabía que no era lo que él deseaba realmente.
Después de años de educación en casa, alejados de la vida escolar tras asistir a una escuela primaria privada, Dante apenas salía de su habitación. Se mantenía aislado, sin relacionarse con nadie más allá de nuestros tutores privados y la familia.
—No lo sé, y eso es lo que me preocupa: que no lo sé. —Se quedó en silencio un momento, frunciendo el ceño—. Vivi, sabes que confío en ti, pero...
—Pero nada. Y aunque hubiera alguien que te conozca, solo van a recordar cómo te veías hace años. —Mi mirada se desvió un momento hacia el cuadro colgado en mi pared, una de las primeras obras que Dante había pintado para mí—. Lo tengo todo planeado, Dante.
Solo yo conocía su pasión por el dibujo y la pintura, así como las horas que pasaba perdido en su creatividad. A menudo compartía sus sueños conmigo, expresando cómo deseaba llegar al corazón de las personas con su arte. Él soñaba con ser artista y ser reconocido por su arte. Pero las expectativas de nuestro apellido siempre pesaban sobre él.
Mi hermano suspiró, negando suavemente con la cabeza mientras fijaba su vista en el suelo. Su preocupación era evidente, pero no podía permitir que eso me detuviera.
—¿Y papá y mamá? —Su tono se suavizó, pero la seriedad en sus ojos aumentó.
—Tranquilo, también tengo eso bajo control. Les diré que voy a ir a un programa de liderazgo. —Me encogí de hombros—. Así que simplemente creerán que estoy mejorando mis habilidades y haciendo contactos importantes en el mundo de los negocios en ese programa durante el tiempo que dure la universidad.
—Son cuatro años, Vivi. ¿Cuánto duraría ese supuesto programa de liderazgo?
—Pues… Dante, sé lo que hago, ¿vale? —dije, aunque la mención de los cuatro años hizo que me detuviera un momento.
¿Puedo mantener escondida mi verdadera identidad por tanto tiempo? Cuatro años era un tiempo considerable. La posibilidad de que algo no saliera según lo planeado empezó a inquietarme. ¿Y si esto se vuelve más complicado de lo que pensé? Me miré en el espejo de nuevo, a través del cual podía ver a Dante reflejado detrás de mí.
No… Todo irá bien. ¿Qué puede ser tan complicado si tengo un buen plan? Puedo manejarlo. Sin pensarlo ni un segundo más, agarré un mechón grueso de cabello y levanté las tijeras.
—¡Vivi! —exclamó Dante.
Abrí las tijeras y las cerré de golpe. Adiós, Vivienne Thornfield.