Estaba siendo observada. Según mi madre, después de haber visitado al abuelo de Zack, sufría de delirio de persecución. La verdad no era así. Realmente estaba siendo seguida. Casi podía sentir como esos ojos malvados, y burlesco me perforan la espalda. Zack. Era casi un milagro que no tuviera un agujero en mi espalda por su culpa. ¿Quería girarme y comprobar que estaba en lo cierto? ¡Por supuesto que sí! Pero no. Ni loca iba a voltear, suficiente aventura había tenido en el día por haberme preocupado por él.
Zack claramente estaba bien y yo solo había visto debilidad en donde no había nada de eso. Solo pura y mezquina crueldad. Debía de recordarme a mí misma lo mucho que había intimidado al principio. No debía de olvidar nada de eso, no importunando que él me había dado mi primer beso y a aparte de eso había sido increíble. Era algo sacado de un cuento de hadas. Pero Zack no era un príncipe, era un demonio.
Y uno muy terrorífico. Así que debía de ignorar de dónde provenía esa energía oscura. En mi opinión, podía hacerme la desentendida. No vi nada. No sentí nada. Todo estaba tranquilo.
De repente, la sacudida que tuvo mi mano, casi me hizo gritar. Casi.
—Eilana, te estoy hablando—comentó Mateo mirándome preocupado. Parpadeé rápidamente para concentrarme en el presente y no en el beso de Zack.
—Por supuesto que sí.
Mateo me miró con ganar de reírse y matarme al mismo tiempo.
—Por supuesto que sí, ¿qué?
Le hice un gesto con la mano.
—¿Cómo que de qué? De lo que me decías, estoy de acuerdo.
No tenía idea de que estaba de acuerdo, pero no le iba hacer ver que no le estaba prestando atención. Mateo me miró de forma sospechosa.
—¿Entonces si estás de acuerdo que vayamos al cine este fin de semana?
Oh Rayos, ¿eso me había preguntado?
—Claro, eso exactamente había estado de acuerdo—asintiendo con exagerado animo que lucía sospechoso, incluso mi yo distraída estaría de acuerdo con esa afirmación
Mateo se carcajeo, y me apuntó con su dedo.
—Eres una vil mentirosa, eso no dije.
Hice una mueca, y esperé a que terminara de reírse.
—Bueno, ahora se me antoja ir al cine. Muchas gracias por eso.
Mateo dejó de reír, aunque todavía tenía una sonrisa divertida. El muy mezquino.
—Ya que estás de buen humor, podemos salir, ¿te gustaría?
Asentí, ya que yo estaba de buen humor, no había nada malo, ni me había pasado nada caótico en la ultima hora.
—Sí—respondí—, pero hay que ver las opciones. No quiero nada de sangre. Ni algo de miedo, siempre terminó dejando las películas a medias.
—Puedo abrazarte.
—Claro que no, ¿Por qué haría eso? —lo miré orgullosa—, además, si alguien va a abrazar a alguien serías tú, eres demasiado cobarde.
—Oye, te defendí la última vez de Zack.
—No es cierto, se lo dejaste a mi madre, todavía lo recuerdo—«como el beso».
Sacudí la cabeza, buscando olvidar ese recuerdo. Y le saque la lengua a Mateo.
—Bien, bien, entonces ¿a qué hora nos vemos en el cine? —pregunté. Quería saber si tenía que ir con suéter o no. No había lavado el mío y estaba seguro que estaba al fondo. «Supongo que iba a tener que lavarlo tan pronto llegará a casa».
—Puedo ir a buscarte—sugirió Mateo—, es muy peligroso que andes en la noche sola.
Tenía razón.
—Está bien.
De pronto, algo me jalo de mi asiento. Al levantar la vista, observé la cara furiosa de Deysi. La bruja malvada había llegado, oh, ¿Qué será de mí? Ni siquiera tuve tiempo de responder esa pregunta, ella me llevó hasta salir de la cafetería. Pude observar la mirada de interrogación en los ojos de Mateo, pero negué con la cabeza para que no se metiera.
Este asunto era algo entre ella y yo.
Estaba segura que, si no comía algo, iba a estar a salvo. Al estar a solas, me empujo a una pared cercana. El quejido que salió de mi boca fue leve. Pero un sonido que pasó de largo al oír las palabras sombrías de la loca de mirada siniestra.
—Escúchame bien, tonta, porque solo lo diré una vez...—la miré sin comprender, y ella volvió hablar sin permitirme decir nada—. Le dirás a Zack todo. Qué esas cartas son mías. Qué yo soy quien las ha estado escribiendo. ¿Me has oído? Le dirás o sino...—estaba por darme una cachetada, lo supe enseguida al ver que levantaba su mano en mi dirección, pero otra mano, más grande y fuerte, detenía que eso pasará.
— ¿O sino qué? —cuestionó Zack con advertencia y llena de amenazas. Sincronizadas, Daisy y yo levantamos nuestros rostros, y descubrimos que no estábamos alucinando, justo enfrente de nosotras estaba el chico que se había adueñado de mis pensamientos en la ultima hora a causa de su beso. El chico que todo mundo temía. Defendiendo a alguien más.
Y no intimidando a un inocente como era su costumbre. Esa mirada verdosa, fría y sombría estaba dirigida a la chica que me había estado amenazando hace unos segundos.