No Soy De AquÍ

1

Estaba cegado.

No, eso era muy poco. Estaba fuera de mí por completo.

¿Cómo se atrevió a llamarme?

¿Inservible? ¿Incompetente? Creo que lo que más me molestó fue "Asesino".

Estoy en mis treinta. Ni siquiera debería estar tolerando situaciones patéticas como estás, Pero sobre todo, no puedo permitir que palabras vacías me afecten de esta forma. ¡Tengo treinta años! Ya estoy definitivamente seguro que no son mis padres ese par de infelices. Sólo quisiera irme en este momento para no tener que verle los rostros a personas tan despreciables y no puedo, porque ella está aquí.

Verenice es lo único que me mantiene aquí. Me iría a la mierda con gusto pero dejarla con una alcohólica y un adicto a la cocaína sería hundirla en un mierdero más grande al que ya estamos acostumbrados. Yo seré un caso perdido, pero ella...ella no, es demasiado joven, demasiado ingenua y estúpidamente bondadosa, no podría dejarla a que soporte toda esta locura sola. Y aunque no soy su mejor opción, soy la más coherente. Pero no me preocupa, haría lo imposible para que mi pequeña hermana no tenga que tolerar nada de lo que suceda aquí.

Bajé las escaleras echando humo por las narices, mis pasos eran pesados, tanto, que las viejas escaleras rechinaban de una manera muy molesta. Ya en la monótona y precaria sala lo primero que hice fue tomar las llaves de mi moto y mi abrigo. Los muebles de madera estaban tan desgastados como el tiempo, ya sin pintura y sin barniz, el paso de los años no sólo había dejado huellas en mí, también lo hizo con lo que antes era nuestro hogar. Lo fue algún día, antes de las malas decisiones, de las pérdidas irrecuperables, del dolor. Tanteé los bolsillos del abrigo para encontrar mis cigarrillos, definitivamente necesitaba unos cuantos de estos para calmar mis nervios.
—¿Ya te vas? — giré el rostro para ver a Vee en las escaleras. Vestía su pijama y se veía cansada, tímida y nerviosa. Saqué el cigarro recién encendido de mi boca y lo apagué en el desgastado cenicero de la entrada. La atenta y disgustada mirada de mi hermana se hizo notar al instante, no había algo que ella odiara más en el mundo que verme fumar. Aun así no estaba dispuesto a dejarlo. Caminé hacía ella con una sonrisa que pretendí fuera tranquilizadora y mis brazos abiertos para que corriera hacía mi como cuando era pequeña y solía cuidarla. O cuando se escondía detrás de mí porque los idiotas de sus compañeros de clases la fastidiaban y con nuestro hermano solíamos defenderla.

—Volveré más tarde, y tendremos que hablar...— ella me miró con preocupación y yo la abracé besando su frente —estaré bien Vee, procura quedarte en tu habitación hasta que vuelva. Pon seguro — miré hacia las escaleras con disgustos y una sensación extraña se formó en mi garganta. —ambos están prácticamente inconscientes, no deberías tener que preocuparte hoy, van a vivir.

Su mirada se frunció apenas, como si la realidad le pesara un poco más en los hombros.

—Desearía que las cosas fueran diferentes, y me he esforzado por tratar de buscarle algo bueno por todos lados...pero no hay caso ¿verdad?

—No. Es momento de que elijas. Aquí no hay nada que salvar, Vee. Es mejor que lo entiendas y abandones esto antes de que te hundas, yo...
—No quiero pensar que son una causa perdida, Lucas —me interrumpió con un tono de voz cortante. Estaba enojada, y la entendía.
—Es lo que son — sentencié tranquilo. La miré una vez más y algo en mí se apretó. Ella era todo lo que me quedaba, pero no podía obligarla a marcharse, tenía que entenderlo por su cuenta. Ya no éramos niños.
Después de su típico "Ten cuidado" y "Te quiero" besó mi mejilla. No hacía falta preguntar para notar que no quería que me fuera. Pero debía hacerlo. Cuando se encontró un poco más tranquila la vi subir las escaleras y no me marché hasta que escuché su puerta cerrarse. Odio dejarla sola en este lugar, pero sé que ella puede cuidarse muy bien sola. Es una chica muy inteligente y me siento orgulloso de eso, ya que tuve la oportunidad de ayudarla a ser tan buena persona como es.
Irónico ¿no? yo soy todo lo malo, pero Verenice, saca lo mejor de mí. Caminé hasta el garaje y monté a mi más preciado tesoro. Mi motocicleta. Sin tanto rodeo aumenté la velocidad con destino fijo hacia el arenero.
Un lugar perdido de los ojos de todos los que deberían hacer cumplir las leyes, excelente para ganar dinero arriesgando tu cabeza a cambio de buenas sumas. Después de la universidad, estar aquí fue una de mis mejores opciones. ¿Qué más podía hacer? Luego de graduarme ya no podía dejar a Vee sola. Una carrera intensiva de enfermería no era lo que más me llamaba la atención, pero lo logré, me hubiese gustado seguir una especialidad, ser un poco más. Pero gracias a los bastardos que dicen ser nuestros padres, perdí mi beca de la universidad por faltar a las clases. Hubo demasiados problemas con Verenice en esos tiempos, su guerra irracional de odio apenas había empezado y el blanco de su desprecio había sido ella. Y con dieciséis años no tenía muchas formas de hacerles frente.

En cuanto llegué lo primero que ví fue a Matías y Javier esperando. Eran mis mejores amigos, casi mis hermanos. Corríamos cuatro noches a la semana y nos hacíamos la montaña de dinero, y mantener el perfil bajo era lo primordial, sin embargo no era algo que se nos diera bien. Solíamos llamar la atención por las apuestas que hacían por nosotros, éramos buenos e inaccesibles. En nuestro círculo éramos nosotros tres y nadie más. No nos dábamos el lujo de confiar en nadie, lo que era coherente pero también nos ponía a mucha gente jodida en contra. La moto me la compré con lo que gané corriendo en este lugar. Tenía una buena suma esperando a que Vee decida irse de casa, lo último que quisiera es llevármela a la fuerza de ese sitio. Pero si lo hiciera, le compraría un departamento en la ciudad, uno grande para los dos y pagaría sus estudios, volvería a los míos.




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