No Soy De AquÍ

3

—Y este es un poco más moderno y espacioso, como verá tiene cuatro habitaciones, dos baños, un lavadero, balcón, sala y cocina, y está completamente amueblado —describió el vendedor con una sonrisa ensayada pero amable.

El lugar era perfecto. Cerca de la escuela de Vee, amplio, con habitaciones extra por si quería invitar amigas, una sala cómoda para ver películas y todo listo para mudarse sin cargar muebles. Sí, definitivamente este es.

Lo único incómodo del recorrido no era la actitud del vendedor, ni siquiera sus comentarios con doble sentido. Cada quien tiene su estilo. Pero había algo en su forma de mirarme que me ponía tenso, como si cruzara un límite invisible. Cada vez que nuestros ojos se encontraban, él se relamía los labios.

Debo estar muy bien, ¿no? —pensé, con ese cinismo que me caracteriza—. Bah, lo sé. Cuerpo trabajado, mirada de infarto, mente afilada... soy un maldito cliché andante.

<<Jodido narcisista eres, Blake>>

Una voz femenina se coló en mi cabeza, como un eco que no pedí. Me sobresalté.

Miré a mi alrededor, pero solo estábamos el vendedor y yo. Tal vez mi subconsciente decidió ponerse creativo.

<<¿Todos los hombres dicen la misma estupidez? Déjame adivinar: sí, lo hacen>>

—¿Dijiste algo? —le pregunté, algo desconcertado.

—No, bombón —respondió, con una sonrisa que se estiró más de lo necesario.

Genial. Estoy oficialmente perdiendo la cabeza. Enfócate, Blake. Concéntrate en el departamento, que si seguís pensando pavadas, vas a terminar firmando cualquier cosa.

—¿Cuál es el costo total? Con papeles y todo. Quiero cerrar esto hoy mismo —pregunté, firme.

—Trescientos mil dólares, galán. Todo esto puede ser tuyo. Aunque si preferís algo con paredes más gruesas... para lo que sea que tengas en mente... puedo mostrarte otra opción —respondió, con un guiño apenas disimulado.

¿De verdad piensa que me voy a prender a ese juego? No es por él. Simplemente no me interesa nadie en este momento. Ni coqueteos, ni segundas intenciones. Solo quiero un lugar para vivir con mi hermana.

—No gracias. Viviré con mi hermanita, y preferiría que no se sienta como en una telenovela —respondí con una sonrisa ladeada, mientras desviaba la vista hacia el balcón. Vee se va a morir de risa cuando le cuente esto.

Unas horas más tarde, tras firmar papeles y hacer trámites de registro, el departamento era oficialmente mío. Lo único que me molestó un poco fue tener que pagar una mensualidad para guardar la moto en el garaje, pero nada que no se pueda arreglar.

Aún faltaban cuatro horas para ir a buscar a Vee, así que volví al apartamento y me recosté en el sofá. El techo nuevo sobre nuestras cabezas ya era una realidad.
Llamé sin mucho ánimo al hospital en el que trabajaba, gracias a algunos contactos había podido conseguir un lugar cómodo y mis horarios aunque rotativos me facilitaban muchas cosas. Había solicitado una licencia por mudanza para almenos cuatro días, así que iban a tener que cubrirme en radiología. Y luego tendría que devolver ese favor. Disfrutaba mi rutina, me había costado mucho sacrificio y esfuerzos conseguirla. De día trabajar en el hospital, por la noche ir al arenero a correr, o estar con Vee. Hace años las cosas cambiaron, hace años los días eran distintos, había más gente a nuestro alrededor y nos acompañaban otras personas. Ahora solo éramos mi hermana, Matías y Jess. Ocasionalmente Javier.

El timbre de la puerta suena como un eco pesado. Respiré hondo, el aire en mi pecho se sintió denso, pesado, casi imposible de respirar. Toco el timbre una vez más y casi puedo escuchar mis propios latidos repiqueteando en la cabeza. ¿Por qué no abre? ¿Por qué está todo tan en silencio?

Mi mente no deja de dar vueltas a lo que Matías me dijo, que Verenice había preferido ir sola a casa, a empacar sus cosas. Algo no encajaba. No cuando le pedí una sola cosa, ella no cambiaría los planes sin avisar. Su actitud… fue extraña, distante. Estaba demasiado callada, mucho más que de costumbre. Y esa mirada perdida, como si estuviera mirando algo más allá de los ojos de cualquiera. O eso fue lo que dijeron Jess y Matías, y a pesar de sus insistencias e intentos de retenerlas ella se fue. Algo no estaba bien.

Llamo de nuevo, casi gritando esta vez. Pero no hay respuesta. La frustración me consume. El pensamiento de que ella pudiera estar sola, en peligro, me quemaba por dentro. Muevo la manija de la puerta, que está ligeramente abierta y entro con el corazón en un puño, la ansiedad acumulándose en mi pecho.

La casa está en penumbras, con luces tenues parpadeando en la sala. Los muebles, los adornos, todo parece normal, pero el aire está tenso, como si algo fuera completamente ajeno a la habitación. Camino hacia la cocina, abro la puerta con un impulso frenético. Nada. El baño. Vacío.

Entonces, una sensación extraña recorre mi columna. Algo me detiene, algo en el aire está fuera de lugar. Me detengo. Algo no está bien.

Al fondo, en el pasillo que lleva a la habitación de Vee, escucho un susurro suave, casi ininteligible. Me acerco en silencio, mis pasos son cada vez más lentos, como si algo dentro de mí me dijera que no debo avanzar. Pero no puedo detenerme. La puerta de la habitación está entreabierta, como invitandome. Como si me esperara.

Mi mente da un vuelco cuando entro.

Verenice está allí, tirada en el suelo. Pero no es ella. Sus ojos están completamente negros, sin pupilas. La boca, distorsionada en una mueca grotesca y hay sangre en sus uñas.

—¿Quién… quién se atreve a interrumpir mi… fiesta? — La voz no es la de Verenice. Es mucho más profunda, arrastrada, como si viniera de un ser que no pertenece a este mundo. Detrás de ella en un rincón se encuentra Denisse. Pero no es ella, su rostro aunque parecido no es el mismo, sus ojos son dos lagos negros profundos y su piel tiene un tono blanquecino que me recuerda a la muerte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.