No Soy Ella [primera parte]

Capítulo 15

—¿Ves? No te pasó nada.

Asentí sonriente a las palabras de mi madre, y de reojo observé a Zack.

Desde que habíamos salido de esa habitación se veía extraño. Aunque si era sincera conmigo misma, él era extraño. Siempre siendo siniestro, ¿acaso no se cansaba? En lo personal, yo me cansaría de odiar siempre.

Era horrible.

Sin embargo, para Zack, ese odio parecía una segunda piel. Aunque si era honesta con ella misma, también tenía sus momentos. Ella sabía que debajo, pero muy por debajo de todo su ser, quería a su abuelo. Su llegada a ese lugar era la muestra de eso.

No era tan frío como deseaba aparentar.

Con una mirada a Mateo, le di a entender que era hora de irnos, y mi madre con lo bien que me conocía, entendía que era momento de irnos. Nuestra misión había llegado a su fin.

Iba abrir la boca para decir sobre nuestra retirada del lugar, pero Zack espetó:

—Les agradezco que hayan venido, pero necesitan irse.

Mi madre se sorprendió por el tono seco, pero por la mirada compasiva de sus ojos me di cuenta que ella pensaba que Zack estaba siendo un imbécil por el estado de su abuelo. Que ilusa mi madre. Zack siempre era así. Incluso me dio por decir algo, pero tal vez, mi madre no estaba tan equivocada. Tal vez, deseaba estar solo. Su abuelo no estaba tan bien como se veía. Lo supe desde el momento que me acerqué a él.

Con una sonrisa incomoda, afirme:

—Tienes razón, debemos irnos.

Iba a dar un paso, pero Zack tomó mi brazo.

Al levantar la vista, una mirada indiferente me recibió, pero sus palabras eran contrarias al tono frío en que me habló:

—Gracias.

No supe que decirle. No éramos amigos. Aunque tampoco enemigos. O eso quería creer.

Así que asentí, y me deshice de su agarre para irme.

Sin embargo, al querer bajar las escaleras, lo observé cabizbajo.

El anticristo estaba triste. Quise consolarlo. Pero no éramos cercanos, y si de algo me iba asegurar, es que no lo hiciéramos nunca. Así que, con una emoción desconocida para mí, baje las escaleras.

Y al llegar a la primera planta, simplemente nos fuimos.

No teníamos que hacer nada ahí. Aun cuando un ser siniestro en esa casa se encontraba triste. Aun cuando sentía una punzada de malestar. Aun cuando se sentía...triste.

 

 

(...)

 

 

 

Dos semanas después, volví a ver. Por causalidad, por supuesto.

Ni siquiera lo había estado buscando, pero aun con la nula vigilancia, ella se dio cuenta de que el anticristo no había ido al plantel. Simplemente se encontraba desaparecido. Todos parecían felices por su ausencia. Inclusos sus amigos parecían un estado normal.

Era desconcertante.

Quise hacer preguntar a Mateo, sobre sospechas de donde estaría, pero sabía que su grandulón amigo iba hacer un cuestionario. Y no quería responder preguntas de las cuales no tenía respuestas. Así que mis dudas, me las había quedado para mí.

Estuve a punto de olvidar todo el asunto de Zack y su abuelo, cuando lo volví a ver. Caminaba rumbo al campo del colegio, y deseaba verlo. ¿Para qué? No tenía idea. Simple curiosidad. Aun cuando el gato había muerto por eso, deseaba saber que le sucedía a Zack.

Lo notaba...desconectado.

Fue por eso que lo seguí. Me dije que era locura seguirlo, sobre todo cuando tenía clases, pero mis pies no obedecieron a mi renuencia. Al contrario, parecían decididos acercarse al chico que la había estado molestando constante.

En un momento que desapareció de su vista, sus ojos lo empezaron a buscar rápidamente, y cuando pensaba que lo había perdido, lo observó. Estaba debajo de un árbol, que desde que había entrado al plantel, nunca lo había visto florecer. Solo era un árbol seco. Sin vida.

La escena se veía muy triste.

Con pasos silenciosos, me acercó a él.

—¿Qué estás haciendo aquí? —se detuvo al oír su voz ronca.

Al verlo, se dio cuenta que ni siquiera había volteado a verla.

—Sé que estas mirándome, chica escurridiza, puedo oler tu perfume.

No se quiso inquietarse por saber que Zack conocía el olor de su perfume, pero realmente lo hizo. Era sombrío. Era un chico loco. Sin embargo, era un chico loco triste.

—Te seguí.

—Eso ya lo deduje solo.

Tonto.

—Y vine hacerte compañía.

—¿Por qué piensas que necesito compañía?

—Bueno, alguien triste lo necesita.

Su cuerpo se puso rígido. Él sabía que lo había descubierto.

—Vete de aquí.

—No.

—Es mejor que lo hagas, o hare realidad todas las pesadillas que tengas.

Debí de correr. Alguien cuerdo lo haría. Pero su tristeza me hacía no irme.

—Falleció, ¿no es cierto?

Pudo observar como volteó su rostro para que no lo viera.

—Vete. No volveré a repetirlo.

Di un paso hacia él.

Con cuidado, me senté a un costado de ese árbol muerto.

—Lo lamento. Él se veía buena persona.

Negó con la cabeza mientras soltaba una risa seca:

—No tienes idea de quien era, y no, en eso te equivocas, él no era buena persona.

—Lo fue conmigo.

Un segundo pasó, y dijo:

—¿Dónde está tu novio? ¿Te ha dejado por andar viendo a otros chicos?

Lo miré sin comprender.

—¿Qué novio? ¿Qué chicos?

Me observó por un momento y dijo:

—Realmente eres rara.

—Y tú me das miedo.

—Entonces, ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a darte consuelo.

Volvió su vista al frente, y dijo con dureza:

—No necesito consuelo.

—Todos lo necesitan.

—Yo no.

En eso estábamos de acuerdo. Pero su tristeza no me dejaba irme. Era algo extraño. No podía soportar a alguien sufriendo. Así sea el chico que me había asustado muchísimo.

—¿No piensas irte?

Mirándolo de reojo, contesté:

—No.

—Creí que me tenías miedo.

—Lo hago.

—No creo que tanto.

Él no tenía ni idea.

—Mejor no hables, estas empezándome a dar miedo de nuevo, y tendré que irme.



#202 en Joven Adulto
#1307 en Otros
#386 en Humor

En el texto hay: badboy, amorjuvenilhumor, anavalencia

Editado: 14.07.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.