Creo que era una espía.
Sin embargo, no sabía si estaba de parte de los buenos o de los malos. Toda la gente a mi alrededor no parecía de buena reputación. Pareciera que era un pez fuera del agua.
¿Aún no entiendes que sucede aquí? Bien, te explico:
Después de que Zack me había hecho ponerme este vestido ridículamente entubado, nos había traído de vuelta a la ciudad. Por un momento, había pensado que había estado bromeando sobre su supuesto encargo y había decidido dejar de jugar conmigo. Pero estaba completamente equivocada, eso estaba tan lejos de la realidad. Así que cuando observé que llegábamos a una casa con apariencia común, no quise preocuparme, pero lo hice y mucho.
¿Y si había mentido sobre ese encargo?
Al bajar al igual que él de la moto, empecé a sentir como un escalofrío recorría mi cuerpo.
—Esto no me da buena espina, ¿y si mejor nos vamos?
Zack estaba por caminar hacia la puerta de esa casa normalmente sospechosa, pero se detuvo al oír el miedo en mi voz.
—No tienes opción, ahora vamos.
No, ni loca.
Di un paso atrás mientras observaba si había taxis cerca, pero como siempre, no había ninguno cuando más se le necesitaba. De pronto en mi búsqueda desesperada, Zack tomó mi brazo.
—Ni siquiera pienses en irte.
Lo mire de golpe con los ojos abiertos mientras intentaba hablar, y al ver que mi lengua parecía no funcionar, mi barbilla empezó a temblar. Debía de ser honesta, iba a llorar como una bebé. Eso pareció desquiciar a Zack porque negó con la cabeza mientras susurraba:
—Esto no puede ser cierto.
No dije nada. Estaba asustada.
De pronto, sentí las manos de Zack en mi rostro, y su rostro muy cerca del mío.
—No dejaré que te suceda nada malo, ¿okey? ¿Eso te hará sentir mejor?
Muy bien, si buscaba tranquilizarme, déjame decirte que no estaba funcionando en absoluto. Sin embargo, sucedió algo muy raro. Por la cercanía del anticristo, pude oler su loción y déjame decirte que olía...
HORRIBLE
—¿Qué feo hueles?
Y para mayor énfasis, me tape la nariz.
Al parecer a Zack no le gustó mi comentario porque terminó alejándose por completo y susurrando:
—La primera vez...—negó con la cabeza y me miro enojado. La cual no entendí la razón—. Apúrate. No quiero más quejas.
No quería ir, y al pareció ver que mi decisión no había cambiado, porque decidió tomar mi mano y llevarme a rastras hasta el lugar.
—No tienes derecho a...—me calló.
—Cállate, y escucha. Una vez que entres, no hables con nadie, solo escuchar y observa.
Escuchar y observar, muy bien.
Unos segundos de que Zack tocará, un hombre corpulento abrió la puerta y sin dejar hablar a mi secuestrador, dijo con voz de malo:
—Él no quiere verte.
No entendía nada, pero recordando lo que había dicho Zack, no hice ni un sonido.
—¿Y ves que me importa?
—Por tu presencia, me doy cuenta de que no.
Ambos se quedaron viendo, y unos segundos tensos después, ese hombre que tenía el cuerpo de la Roca, decidió dejarnos pasar.
—Buena suerte. La vas a necesitar.
Zack decidió ignorarlo mientras yo rogaba por esa buena suerte. Quizás estaba salada y eso había hecho que terminará en este lugar. Diosito sabía que lo necesitaba mucho.
Al alejarnos del fortachón, Zack se inclinó en mi oído:
—Recuerda lo que te dije.
Sin verlo, asentí rápidamente.
El lugar estaba débilmente iluminado por una luz roja, y con cada paso que daba, mis piernas se hacían más inestables, pero seguí caminando. De pronto, conforme pasábamos unas puertas, pudimos escuchar varias risas, entre ellas, una tos y eso pareció callarlos.
No entendí nada, hasta que doblamos en una esquina y observé la escena de enfrente.
Había una cama en medio de la habitación, y un hombre, muy delgado y frágil, estaba en ella. Por el respirador y la manera en que estaba conectado rodeado de cables, no debías de ser muy inteligente para saber que estaba enfermo. Pero mucho.
—Te dije que no deseaba verte aquí.
La voz, aunque sonaba débil, fue autoritaria.
—Y yo te dije que no pensaba hacerte caso.
El hombre lo miró con ira, y casi podía asegurar que deseaba asesinarlo en el acto, pero ante el comentario de él, solo suspiro y me miró.
—¿Quién es ella?
—Sabes quién es. Veo innecesario tener que hacer presentaciones.
—Así que al fin lo has hecho.
Zack no dijo nada.
—Pero no te veo feliz. ¿Es acaso que estas mintiendo al respecto?
—¿Por qué tendría que hacerlo?
—Ambos sabemos porque lo harías.
Después de ese comentario, todos parecían no respirar y fue cuando lo entendí. Estaba en una misión de espionaje. Todo era demasiado raro. Aquí había gato encerrado. Sin embargo, no soy buena con los acertijos, así que lo que sea que ellos hablen, estoy segura que no tengo idea de que.
—¿Ella no habla?
—Es tímida.
—No lo parece.
—Lo es.
El hombre en la cama me miró, y preguntó:
—¿Cómo te llamas?
Por la manera en que pronunció esa sencilla pregunta, era obvio que esperaba una respuesta. Sin embargo, si lo hacía, estaría rompiendo la regla de Zack. Aunque pensándolo bien, él no era mi jefe.
Era mi propia jefa. Así que:
—Eilana.
Su respiración se hizo trabajosa, y terminó tosiendo sin control. Todos parecían asustados, y cuando el hombre volvió a tener control de su cuerpo, pronunció con voz cansada.
—Bonito nombre. Mi mujer se llamaba igual.
Mis ojos fueron a Zack, pero este no miraba en mi dirección, solo observaba al hombre en la cama. Su expresión era indiferente, pero no me engañaba. Al anticristo le importaba este hombre.
—Tuvo un bonito nombre.
Porque obviamente había hablado en pasado y me había dado cuenta de ello. Tristemente.
—Quisiera saber más de ti, pero estoy cansado —el hombre sonrió y me dijo con suavidad—: Fue un gusto conocerte.