No soy Dante Thornfield

Capítulo 2

Punto bueno: la habitación era incluso más grande de lo que esperaba. Punto malo: había cuatro camas. La vista de las camas extra hizo que mi estómago se retorciera. ¿Por qué hay varias camas? En todos lados que encontré por Internet sobre la universidad ponía que las habitaciones eran individuales. Creo que esto se va a complicar más de lo que pensaba...

Mientras estaba tratando de procesar todo, noté que había una puerta dentro de la habitación y, segundos después, la puerta del baño se abrió. Esto es una broma, ¿verdad? El chico de cabello negro que había visto antes, con el que me había chocado, salió de esa puerta. Se estaba secando las manos con una pequeña toalla blanca cuando sus ojos se movieron en mi dirección. Se detuvo y yo también me quedé rígida.

Nos mantuvimos en silencio por unos segundos hasta que él finalmente habló.

—Puedes entrar —dijo con una expresión neutral y continuó secándose las manos. No había amabilidad en su tono; solo era una simple sugerencia—. Puedes elegir cualquier cama vacía que quieras.

Asentí lentamente.

—Gracias —respondí, tratando de sonar casual, bajando el tono de mi voz para hacerla más grave.

Se sentó casualmente en una de las camas, colocando la toalla sobre el colchón antes de coger su teléfono móvil. Una maleta estaba cerca de su cama.

Respira, Vivienne. Tienes todo bajo control.

—Creo que me quedaré con esa —añadí, señalando la cama más lejana para poner algo de distancia entre nosotros.

Él levantó la mirada brevemente y asintió. Acto seguido, volvió a mirar su teléfono mientras tocaba la pantalla. Después de sentarme en el colchón y colocar mi maleta cerca, revisé mi teléfono y vi que tenía dos notificaciones. Eran mensajes de mi hermano Dante.

09:15 a.m.

Dante: ¿Llegaste bien?

09:22 a.m.

Dante: Llámame si necesitas algo.

Respiré profundamente, echando un vistazo a la habitación. Aunque el tema de las habitaciones no era exactamente lo que había leído, no quería preocupar a Dante, así que rápidamente escribí una respuesta positiva.

09:52 a.m.

Vivienne: ¡Sí, ya llegué! Todo está bien.

Al enviar el mensaje, escuché el sonido de la puerta de la habitación abriéndose. Lo que faltaba... ¿Acaso entregan los números de las habitaciones en orden de llegada? Soren, el mismo hombre arrogante de antes, estaba en la puerta, seguido de cuatro hombres fuertes, incluido Cameron. Todos menos Soren iban vestidos de negro y llevaban gafas de sol.

En cuanto me vio, puso los ojos en blanco.

—Habitación equivocada —Soren le dijo a los hombres que lo acompañaban y se giró para salir por la puerta.

Cameron revisó la etiqueta que adornaba la puerta.

—No, señor. Esta es la habitación 32 —le respondió.

—Qué coincidencia —murmuró entre dientes, cruzándose de brazos.

Suspiró y clavó su mirada en mí. Miró de reojo al chico del teléfono por un breve momento, y volvió a enfocarse en mí. Eché un vistazo a los cuatro hombres que estaban detrás de él, cada uno cargado con equipaje que parecía pesado. Mientras tanto, Soren no llevaba ni siquiera una bolsa encima.

—¿Por qué continúas siguiéndome, Thornfield? —preguntó.

En el momento en el que dijo mi apellido, noté un cambio sutil en el otro chico, el de cabello negro. Sentí su mirada apartarse de su teléfono y posarse brevemente en mí. Giré mi cabeza al notar eso y nuestras miradas se cruzaron, pero rápidamente dejó de mirarme, concentrándose en su teléfono móvil de nuevo. ¿Qué pasa?

—¿Hola? —añadió Soren, haciendo un gesto de saludo con la mano para llamar mi atención. No se veía contento de que nos hubiera tocado estar en la misma habitación, y yo tampoco lo estaba.

—¿Yo soy la que te está siguiendo? Que yo sepa he entrado en la habitación antes que tú —le respondí, encogiéndome de hombros.

Soren puso los ojos en blanco. Parece que dejé al señorito sin palabras.

—Dejad las maletas aquí y regresad —ordenó a los hombres que lo acompañaban, los cuales cumplieron sus órdenes y salieron de la habitación.

Soren, antes de siquiera elegir una cama, abrió una de sus maletas y comenzó a sacar ropa. Empezó a colgar cuidadosamente cada una de sus prendas, tratándolas como si fueran sus pertenencias más preciadas. Sería perfecto si tan solo tratara a las personas con el mismo cariño con el que trata a su ropa. ¿Quién se ha creído que es? En ese momento, Soren se giró para abrir otra de sus maletas y me pilló mirándolo. No había notado lo concentrada que estaba en él. Mi reacción ante eso fue girar mi cabeza hacia el otro gran armario que se encontraba al lado y levantarme de mi cama de un salto.

¡Supongo que yo también debería meter mi ropa en el armario! —dije, extendiendo los brazos para hacer un estiramiento casual. Dejé mi teléfono en la cama, cogí mi maleta y me acerqué al otro armario.

—¿Y el resto de tus maletas? —me preguntó Soren.

—No tengo más maletas.

—Ah... Cada quien, supongo —Soren se encogió de hombros, mientras alzaba las cejas y hacía una mueca sarcástica.

Ni que fuera a tener que cambiarme treinta veces al día. Tratando de ignorarlo, comencé a organizar mis cosas en silencio, aunque no podía evitar notar cómo Soren se movía, con una postura perfectamente erguida mientras colocaba su ropa cuidadosamente en el armario.

Mientras sacaba una de mis camisas de la maleta y él hacía lo mismo con la suya, nuestras miradas se encontraron por un breve momento. Él desvió la vista rápidamente, volviendo a concentrarse en sus cosas. Esto pasó algunas veces más hasta que terminé de organizar mis cosas. Cuando terminé, necesitaba pasar por detrás de Soren para llegar a mi cama pero, al dar un paso para rodearlo, tropecé con algo en el suelo y perdí el equilibrio.




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