ZACK
El beso había tenido la intención de asustar a Eilana, una forma de demostrarle que pasaba cuando se provocaba a un depredador. Pero no pude alejarme cuando pobre la dulzura de sus labios. Sabía a todo lo puro de este mundo podrido. Como si lo que estaba haciendo fuera una blasfemia y estuviera cometiendo uno de los pecados más atroces al besarla.
Como si quisiera a minorar mi transgresión decidí no ser brusco o agresivo, como normalmente era con todas las chicas que siempre se me acercaban, y fui todo lo contrario.
Fui paciente, calmado y suave. No quería asustar a la chica. Sin embargo, supe que mi objetivo falló estrepitosamente cuando ella me apartó de sus labios y me veía asustada.
—¿Qué se supone que estás haciendo?
—Besarte, ¿acaso no es obvio?
—Sí, pero, ¿por qué? —la pregunta no estaba llena de ira, ni de recriminación, solo de una clara confusión. Y podía verse también en su expresión. Quería decirle las respuestas para borrarle todas sus dudas, algo totalmente razonable y coherente, pero era imposible cuando ni yo mismo sabía por qué había continuado el beso. Como si lo hubiera necesitado.
Ese pensamiento me dio miedo. Por eso enmascaré la verdad.
—Creí que deseabas consolarme—respondí. Sus ojos se abrieron de golpe al oír eso, y sin poder evitar, un rubor apareció en su rostro, y dijo con una voz casi histérica:
—Sí, pero no de esa manera. ¿Tu quién te crees? —cuestionó, y sin pensarlo demasiado, se alejó rápidamente para comenzar a huir. Sin embargo, cuando pensé que había a salir corriendo, ella se detuvo y me apuntó con su dedo—. No me sigas.
Crucé mis brazos mientras la miraba.
—¿Me veo como un perro?
—No, pero sin duda muerdes.
Esa respuesta de ella, me hizo sonreír.
—Y a veces más duro.
Ella se asustó al oír eso, y sin decir nada más, se terminó yéndose corriendo. Era muy seguro que había enloquecido, pero no pude evitar sonreír cuando la observé correr. Se lo había advertido, le había dicho que no se acercará, pero ella había insistido en entrar a curar a las heridas de un depredador. No se había dado cuenta del peligro hasta que había sido mordida.
—Te gusta, ¿no es así? —cuestionó una voz a unos metros. Dejé de pensar en la pequeña gatita asustadiza y miré a la chica que me había acostado hace unos días. La que parecía siempre estar cerca de mí cuando estaba en presencia de Eilana.
—¿Por qué crees que debo de responder a esa pregunta? —pregunté devuelta mirándola con la frialdad que me caracterizaba. Esperaba que ella viera que no tenía humor para estar conversando.
—¿Por qué ella?
Me enojo que no se rindiera, y, sobre todo, qué pensará que le debía una explicación, como si fuéramos novios. No le deba explicaciones a nadie. Ignorándola, decidí pasarla, pero al estar a su lado, ella se atrevió a detenerme mientras me sujetaba del brazo.
—No vuelvas a tocarme—siseé apartando su mano de inmediato. Su mueca de dolor cuando sintió la presión de mi mano en su muñeca fue muy notoria.
—¿Qué tiene ella que no tenga yo?
¿Todavía seguía con lo mismo? Parecía una maldita loca obsesionada. Ahora maldecía el día que había decidido acostarme con ella.
—¿Por qué piensas que tienes derecho a preguntarme algo?
—Tu y yo hicimos...—la detuve antes de que continuara.
—Sexo. Solo eso. Ni siquiera puedo decir que fue memorable, pero ya que has sacado el asunto a colación, bueno así fue. No fue especial, así que, si esperabas anillos o alguna mierda parecida, entonces sácalo de tu mente.
La chica me miró llorando. ¿Por qué siquiera seguía soportando esta mierda?
—¿Y por qué decidiste estar conmigo? —preguntó entre sollozos.
—Fue un error que no pienso volver a cometer.
Caminé unos pasos, y la oí preguntar a mis espaldas.
—¿Qué tiene ella? ¿Por qué te gusta?
Era demasiado tolerante con esta chica. Me había cansado de ello. Sin embargo, era una chica, y puede que todo lo romantizará.
—Ella es la chica que me ha mandado cartas, y bueno, ese beso es retribución por lo que ha hecho. ¿Estás contenta? —respondí. Al oír mis palabras, ella dio un paso atrás. Parecía devastada. Bueno, parece que la información de las cartas era correcta. Con desdén, volví a decir—. Además de que es algo más con ella.
No especifiqué que exactamente, ya que ni yo misma sabía, pero esperaba que eso dejará de estar molestando con una vida juntos. No iba a pasar.
Al ver que caía al suelo sin saber que más hacer, decidí irme de ese lugar. Sin importarme que la chica no dejaba de llamarme, y que decía, que Eilana no era la persona que pensaba. Que era una farsante, y que iba a arrepentirme de todo. Incluso tuvo la ocurrencia de decir que ella había escrito las cartas. Qué era ella quien debía de gustarme.
No me detuve.
Simplemente, me fui de ahí, y con una determinación de buscar a una chica escurridiza.